Bildu-Sánchez: prueba de vida
«La prueba de vida ha de aportarla el secuestrado que, en realidad, actúa como intermediario, con los españoles como rehenes»
Hace más lustros que años se pusieron de moda películas de acción con el pago de un rescate por secuestro como fondo de la trama. Así supimos de la importancia de la ‘prueba de vida’ del secuestrado, que el aguerrido intermediario de la película exigía a los secuestradores antes de ningún desembolso por parte de su cliente. En la trama de acción en la que vivimos es el secuestrador quien exige una prueba fehaciente a su secuestrado-voluntario de que le seguirá rindiendo todos y cada uno de los pagos acordados. Por eso, aquí y ahora, la prueba de vida ha de aportarla el secuestrado que, en realidad, actúa como intermediario, con los españoles como rehenes. Y los secuestradores se tronchan de risa al comprobar cuánto padece su voluntario-secuestrado con la exposición pública, y sin filtros, de la evidente naturaleza mafiosa de a quienes se ha entregado.
En el vuelo de vuelta a España desde el aparcamiento de la Casa Blanca, el presidente Pedro Sánchez ha tenido tiempo sobrado para recordar mil y una veces su incumplida promesa de no pactar jamás con Bildu. Sabía entonces, y le han recordado ahora, que Bildu es Bildu. Y que regalarle a Bildu el papel de publicista de una ley de vivienda, o de redactor de una ley de memoria escasamente democrática, o de diseñador de nuevos impuestos y leyes trans, o de conseguidor de traslados de presos etarras con sus terceros grados incluidos, o de evidente impulsor de la salida de la Guardia Civil de parte del territorio español… son solo pagos parciales que le han permitido pasar cinco años en La Moncloa, pero que en nada pueden cambiar la naturaleza chantajista de su más eximio socio-preferente «en la dirección del Estado».
«No hay novedad en el hecho de que Bildu lleve a condenados por terrorismo en sus listas electorales»
No hay novedad en el hecho de que Bildu lleve a condenados por terrorismo en sus listas electorales. Así lo ha hecho siempre esa marca y todas las marcas previas de una diversificada organización que, hasta hace poco y mientras lo creyó útil, hizo política por lo criminal (ETA) además de por lo civil (sus batasunizadas marcas). Si acaso sorprende la cantidad… y el ominoso detalle de promover como concejales a quienes antes asesinaron, precisamente, en la localidad en la que ahora se presentan. Pudiendo elegir cualquier otro pueblo, ¿qué necesidad había? Toda.
Para entender la naturaleza de la apuesta hay que atender a José Luis Rodríguez Zapatero, ideólogo principal del blanqueamiento de ETA. Adelantó su criterio al inicio de la semana, antes incluso de que el diario ABC hiciese pública la lista de los 44, con siete por delitos de sangre, que ha recopilado la asociación de víctimas Covite.
«Dijimos a quienes apoyaban el terror en su día que si dejaban el terror tendrían juego en las instituciones, y creo que esa promesa democrática ¡hay que mantenerla!», contó el expresidente Zapatero subrayando enfáticamente sus seis últimas palabras: «esa promesa democrática ¡hay que mantenerla!». La promesa fue rotundamente suya y, quién sabe, quizá lo sea también la vocación de mantenimiento de los pactos de Sánchez con socios tan preferentes como Bildu. ¡Hay que mantenerla! y, como reclama Oskar Matute, desde Bildu, dejar de hacer «ruido».
El primer problema es que, en plena campaña electoral, el «ruido» por la lista de los 44 ha exhibido que la promesa de Zapatero y el pacto de Sánchez no sólo regala megáfono y decibelios a quienes apoyaban el terror sino también a quienes lo practicaban… quizá cumpliendo instrucciones de los que lo apoyaban. Y hay un deber de reciprocidad entre practicantes del terror y sus apoyos dentro de la diversificada organización que ahora vemos como Bildu. La explicitó Arnaldo Otegi en una célebre declaración suya de octubre de 2021: «Tenemos a 200 presos en la cárcel y si para sacarlos hay que votar los Presupuestos, pues los votamos». ¿Queda claro? Cristalino. Y ese deber de reciprocidad avanza con la lista de los 44 candidatos electorales premium de Bildu; muy en especial con los 7 cómplices de asesinato.
«Y hay un deber de reciprocidad entre practicantes del terror y sus apoyos dentro de la diversificada organización que ahora vemos como Bildu»
El segundo problema es que ese ejercicio de reciprocidad de Bildu entre sus activistas por lo civil y por lo criminal es una patada en la boca de la inmensa mayoría de los españoles. En especial en la de todos los que tienen un poco de memoria democrática reciente. Y muchos de ellos son votantes socialistas. Por eso el jueves, desde Aragón, el presidente y candidato Javier Lambán rompió el estruendoso silencio que, junto a alguna desdichada evasiva, mantenían los dirigentes socialistas: «Por mí Bildu puede incluir en sus listas a quien quiera, pero el PSOE debe romper con un partido que incluye en sus listas a asesinos». Y ayer, delante de Sánchez, el manchego Emiliano García Page también buscó distanciarse de su secretario general.
Parece que a Lambán y a Page esa cabeza de caballo que Bildu ha colocado en la cama de su insomne líder -y que podría resumirse con el eslogan ‘¡soy Txapote, vótame!’- les resulta rotundamente inconveniente para sus perspectivas electorales. No sólo a ellos dos. El viernes, en su rueda de prensa en las afueras de la Casa Blanca, también el presidente Sánchez proclamó: «Hay cosas que pueden ser legales pero no son decentes y ésta es una de ellas». Decente no es, ciertamente. Imprevisible, tampoco. Pero, ¿cuál será la consecuencia de constatar la indecencia? Silencio…
Consecuencia es lo que ha pedido Alberto Núñez Feijóo en estos últimos días a los candidatos socialistas. Les invita a exigir a Sánchez la ruptura con Bildu. En su defecto, que sean ellos quienes rompan con el PSOE sanchista. Muy improbables ambas, más allá de las declaraciones de incomodidad de Page y de Lambán. Menos mal que Zapatero ha salido al rescate del presidente del Gobierno. Este sábado, desde León, se puso campanudo: «La democracia tiene unas reglas que hay que cumplir». Esas reglas zapateriles consisten en bendecir, ¡por supuesto!, que Bildu puede presentar en sus listas a todos los asesinos que estime oportuno y conveniente. Su «promesa democrática ¡hay que mantenerla!».
En esto consiste la ‘prueba de vida’ que Bildu impone a Sánchez con sus 44, y con sus 7: mantenerte en la ignominia sin que se te mueva un músculo. Y sin hacer «ruido». Es una prueba tan exigente que podría indicar que Bildu (al igual que el Podemos de Pablo Iglesias) tiene serias dudas de las opciones de futuro Gobierno de su patrocinado, y habría decidido marcar su territorio para apuntarse el dictado de su punto final. ¿La prueba de vida será una prueba de muerte?