Las listas de Bildu, el silencio del Gobierno
«Un triunfo de la democracia sería que los partidos políticos y los electores repudiasen a quienes se enorgullecen de haber sido cómplices del dolor»
Cuando Covite reveló que Bildu había incluido en sus listas electorales a 44 personas condenadas por su relación con ETA, soñé que sus defensores habituales se daban una tregua. Pero los sueños sueños son, y volvieron con los argumentos de siempre: «Le pedimos a ETA que dejara las armas e hiciera política. Ver a un exmiembro en una lista electoral es un triunfo de la democracia. Es mejor que estén en política a que estén matando». Falacias que no por manidas resultan menos insultantes.
La revelación ha forzado un ejercicio necesario de memoria colectiva. ¿Quiénes son y qué hicieron los candidatos de Bildu? El perfil más glosado es el de Juan Ramón Rojo González, número 21 en la lista a la alcaldía de Irún. El 14 de enero de 1992, Rojo asesinó, junto a Juan Carlos Iglesias Chouzas, Gadafi, al policía José Anseán. Lo acribillaron cuando caminaba junto a su mujer hacia la parada del autobús. La tragedia no terminó ahí: el hijo de ambos se suicidaría años más tarde, un día después de que la Audiencia Nacional condenara a Gadafi a 50 años de prisión por el asesinato de su padre.
Cinco meses antes, en agosto del 91, Rojo había asesinado, en la misma Irún en la que ahora es candidato, al joven Francisco Gil Mendoza. Y aquí una curiosidad: también fue condenado por este crimen el etarra Iñaki Rekarte Ibarra. Rekarte pasó 21 años en prisión pero, a diferencia de Rojo, ha renegado de su pasado violento y se ha arrepentido públicamente de sus crímenes. No he visto a a Rekarte en ninguna lista electoral. Tampoco me consta que la izquierda abertzale le haya organizado ningún homenaje. Si es cierto que Bildu rechaza la violencia, ¿por qué desprecia a los terroristas arrepentidos y premia a los orgullosos? Simple: Bildu no rechaza la violencia. Los candidatos como Rojo son un activo por haber matado —no a pesar de ello— y por no haberse arrepentido.
«ETA no existe, pero sus ideas, como sus militantes, viven. Y también sus víctimas»
La izquierda abertzale no dejó de matar para hacer política; decidió hacer política porque, derrotada en lo policial y económicamente asfixiada, no podía seguir matando. No fue un gesto de contrición, sino puro tacticismo. Ver a pistoleros y colaboradores de ETA en listas electorales no es un triunfo de la democracia. Al contrario, un triunfo de la democracia sería que los partidos políticos y los electores repudiasen a quienes se enorgullecen de haber sido cómplices del dolor.
Los de siempre adornan sus falacias con dos perogrulladas: las listas cumplen con la legalidad y ETA ya no existe. Es llamativo que esto último lo repitan quienes reclaman sanciones para los enaltecedores del franquismo. En este caso, los de siempre sí entienden que la muerte del perro no acaba con la rabia: ETA no existe, pero sus ideas, como sus militantes, viven. Y también sus víctimas. Es importante reiterar que el dolor nunca es cosa del pasado.
Las acciones de Bildu y las reacciones de Podemos y ERC no son una sorpresa. Pero el Gobierno de España ha sido tan incapaz de mostrar su repulsa a la inclusión de los cómplices de ETA en las listas electorales como de pronunciar unas palabras de solidaridad con las víctimas. No me malinterpreten, al Gobierno no le exijo acciones legales, sino reacciones morales. Tan sólo le pido que no calle ante este homenaje al terror.