THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

La gran 'encisadora'

«La escultura dedicada a fray Pedro Ponce de León en Barcelona es una buena metáfora de quienes viven en silencio por la prohibición de hablar en su lengua»

Opinión
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La gran ‘encisadora’

Ilustración de Erich Gordon.

Así llamaban los modernistas a la ciudad de Barcelona «la gran encantadora», aunque con un sentido más incisivo: seductora, fascinante, embrujadora, hechizadora. Un polo de atracción para el resto de las tierras catalanas, sumamente pobres y poco atractivas en aquellos tiempos. De modo que regresé una vez más a la encisadora.

Esta vez lo que fallaba en el Ave de Madrid era la megafonía. Nos ahorramos ser saludados en tres lenguas, pero cavilamos sobre el terrible silencio que nos envolvería en caso de peligro o de accidente. El silencio sería el elemento dominante de esta excursión.

Al llegar al hotel me sorprendió el cinismo de la empresa: eran las doce y no me dejaban entrar en la habitación antes de las dos de la tarde, que es la hora cuando la mayoría hemos quedado con gente diversa. Ahora bien, si le daba diez euros al recepcionista la empresa me abría la habitación de inmediato. Pagué, claro, pero luego añadió con gesto ladino que debía diez más por los impuestos de la alcaldesa Colau para dos noches.

«Muchas de las medidas ya aprobadas por Sánchez seguirán destruyendo a España muchos años»

Y pensar que Cervantes dijo de esta ciudad que era un «archivo de la cortesía, albergue de extranjeros…» Pues ya no. Me consolé con dos experiencias gratas. La presentación del libelo de Rosa Díez, Caudillo Sánchez (La Esfera de los Libros), que sin duda leerán con gran provecho tanto el caudillo como sus empleados. ¡Qué admirable energía la de esta lúcida luchadora! Expuso con una retórica digna de un Parlamento europeo por qué es tan peligroso nuestro actual jefe de gobierno, y no es sólo por lo que ya ha hecho para arruinar al país, sino por lo que seguirá haciendo cuando pierda las elecciones porque muchas de las medidas ya aprobadas y aplicadas por sus sumisos servidores seguirán destruyendo a España muchos años.

La segunda grata experiencia fue subir todo el Paseo San Juan, desde el Arco de Triunfo hasta la Travesera de Gracia donde acaba, para husmear dos librerías que me habían recomendado. El Paseo es (nunca había reparado en ello) un museo de escultura ochocentista. Hay un grupo en cada encrucijada, rotonda o plazuela. Está representada una buena parte de los personajes míticos del nacionalismo catalán, los ídolos de la angustiada búsqueda de identidad. Algunas son muy hermosas, como la del Doctor Robert. Otras, más modestas o casi vienesas, como la de Clavé, el fundador de los coros que llevan su nombre. Este hombre fue el primero en arrancar del silencio a Wagner en España con los coros del Lohengrin.

La que más me emocionó, no obstante, es casi invisible. Se trata de un pequeño grupo dedicado al clérigo del siglo XV fray Pedro Ponce de León, el único charnego que figura en el Paseo. Está al principio de todo, en una parcelita medio calva y sarnosa, lo que supongo que le ha salvado de la inquisición. Este fraile se dedicó a la enseñanza de los niños sordos y sordomudos. Su imagen es clásica, pero la del niño al que está adiestrando casi me hace llorar. El pequeño tiene los ojos desmesuradamente abiertos y dirigidos a su salvador con una expresión de terrible urgencia. Uno imagina el silencio asfixiante que le envuelve desde que nació, y la luz que es el único puente entre su oscuridad y el mundo luminoso.

Una buena metáfora de quienes viven en silencio, cercados por la prohibición de hablar en su lengua.

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