De aquel Dos de Mayo a este
«El primer ninguneado por Bolaños fue Juan Lobato, el candidato del PSOE a la Presidencia, que fue tratado por el ministro de manera harto miserable»
Asistí como invitado para celebrar el último Dos de Mayo en la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol, donde reside la Presidencia de la Comunidad de Madrid, pero me abstuve de salir a contemplar el desfile militar y fue allí en la calle donde Félix Bolaños montó el pollo queriendo subirse a la tribuna, a lo cual no había sido invitado.
Resultado del pifostio: los medios fijaron su atención en ese hecho y abandonaron totalmente a los premiados –todos de gran mérito- cuyas medallas se les habían entregado unos minutos antes de que Bolaños y su gente montaran el número. El primer ninguneado por Bolaños fue Juan Lobato, el candidato del PSOE a la Presidencia, que fue tratado por el ministro de manera harto miserable. A la boloñada se ha sumado a una actitud más incomprensible aún, la de la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, y es que esta señora no le hace el menor caso al papel que suelen tener los portavoces gubernamentales. Lo ha escrito Ignacio Varela, que de esto sabe mucho, «al portavoz le está vedado expresar sus propias ideas: se supone que su misión es poner voz a lo que otro u otros desean que se dé a conocer. Alguien le instruye sobre los mensajes y él o ella los emite de la mejor forma posible. A través del discurso de los portavoces y de su forma de comportarse en público conocemos las intenciones y la personalidad de sus jefes. Si un portavoz miente reiteradamente, o injuria a los adversarios, o practica la demagogia, es porque quien lo designó y lo maneja desea que lo haga». O Pedro Sánchez no tiene suerte con sus portavoces o los elige adrede. Pero volvamos a la Puerta del Sol.
Yo no pude ni puedo entender los fines de tamaño despropósito, y menos que detrás de esos hechos esté la voluntad de Pedro Sánchez. Según la periodista Pilar Gómez, Sánchez y Bolaños vienen tarifando desde tiempo atrás:
«Hay coincidencia entre varias fuentes consultadas en que el fracaso de la última negociación con el PP para renovar el Consejo General del Poder Judicial desconcertó al presidente. Sánchez había confiado en que Bolaños esta vez lograría un acuerdo. Hubo incluso que dejar inmolarse al presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes […] Luego llegó el anuncio de reforma del Código Penal para cambiar la malversación. Bolaños volvía a liderar y el resultado tampoco fue el previsto. En la opinión pública cayó como un jarro de agua fría y entre los barones del PSOE se desató el pánico electoral».
«El número de Bolaños en Sol es rechazado por tirios y troyanos»
Sea como sea, parece claro que el número de Sol es rechazado por tirios y troyanos. Pero quizá no todos. Leamos lo que escribió el domingo pasado Jordi Amat en El País bajo el siguiente título: «Ayuso y cierra España»:
«La singularidad madrileña es que la presidenta de la Comunidad, a diferencia de lo que ocurre en el resto del país cuando se celebran actos similares (siempre más modestos, eso sí), aquí actúa como si ejerciese la jefatura del Estado y el Ejército se convierte no en protagonista, sino en instrumento de parte: refuerza una idea de país que hace indistinguible Madrid, España y Estado, como si todo fuera lo mismo y todos estuvieran de acuerdo en cómo se declina y define».
Amat considera una «cutrez el boicot a Félix Bolaños» (¿cómo se puede ser tan sectario?), para añadir: «Lo que debería incomodar a los presentes es que la banda militar interprete el himno nacional o que la Comunidad se arrogue la bandera nacional y, sobre todo, que se rindan honores de ordenanza a la presidenta».
Pues bien, lo que dice Amat de Ayuso lo podría extender a mi humilde persona, que ocupé hace ya tiempo ese cargo y recibí los mismos honores militares.