THE OBJECTIVE
Marta Martín Llaguno

Convirtamos la indiferencia electoral en diferencia

«Es triste que muchos tengamos que votar no tanto por un modelo de país como para que no se siga destruyendo el existente. Aun así, hay que ir a las urnas, sí o sí»

Opinión
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Convirtamos la indiferencia electoral en diferencia

Papeletas selladas en una urna de voto. | EFE

Uno de los mayores quebraderos de cabeza en la actualidad para quienes nos dedicamos a la investigación o al ejercicio del periodismo, la publicidad o la comunicación pública es el efecto evitación. Y es que cada vez hay más individuos que, deliberadamente, sortean los contenidos mediáticos, en especial si tratan de política

El fenómeno se relaciona, en primer lugar, con la sobreinformación: parece que el bombardeo de comunicaciones provoca rechazo, bloqueo y «falsa sensación de acción» (lo que en 1948, Lazarsfeld denominó «disfunción narcotizante»).  Y, en segundo lugar, la evitación se asocia también con determinados tipos de mensajes. En La espiral del cinismo, hace un cuarto de siglo, Joseph N. Cappella y Kathleen Hall Jamieson explicaron que, en la medida en la que los gobernantes y los partidos presentan relatos huecos que los medios reproducen, los ciudadanos se alejan de la democracia y acaban por no ver su utilidad. 

Recientemente se ha comprobado que la desafección, que en principio era hacia los políticos, se ha extendido también a los medios de comunicación, de manera que la confianza y el consumo informativo se han visto disminuidos por contagio.

El tema no es baladí. Entre política, comunicación pública y sociedad hay un efecto de vasos comunicantes, lo que se denomina «el nexo de confianza». Así, cuanta mayor es la suspicacia hacia partidos, gobernantes e instituciones, mayor el escepticismo con la comunicación. Y, a la inversa, a mejor credibilidad de los medios, más aprobación de las instituciones políticas.

«Parece que no ha aumentado, como otras veces,  el consumo de información de campaña»

Cuento todo esto porque este domingo hay comicios. 8.131 municipios, 12 comunidades y dos ciudades autónomas pueden cambiar de signo político en una llamada plebiscitaria a las urnas: es la primera ocasión en la que los ciudadanos podemos reprobar o aprobar indirectamente al Gobierno sanchista.  

Pese a su relevancia, en la calle no se respira ambiente electoral. En diarios en papel y digitales parece que no ha aumentado, como otras veces,  el consumo de información de campaña. Una alerta en toda regla sobre la salud de nuestra democracia y de nuestra sociedad. 

Y es que, seamos sinceros: mucha gente pasa. Ha llegado un punto en el que la impresión general es que (por supuesto con excepciones) los políticos y la política son males inevitables que los ciudadanos soportamos con resignación. De acuerdo con las encuestas del CIS, hoy son un problema para el 55,3% de los ciudadanos. Lo grave es que la preocupación no ha dejado de crecer desde 2011. Y, la verdad, no me sorprende.

Menuda diferencia con el clima que se respiraba hace ocho años. 

-Entonces, por estas fechas, llegábamos al final de una apasionante campaña. 

-Entonces, partidos como UP o Ciudadanos, que no habían tocado poder, ante la crisis del bipartidismo iban, hipotéticamente, a gobernar en municipios y comunidades autónomas. 

-Entonces, había fe en que la nueva política traería cambios

-Entonces, todo podía pasar: la esperanza y la incertidumbre enganchaban a la gente. 

Pero hoy, todo es diferente. 

Dos legislaturas y muchas cosas después, el efecto novedad se ha volatilizado: sabemos perfectamente cómo se han comportado aquellos y aquellas que han pisado moqueta y nos sobran certezas. En general, reina el cabreo y la decepción.  

A esto se suma que la contienda electoral en esta ocasión está siendo grotesca (con una teletienda de promesas electorales surrealista) e ignominiosa (con la inclusión de condenados por asesinato en las listas de Bildu). A mí personalmente tampoco me ayuda la sensación de nunca pasa nada, de que todo cambia para que nada cambie y de que, al final, la misma peña siempre se coloca en distintos sitios. En fin.

«Es importante recordar que la indiferencia es siempre amiga del enemigo»

En este contexto no es de extrañar que se haya disparado el efecto evitación. La mayoría de españoles siente una profunda indiferencia hacia la clase política por hastío, por saturación. 

Sin embargo es importante explicar que eso es precisamente lo que, con histrionismos y felonías, buscan aquellos que practican la anti-política, la política de la deconstrucción: desmovilizar al contrario. 

Elie Wessel, premio Nobel de la Paz, habló en 1999 de los riesgos de la indiferencia, más peligrosa que la ira o el odio. La lucha contra la evitación y el desentendimiento (de la política, de la vida pública) es el mayor de los retos al que muchos demócratas nos enfrentamos hoy. Y es importante recordar que la indiferencia es siempre amiga del enemigo, por lo tanto, nunca puede ser una respuesta. 

Nos guste o no, cabe recordar que los partidos no dejan de ser instrumentales. Y sí, puede que usted, que se considera un huérfano en estas elecciones, sienta apatía o pereza. Mi consejo: si no tiene claro a quién votar —porque no se identifica al 100% con ninguna opción porque la suya ha muerto— dele la vuelta. Piense quién tiene claro que no quiere que gobierne y préstele su papeleta a quien tenga más probabilidades de evitarlo

El verdadero esfuerzo ahora es convertir la indiferencia en diferencia. Es triste que muchos tengamos que votar no tanto por un modelo de país como para que no se siga destruyendo el existente. Aun así, el domingo hay que ir a las urnas, sí o sí. 

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