THE OBJECTIVE
Enrique Calvet Chambon

2 de mayo: mal, muy mal

«Que el triste espectáculo protagonizado por Ayuso y Bolaños acapare el supuesto debate político dice muy poco de la calidad y nivel de nuestra democracia»

Opinión
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2 de mayo: mal, muy mal

El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, durante el desfile del Dos de Mayo. | Europa Press

Supongo que es de justicia que los que añoramos una democracia integrada de ciudadanos libres, iguales y solidarios, los que nos sentimos huérfanos a la hora de votar y engordamos la masa de abstencionistas (mal hecho) o blancos (votar es sagrado donde se den unas mínimas condiciones democráticas, lo que no se da en algunas regiones españolas) valoremos un poco el lamentable bodrio del 2 de mayo 2023. La nota final es evidente: peor imposible, y desde todos los puntos de vista. Lo más superficial es valorar la actitud de los protagonistas estrella. Si decía Pablo Iglesias, el de verdad, el viejo, que si uno quiere ser respetado lo primero que tiene que ser es respetable, Bolaños, ministro del Reino de España ha hecho todo lo contrario.

Poco importa, en verdad, la interpretación jurídica de decretos o normas protocolarias. Ya se sabe que siempre habrá jueces para interpretar una cosa o su contraria según sople el viento. El tema es politiquero y maniobrero dentro del electoralismo peor entendido. Y lo que hizo Bolaños, con razón jurídica o sin ella, fue montar un numerito de discoteca arrabalera, con agarre de codo ayusero incluido, empujando a otra ministra para colarse en la discoteca, comprometiendo la postura de la ministra de Defensa, en actitud chulesca y tabernaria. Todo bien filmado, profesionalmente, y todo bien difundido, para enardecer a las masas antifascistas. Para la democracia, mal, muy mal. Eso sí, ha permitido que un hiperventilado soporte del Gobierno antifascista, tras querer azotar a Mariló Montero, quiera convertir a los escoltas de los ministros en las SA de Rhom… Mal, muy mal.

Pero Isabel Díaz Ayuso, honradamente, no es ajena al bochorno. Si una persona debe comprender que la solemnidad y las formas educadas y respetuosas deben primar en los actos oficiales de una democracia, es la regidora de la región más rica de España si se considera patriota y defensora del concepto de España como proyecto común de los ciudadanos. Aunque el rival electoral no sea respetable. Para peleas de baja estofa están los mítines y las manifestaciones de activistas. La señora Díaz Ayuso tenía muchas otras maneras más dignas y elegantes de resolver el incidente, y desde antes. Prefirió entrar al trapo, aceptar el cruce navajero y el bochorno. Ella no puede ignorar el enorme jugo que van a sacar los delincuentes separatistas de este rifirrafe, y nunca valdrá el argumento de que «ellos lo hacen peor», como, por ejemplo, el estrambote ilegal de declarar al Rey de España persona non grata. Quien crea en la unidad de los españoles, lo legal, no debe hacer las cosas menos mal, sino que tiene que actuar distinto, totalmente contrario. ¿O es que Díaz Ayuso cree más en la taifa insolidaria de Madrid? Mal, muy mal.

«Los reales problemas de los españoles y del desguace de su nación siguen creciendo»

Pero si escarbamos un poco en el triste espectáculo, las cosas no mejoran. Por ejemplo que el acaparamiento absoluto del debate supuestamente político, promovido por la acorazada mediática bien sectarizada, se lo lleve esta truculenta anécdota solanesca dice muy poco de la calidad y nivel de nuestra democracia y del papel de comunicadores (que no informadores). Mal, muy mal. Los reales problemas de los españoles y del desguace de su nación siguen creciendo, más que el dinosaurio de Monterroso.

Otrosí, este incidente nos recuerda una perversión genuina de la democracia española, y es que en las elecciones regionales y municipales de grandes urbes, no se debate ni elige un modelo de gestión ni un proyecto de políticas regionales para mejorar la vida de los ciudadanos. Los objetivos son: o avanzar en el separatismo, (San Sebastián, por ejemplo) o neutralizar y combatir las normas del Gobierno central en la taifa de turno (Madrid, por ejemplo), o reforzar la figura del gran timonel Sánchez (Baleares, por ejemplo). Es una perversión grave y por lo menos crea dos efectos indeseables: impide la gobernanza de la nación (¿se acuerdan de la cogobernanza en pandemia y del número de muertos que causó?) y evita a los gobernantes locales rendir cuentas de su gestión. Mal, muy mal.

Nos interesa mucho más saber qué piensa hacer Díaz Ayuso frente al hecho de que la sobremortalidad por Covid fue la mayor de 200 regiones europeas, de todas, en la región madrileña, que saber que es capaz de ridiculizar a Bolaños. Y ya llegará el momento de pedir cuentas al Gobierno central de por qué entre las 200, doscientas, regiones europeas en las 15 más afectadas por la mortalidad figuran cinco españolas cogobernantes, la nación más y peor representada. Hemos perdido todas las referencias de lo que es un sistema democrático digno de ese nombre, y todo consiste en un eslogan: «Echar a Sánchez». Como si bastara con eso para volver a ser una nación, no digamos una nación de libres, iguales y solidarios, ese sueño ya imposible.

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