THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

La portavoz de la democracia

«La estrategia socialista de alimentar el enfrentamiento político para que su negligencia pase desapercibida tiene consecuencias nefastas para la democracia»

Opinión
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La portavoz de la democracia

Isabel Rodríguez, ministra portavoz del Gobierno. | Europa Press

Isabel Rodríguez, sin duda la portavoz gubernamental más sectaria que hemos tenido desde 1978, dijo esta semana que criticar a un gobierno legítimo es deslegitimar la democracia. La declaración no acabó ahí. La sanchista afirmó que el PP está inmerso en una campaña para restar legitimidad al Gobierno porque es un partido antisistema. Le faltó decir: «No como ERC y Bildu». La tautología de Rodríguez merece estar en un decálogo orwelliano: si controlar al Ejecutivo es antidemocrático, y el Gobierno es la democracia, la oposición está fuera de la ley. 

La portavoz respondía a preguntas sobre algo tan ridículo como el chasco chusco de Félix Bolaños en su intento de boicotear el Dos de Mayo madrileño. Podríamos pensar que fue una pataleta tras un fracaso, pero no es así. Isabel Rodríguez sabe que incumple su función institucional y, al tiempo, desvela sin tapujos la mentalidad totalitaria, y a ratos desesperada, del sanchismo. 

Ya se lo dijo a la cara Rosa Conde, que ocupó el cargo con Felipe González: una portavoz informa de las actividades del Consejo de Ministros, no da un mitin contra la oposición. Isabel Rodríguez sonrió a la antigua militante, y guardó silencio. Sabe por qué está ahí. Forma parte del plan sanchista para bastardear todas las instituciones del Estado, ya sea con su colonización, su vaciado de contenido, o poniéndolas en sintonía con el Gobierno. Un buen ejemplo es el CIS, pero hay otros muchos y más importantes; sobre todo los que se refieren al Poder Judicial y al Tribunal Constitucional. 

En el fondo está la idea izquierdista de que Estado, Gobierno y Partido son la misma cosa, o que deberían serlo. Los socialistas piensan que la ley emanada de la representación de la soberanía, o del mismo Gobierno a través de un decreto, está por encima de los controles y protocolos garantistas de la democracia. Si un tribunal niega o rectifica una ley emanada de las Cortes, se tacha de golpistas con toga. Si un juez dicta sentencia contraria a la ideología del Gobierno, es que es un fascista que necesita una temporada de reeducación. Si la oposición fiscaliza, o promete la derogación de las leyes cuando llegue al poder, es que es antidemocrático o antisistema. 

«Sánchez recuerda tanto a Trump que asusta»

El sanchismo no quiere que le repliquen. Le sobra la mayoría de españoles y sus opiniones. Por esta razón Isabel Rodríguez dijo que los medios de comunicación deberían reservar 15 minutos cada día para informar de los logros del Gobierno. Porque para un socialista con evidentes trazas populistas un periodista crítico es un vendido o un agente de la oposición. Sánchez recuerda tanto a Trump que asusta. 

Entre autoritarismos de trazo grueso va deslizando mentiras como si no pasara nada. De ahí que la portavoz quisiera ese espacio en los medios para un NO-DO. No hay otra manera de colocar sus mensajes. Por ejemplo, si la Unión Europea dice que hay que subir las penas por malversación justo después de que el Gobierno sanchista las haya bajado, sale Sánchez y dice que la UE pilla al Ejecutivo con las «tareas hechas», que es justo lo contrario a la verdad. 

¿Qué va a pensar Isabel Rodríguez después de conocer que la Junta Electoral Central le ha abierto expediente? Y no por cualquier cosa, sino por usar un cargo institucional para atacar a la oposición y hacer propaganda del PSOE. No es la primera vez. Ya ocurrió el 4 y el 18 de abril pasado. No pensará nada porque no va a pasar nada. Quedará que no es portavoz del Gobierno, sino un agente electoral del sanchismo, y punto final. 

Sin embargo, hay algo peor. Me refiero al deterioro institucional, a la zafia instrumentalización de cada parcela del Estado con el ánimo de polarizar a la sociedad española. La irresponsabilidad del sanchismo es mayúscula. La estrategia socialista de alimentar el enfrentamiento político y social para que su negligencia pase desapercibida tiene una consecuencia nefasta para la democracia. En realidad, el sanchismo se comporta en esto como un movimiento antisistema, capaz de romper el régimen común para satisfacer su ambición de poder sin límites.

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