THE OBJECTIVE
Lucía Casanueva

'Infraperiodismo', protocolo e intrusismo

«Aumenta la necesidad de un periodismo honesto que repudie al que juega con las herramientas de una profesión que tiene mucho que ver con la democracia»

Opinión
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‘Infraperiodismo’, protocolo e intrusismo

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El periodismo es una profesión noble. Aunque no siempre sea un ejercicio para admirar. Que una sociedad dé la espalda a la virtud no significa que el bien haya perdido fuelle o que el mal se consienta con más elasticidad. 

Como fija el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el periodismo es una «actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico». Y dentro de las actividades profesionales, podemos incluso ponerla en el registro de las que son inmensamente necesarias cuando la democracia hace aguas por unos cuantos lados, la polarización estresa las instituciones, la posverdad enrarece la meta y la inteligencia artificial inventa realidades paralelas más del gusto de la ficción que de una profesión noble orientada a perseguir la verdad con todas las fuerzas de su propia justificación.

Pero en este mapa de redes y medios, los agujeros negros bullen con agresiva falta de ética y el periodismo requiere una vigilancia que a veces no lideran las asociaciones profesionales del gremio. Lo hemos visto hace menos de 72 horas: THE OBJECTIVE publica un vídeo exclusivo del tanteo entre Isabel Díaz Ayuso y el ministro Bolaños a costa de las celebraciones del 2 de mayo y, en seguida, se multiplica su difusión por canales deshonestos copiando sin licencia un material propio de una cabecera sin el más mínimo reparo.

No hace mucho, plagiar una información se penaba con la vergüenza y la multa. Hoy, cada vez es más frecuente que la audiencia no sepa dónde ha nacido una exclusiva, porque se usa y se abusa, sin citar a los padres de la noticia, en un guirigay ético, estético y antiprofesional que destroza los pilares del periodismo.

«Es tendencia. Se ha hecho viral. Nos sumamos al carro. Copio. Pego. Publico. Da igual»

Infraperiodismo ha habido siempre, pero nunca ha sido la tendencia. Siempre ha habido hurtos informativos y periodistas que fotocopiaban el trabajo ajeno. Siempre ha habido periodistas que no contrastan informaciones y medios que lo consienten con una ligereza pasmosa. Siempre ha habido frívolos y superficiales en este mundo de las letras públicas. Por eso, siempre ha habido buenos periodistas y malos periodistas. Porque el bien y el mal existen, aunque el relativismo sobregire los códigos deontológicos de las redacciones.

En el trabajo de la Comunicación, el infraperiodismo es muy dañino. Un medio saca una información no contrastada y muchos otros se hacen eco sin llamar a las partes y verificar que todo lo que se cuenta es verdad. Como zombis. Es tendencia. Se ha hecho viral. Nos sumamos al carro. Copio. Pego. Publico. Da igual. Como un virus enloquecido por la pandemia, se desata la melena del infraperiodismo desprestigiando personas, empresas, marcas, convirtiendo las mentiras o las posverdades en armas blancas contra la integridad de mujeres, hombres, negocios, instituciones u organizaciones que se dejan las pestañas trabajando con honorabilidad. 

Mientras el infraperiodismo crece, aumenta también la necesidad de un periodismo honesto, fiel, esencial, deontológico. Un periodismo profesional donde no tenga cabida la gente sin principios. Donde se repudie al que juega con las herramientas de una profesión que tiene mucho que ver con la salud y el futuro de las democracias. Mientras el infraperiodismo se contagia por esporas, crece la desconfianza ciudadana a un ritmo directamente proporcional al empuje de los abusos. 

¿Quién frena esta rebelión de los mediocres? ¿Quién le da al reset? Todos los periodistas con título saben que el periodismo tiene unas reglas profesionales, éticas, deontológicas y morales. No mentirás. No tomarás el nombre de este oficio en vano. Santificarás el respeto a las fuentes. No cometerás actos ni consentirás pensamientos que no persigan justamente la verdad. Tratarás con respeto a las personas. Contrastarás las informaciones antes de eyectar tu titular prejuzgado. Ensalzarás al que lo hace bien y demonizarás al que desprestigia al gremio. Premiarás al que trabaja y enviarás al infierno del descrédito a las ovejas negras, aunque sean muchas y aunque hagan mucho ruido. Oirás todas las campanas. Huirás de tus ideas, tus gustos, tus opiniones y tus juicios subjetivos. Citarás a los medios que han informado antes que tú poniéndote de rodillas ante quienes han sido los primeros. Y colgarás las teclas y te buscarás otra nómina si no eres una buena persona. Punto y final.

El protocolo del periodismo está clarísimo. Lo demás es intrusismo. 

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