THE OBJECTIVE
Alfonso Javier Ussía

Moderación contra polarización, la única salida

«Por mucho que sigan tratando de enfrentarnos, somos hermanos, voten a quien voten, somos iguales»

Opinión
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Moderación contra polarización, la única salida

Un hombre eligiendo papeletas en un colegio electoral de Castilla y León. | Europa Press

Están las cosas llegando a ese final donde la democracia recupera voz, las urnas, las elecciones, llámenlo como les guste. Incluso sabiendo que la democracia como tal está llegando a su fin, ¿de qué nos sirve votar a uno u otro partido si después se engaña, se pacta, digamos que hacen todo lo que juraron que nunca harían? Pues en esas estamos. Paseíllos, giras dignas de los Rolling Stones, comilonas, viajes, mítines y promesas que se quedarán en agua de borrajas si es que nos queda agua sucia aunque sea para avisar como antaño limpiaban las calles: ¡Agua va! Y no caen más que defecaciones electorales. 

La polarización ha conseguido que la gente sólo vote con la herencia genética de sus mayores. De este modo, hay todavía algunos pececillos que votarán a Podemos pensando que es el partido de la gente, sin entender que son más pijos que los Alfonsinos que todavía esperan que del Palacio Real se abran de nuevo los balcones y vistan de armiño como hemos visto recientemente en Albión. Lo mismo pasa al otro lado del escenario, el Partido Popular jugando a la ambigüedad mientras vende el suelo entero o Vox intentando arañar votos metiendo miedo y pánico.

Y el PSOE, ¿qué ha quedado del PSOE? Un partido que tiene cien años de historia y que ha participado de todo aquello que nos ha hecho peores, ¿qué nos queda? Ahora tienen los huevos de decir que acabaron con ETA, pero hombre, quizá fue la Guardia Civil, los jueces, la Policía Nacional y la Sociedad, que se levantó y quitó la careta del cinismo después del abominable asesinato de Miguel Ángel Blanco. Txapote disparó, por cierto. Dicen que no se utilicen a las víctimas del terrorismo, pero, ¿acaso han hecho algo que no sea utilizar a las víctimas del terrorismo? Las de Franco, las de ETA, sin olvidar el asesinato de Calvo Sotelo hace casi un siglo, líder de la oposición. Menos dignidad altiva y más reconstrucción social. Menos pisos prometidos, ayudas por votos, y menos Falcon, que no está el cielo para tanta turbulencia. 

De la moderación a la polarización hemos perdido la salud democrática, y debemos revertir este proceso para recuperarnos, ha de ser la moderación la guía de estilo para construir una sociedad mejor. Se ha terminado eso de poner cara de indignado, esas formas callejeras que son más propias de la Cañada Real que del Congreso de los Diputados. Ya no cuela seguir hablando de Franco, de la memoria democrática o de los derechos de los trabajadores pues todo aquél que se llena la boca con estas máximas está faltando principalmente a su verdad.

Y nosotros, los de abajo, debemos tener la altura moral de no aceptar más insultos, más bandazos, y dejar esa forma de intoxicarnos cada vez que el Sálvame de la política se cobra algún que otro favor, ya sea en forma de publicidad institucional o de periodismo de amiguetes; somos los únicos que podemos cambiar esta tendencia en las urnas. Y aún corremos el riesgo que nos tomen por el pito del sereno y vuelvan a hacer lo que dijeron que no harían con tal de mantenerse en esa industria pública que supone la paguita y la nómina abarrotada de dietas, ajustes, desplazamientos y demás tropelías de banda criminal organizada. 

«El domingo que viene, los ciudadanos tenemos la oportunidad de revertir todo aquello que nos han robado y nos han quitado a golpe de mentiras y cinismo»

Francisco Pi y Maragall decía «que las convicciones políticas son como la virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recobrarse» y tenía más razón que un santo, pasen y vean, no queda nada de lo que fueron una vez maman de la teta del Estado, y encima tienen el coraje de jugar a sentimientos febriles de enfrentamiento y mezquindad. 

Como en todo, los que nos llevamos la peor parte somos nosotros, los ilusos que volvemos a las urnas intentando mejorar una sociedad que están partiendo desde arriba. ¿Por qué una parte de la izquierda —si no toda— prefiere ponerse del lado de los terroristas que de las víctimas? Lo hemos visto ahora con Bildu, dónde alguno se ha atrevido a comparar a ETA y sus hijos de puta con el PP o la Guardia Civil. ¿De verdad queda gente en su sano juicio que no entienda la diferencia?

La generación de indignados no ha hecho otra cosa que indignarse con todo, excepto con lo bien que les va la vida ahora, justo cuando peor nos va al resto de la sociedad. 

Vinieron para democratizar y mejorar las instituciones, y a golpe de herencias, de nóminas y de crispación, no han hecho otra cosa que subir escalones a costa de empujar al resto hacia abajo, enfrentándonos, polarizando e insultando la inteligencia y buenas maneras de la gente que madruga y trabaja a destajo para que éstos sigan manteniendo sus chiringuitos de comisiones y de bajezas. 

Hay varias certezas indiscutibles, como que la cesta de la compra cuesta el triple que hace cinco años, como que excepto los políticos, los demás tenemos hipotecas más caras, combustibles a precio de oro, dificultades para pagar las necesidades básicas, colas de hambre, sonrisas malvadas que se dibujan en la cara de su absoluta falta de modales y de moral. Más de 4.000 personas se suicidaron el año pasado y el presidente sólo ha lamentado el de un etarra. Sigan construyendo en base al odio y al enfrentamiento de iguales, ya sabemos cómo acaban esas bajezas. Pero ahora, el domingo que viene, los ciudadanos tenemos la oportunidad de revertir todo aquello que nos han robado, nos han quitado a golpe de mentiras y cinismo. También podemos seguir creyéndonos cada una de las patrañas por las que se descojonan cuando la cámara se apaga. 

Sólo en la moderación recuperaremos la normalidad. Por mucho que sigan tratando de enfrentarnos, somos hermanos, voten a quien voten, somos iguales. Podemos seguir pretendiendo que somos enemigos, pero no, amigo mío, somos como dos gotas de agua. Así que utilicen la cabeza y no el odio para votar el próximo domingo. Es lo único que nos salvará de tanta inmundicia.

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