Sánchez y el mercadeo electoralista
«Esta compra de votos sale de nuestros bolsillos y el dinero va a parar tanto a personas con necesidades económicas como a las pudientes»
A mediados de los 90, con 25 años, me compré un piso con el que entonces era mi pareja. No era algo extraordinario, ya que prácticamente todas las personas de mi entorno (amigos, compañeros de instituto, primos…) hicieron lo mismo. En realidad, la excepción fue cuatro amigas que decidieron compartir un piso de alquiler en Barcelona. Estoy hablando de la periferia, de personas de origen humilde, recién licenciados o sin estudios universitarios y, sin embargo, esta antigua normalidad es ahora casi inconcebible para la mayoría de los jóvenes porque el acceso a la vivienda es uno de los grandes problemas de España, lo cual significa que hemos empeorado bastante en estos 30 años. Y sin irnos tan lejos, con el mandato de Sánchez hemos perdido un 5,1% de nuestro poder adquisitivo con respecto al 2019 mientras que la media de la OCDE ha crecido un 0,8%.
La dificultad para tener un hogar y la enorme cantidad de desahucios que se produjeron en la primera década de este siglo sirvieron como plataforma de lanzamiento de políticos como Ada Colau que, lejos de solucionar el problema, lo han agravado al sumar otro nuevo: el aumento de la okupación. En Barcelona, por ejemplo, ha acabado produciendo situaciones tan delirantes como las de estos días con los mossos protegiendo a los okupas de la zona alta y a estos campando a sus anchas por las calles con martillos, piedras y bolas metálicas con las que se dedicaron a romper los escaparates de diferentes establecimientos. Cabe recordar que casi la mitad de las okupaciones de España se producen en Cataluña y que, además, en algunos casos se ha convertido en algo lucrativo porque los okupas alquilan o venden las propiedades okupadas. Y para el negocio de las alarmas, claro, que están haciendo su agosto al sumar a la amenaza robos la de la okupación.
El problema de la vivienda no nace con este Gobierno, pero la realidad es que Sánchez lleva cinco años en el poder sin hacer nada al respecto y por eso resulta tan insultante que ahora que se acercan las elecciones utilice los mítines y las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros para lanzar promesas electorales de ampliación del parque público o para comunicar la aprobación de la concesión de una línea de avales del ICO para la compra de la primera vivienda habitual. Una medida parecida, por cierto, a otra anunciada anteriormente por Feijóo y que los socialistas criticaron.
En todo caso, no es lo más disparatado que ha hecho Sánchez para intentar revalidar su mandato. Mucho peor es el regalo de 400 euros para que lo jóvenes se los gasten en libros, cine y videojuegos: 400 eurazos que pagamos entre todos y que, además, sus padres tienen que tributar en la declaración de renta. O peor aún, la bonificación del 50% de los billetes de Interrail para jóvenes hasta 30 años. ¿De verdad nos tienen que freír a impuestos para esto? Alguien de 30 años debería de poder tener acceso a un trabajo digno y a una vivienda y no andar recibiendo ayuditas para sus vacaciones. Y la última ocurrencia hasta el momento: la rebaja de las entradas de cine para que los mayores de 65 años, que nos va a salir por un pico y dudo que vaya a mejorar sustancialmente la vida de nadie.
«Espero que esta burda –y cara- estrategia electoralista no nos haga olvidar las tropelías de Sánchez»
Esta compra de votos sale de nuestros bolsillos y el dinero va a parar tanto a personas con necesidades económicas como a las pudientes, en lugar de destinarlo a cosas realmente necesarias como rebajar las listas de espera de la sanidad o de las residencias, mejorar las instalaciones de los juzgados y las condiciones laborales de sus trabajadores o ayudar a los alumnos con necesidades educativas especiales por poner solo algunos ejemplos.
De verdad espero que esta burda –y cara- estrategia electoralista no nos haga olvidar las tropelías que ha cometido Sánchez durante su mandato. Aquí van algunas: encerrarnos en casa durante la pandemia de forma inconstitucional y, para colmo, tener las peores cifras de fallecidos; el misterio de las maletas de Delcy; el acercamiento de presos de ETA que, junto con la cesión de la gestión de las prisiones al PNV, suele suponer su excarcelación; los indultos a los golpistas catalanes y el abaratamiento de la malversación; la despenalización de los golpes de Estado que nos deja desprotegido ante nuevos intentos que los independentistas ya han dicho que piensan perpetrar; el uso sin tasa del Falcon mientras presume de preocupación por el cambio climático; sus oscuros tratos con Marruecos que han significado, entre otras cosas, el cambio de postura unilateral con respecto al Sahara y pérdidas económicas con Argelia; la ley del solo sí es sí que ha rebajado la pena de más de mil violadores y ha destipificado algunos delitos de pederastia y, como no, la ley Trans que va a destrozar la vida de muchos menores como ya ha sucedido en otros países.
Estas son solo algunas de las barbaridades del Gobierno de PSOE y Podemos, pero no podemos olvidar una de las más repugnantes consecuencias de la degradación de la democracia que ha supuesto su mandato: el blanqueamiento de Bildu al convertirlos en sus socios de Gobierno y que ha dado como resultado que 44 etarras, algunos de ellos asesinos, estén presente en las listas electorales. Y, por supuesto, no sirve replicar que mejor están en las instituciones que matando, porque es de una bajeza moral que las víctimas no merecen y porque no, esto no es una victoria de la democracia como quieren vendernos socialistas y podemitas, sino una nauseabunda victoria de los terroristas. Tengámoslo presente a la hora de meter la papeleta a la urna.