THE OBJECTIVE
Javier del Castillo

Muestrario de promesas y regalos

«Nuestros políticos se empeñan en prometer inversiones y planes de mejora, a sabiendas de que son meras intenciones, por no decir actuaciones inviables»

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Muestrario de promesas y regalos

Pedro Sánchez.

A la hora de prometer, no hay obstáculos insalvables. Pueden prometerse, incluso, las mismas promesas incumplidas de elecciones anteriores. No pasa nada. Los ciudadanos estamos ya tan acostumbrados al engaño y tenemos una memoria tan frágil que olvidamos la cantidad de viviendas, puestos de trabajo, grandes infraestructuras, polideportivos y piscinas cubiertas, parques, colegios, guarderías y hospitales que se han ido acumulando a lo largo de las últimas campañas electorales. 

Proyectos, en la mayoría de los casos, que han estado acumulando polvo en los cajones y que ahora vuelven a desempolvarse, como las 100.000 viviendas ya prometidas por Sánchez en octubre de 2021.

Vender humo y regalar los oídos al ciudadano en tiempo de elecciones tampoco es que sea una novedad, pero sí una falta de consideración a quienes confían ingenuamente en la palabra dada. Cuando todavía se confiaba en el apretón de manos y en el «hombre de palabra». 

En la historia política española han existido grandes maestros del engaño. El Conde de Romanones (Álvaro Figueroa y Torres, 1863-1950) protagonizó, a principios del siglo pasado, anécdotas que ilustran a la perfección hasta qué punto un político está dispuesto a prometer lo que haga falta para conseguir el voto de los electores. Auténtico amo y señor de Guadalajara, por cuya provincia fue diputado desde 1888 hasta 1923, Romanones tenía por costumbre (interesada, claro está) pagar dos pesetas a quien le votaba. Una estrategia que muchos años después derivaría en lo que ahora llamamos el voto cautivo o subsidiado. 

Lo que no se esperaba el que fuera en tres ocasiones presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Alfonso XIII, alcalde de Madrid y diputado y senador casi vitalicio por Guadalajara es que su adversario Antonio Maura, enterado de esta maniobra de Romanones, subiera la oferta a tres pesetas por cada voto depositado a su candidato. Sin embargo, la propina de Maura no sirvió de nada: el conde volvió al ataque y les ofreció a esos mismos ciudadanos un duro. Eso sí, tras quedarse con las tres pesetas abonadas previamente por Maura, según se cuenta por tierras alcarreñas.

«Han pasado más de 72 años desde la muerte de Romanones y seguimos soportando a políticos que tratan de emularle»

Hay otra anécdota sobre Romanones que también tiene su gracia y que se pone como ejemplo de la generosidad de los políticos cuando van en busca del voto por la España despoblada (ahora también llamada vacía o vaciada). Estando Don Álvaro Figueroa de campaña en las tierras del Señorío de Molina y, puestos a prometer, se le ocurrió anunciar en un pueblo de esta comarca la construcción de un puente nuevo sobre el río. Los asistentes al acto no podían creérselo, pues no existía cauce fluvial alguno en esa población. Entonces, cuando le advirtieron a Romanones de su evidente metedura de pata, y para no decepcionar a su entregado auditorio, anunció sin inmutarse que les llevaría primero un río y luego les haría el puente prometido. 

Han pasado más de 72 años desde la muerte de Romanones y seguimos soportando a políticos que, adaptando las formas a los nuevos tiempos, tratan de emularle. Alumnos aventajados de Romanones, que prometen viviendas y una lluvia de millones sin despeinarse. 

Y esto no ha hecho más que empezar. De aquí a finales de año veremos a los candidatos prometer grandes inversiones en políticas sociales, sanidad, empleo, educación, vivienda, investigación y proyectos tecnológicos. Eso sí, al menos por lo que respecta al Gobierno, dejando fuera del discurso el endeudamiento, los índices de pobreza, la inflación en los alimentos de primera necesidad o la subida de impuestos.

Nuestros políticos se empeñan en prometer inversiones, proyectos y planes de mejora, a sabiendas de que son meras intenciones, por no decir actuaciones inviables. En lugar de explicar la situación real de nuestra economía y hablar de las limitaciones presupuestarias para llevar a cabo grandes inversiones, intentan convencer a los electores de que tienen soluciones a sus problemas, como ya las tuvieron hace tres o cuatro años. Algo muy parecido a los ríos y los puentes de Romanones en Guadalajara.

Ya está bien de vender humo y de crear falsas expectativas, especialmente en la España despoblada. 

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