Bildu: lo primero es saber
«Siendo así que estamos en el momento álgido de la comercialización de la verdad, la decencia y la democracia, conviene enterarse de cómo hemos llegado a esto»
Muchos votantes de la próxima semana nos preguntamos cómo es posible que el sistema entero, la democracia misma de un país casi europeo se haya estropeado hasta tal punto que en estas elecciones pueda aparecer una candidatura formada por asesinos y sus colaboradores. ¿No es algo más propio de países como el México de López Obrador, ese moralista? Pero allí incluso disimulan los candidatos puestos y financiados por los mercaderes de la droga y del asesinato. Es un último homenaje a la hipocresía: por lo menos no se sabe cuáles son los individuos que presenta o financia el crimen. Aquí sí se sabe, son los nacionalistas vascos de Bildu y sus socios socialistas.
Que un grupo de asesinos condenados por la justicia pueda representar a un país, a una nación, a una localidad, es en verdad extravagante. Sólo ha sucedido, que yo sepa, en algunos momentos de Guerra Civil, como la que sostuvieron en Irlanda los asesinos del IRA y los soldados y paramilitares de la Gran Bretaña. Entonces sí se produjo un lento y sangriento proceso en el paso de los terroristas a los grupos civiles aceptados por el sistema para presentarse democráticamente a las elecciones. Ellos se llamaban a sí mismos Sinn Féin, que quiere decir «nosotros», no «ellos», claro: arios, no judíos. Sin embargo, el caso de Bildu es distinto porque los asesinos irlandeses mataban a los invasores (según su concepto de la nación) en tanto que ETA mató a todo cristo, fueran españoles, vascos, catalanes o andaluces, estuvieran o no en el País Vasco, tuvieran o no actividad política alguna, en fin, mataron todo lo que se les puso delante con un elevado número de cadáveres infantiles.
Es decir, que los asesinos que presenta Bildu y que acepta Sánchez, se parecen más a los de los narcos mexicanos que a los nacionalistas irlandeses. Una diferencia, a mi entender, de una notable importancia porque los irlandeses eran asesinos políticos, como las Brigadas Rojas, digamos, en tanto que los narcos mexicanos sólo persiguen la protección de su negocio. Y los actuales representantes de la extinguida ETA sólo persiguen el mantenimiento de su negocio.
«Sánchez es un gobernante sin otra ideología que el mantenimiento de su poder, es decir, de su negocio»
Si damos un paso más, eso es también lo que permite a Sánchez aceptar asesinos en las listas electorales de su conglomerado gubernamental, porque es un gobernante sin otra ideología que el mantenimiento de su poder, es decir, de su negocio, en el que ha involucrado a una ingente cantidad de clientes, miles de funcionarios, centenares de altos cargos o directores de agencias estatales, y, últimamente, a los pensionistas, a los jubilados, a los jóvenes que viajan en tren y a una inmensa cantidad de ciudadanos a los que ofrece dinero a cambio de su voto. Un aluvión de dinero estatal, es decir, nuestro, sin la más mínima indicación ideológica. Todo lo más habla de un «Estado social» o de «proteger a los débiles contra los fuertes», siendo los fuertes sencillamente «los ricos», «los empresarios» y otras puerilidades propias de un cristianismo putrefacto. Es decir, un conjunto ideológico digno, en efecto, del narcotráfico.
¿Cómo se ha llegado a esta comercialización absoluta? Todo comenzó a finales de los años ochenta del siglo pasado con aquellos fenómenos mundiales llamados «neoliberalismo» y «posmodernidad». Entonces se pusieron las bases de la actual mercantilización absoluta. La muerte del mundo honrado y verdadero, de la responsabilidad individual, de la honradez, de la enseñanza. Y tuvo, además, sus ideólogos, Foucault, Derrida, Barthes, Lyotard fueron los más conocidos, pero engendraron centenares de seguidores menos dotados. Ellos cambiaron la antigua ideología de izquierdas en la actual mercancía de izquierdas. La lucha de clases por la lucha de identidades; el enfrentamiento de mayorías y minorías por el capricho de unas minorías opresoras de las mayorías.
Para entender esta demoníaca decadencia es muy instructivo el libro de Stuart Jeffries Todo, a todas horas, en todas partes (Taurus), un excelente resumen del proceso que antes he descrito como mercantilización ideológica. Y siendo así que estamos en el momento álgido de la comercialización del honor, la verdad, la decencia y la democracia, conviene enterarse de cómo hemos llegado a esto, si queremos enmendarlo en algún momento. O si podemos, porque es posible que no tenga otro remedio más que la catástrofe.