El Derby de los cursifachas
«El cursifacha por excelencia, el prototipo de cursifacha y también quizá el más peligroso es el animalista militante»
Faltan estudios perspicaces pero bienhumorados sobre algunos de los tipos más señalados de la época que padecemos (tomen este verbo cum grano salis, todas las épocas son lamentables, aunque la nuestra probablemente menos que la mayoría). Haría falta un La Bruyére que supiese pintar los tipos característicos de estos días con mala leche pero buena prosa y sobre todo sin pretensiones moralizantes: querer enmendar a los humanos es síntoma de que no se les entiende. De los contemporáneos sólo hay que reírse y precaverse, lo de arreglarlos dejémoselo a Dios… si está en vena. Los humoristas proporcionan a veces semblanzas lúcidas y divertidas en la prensa o los medios audiovisuales, aunque en la mayoría de los casos demasiado sesgadas políticamente. Ignacio Vidal Folch consiguió logros estimables con La cabeza de plástico o Los turistas del ideal y no he leído aún La mala víctima de Rosa Belmonte y Emilia Landaluce sobre el mundo de la información, pero el título es bueno y de ellas cabe esperar lo mejor.
En el campo ensayístico, y aquí quería llegar, tenemos un libro (librito o panfleto más bien, y que bien que lo sea) que considero casi imprescindible. El casi proviene de que tendrá segunda parte y lo imprescindible se lo repartirán entre las dos. Título: Mamotretos y armatostes (tranquilos, no guarda la mínima relación con el contenido del libro). Subtítulo: «Presentación del cursifacha» (éste sí va al grano). Si lo leen y no son bobos (si lo fueran tampoco me estarían leyendo a mí), les prometo aprendizaje y diversión, en casto maridaje…
El libro ha sido publicado por Varia Editio. Su autor, Enrique Gómez León, es doctor en Filosofía y ha intentado crear el concepto de un personaje que permite comprender alarmantemente bien algunas de las peores corrientes de nuestro tiempo. Llama a ese agente nada secreto cursifacha. Es facha o fascista no por ningún extremismo de derechas (lo mismo hay cursifachas que son o creen ser de izquierdas), sino por la mezcla de cualidades que lo definen: contrario a la modernidad, que identifica con el capitalismo y el mercantilismo (es uno de esos «enemigos del comercio» comentados por Antonio Escohotado), pero también a la tradición cultural, que le parece trufada de prejuicios señoriales; empeñado no en corregir la forma de pensar equivocada de sus convecinos sino en modificar su forma de vivir, sus gustos, sus fiestas, su alimentación o su erotismo; nacionalista extremista, pero con una identidad selectiva, sin raíces, que rechaza lo que no le gusta del pasado y elige de dónde quiere provenir; por lo demás, refractario a cualquier autocrítica, populista de masas, opuesto a las votaciones y partidario de la exaltación unánime de los héroes (se trate de los jefes o de quienes están dispuestos a sacrificar más por ellos).
Hasta aquí la caracterización del facha, de izquierdas o derechas. Pero estos además son cursis, y lo cursi se manifiesta «con un lloriqueo tenaz con el que se pretende dar seriedad a las manifestaciones mas pomposas y vacías, demostrar un compromiso insobornable en pro de las causas mas ridículas, aparecer como un alma bella y conmovida ante los desastres del mundo. (…) Así será también el fascista actual más abundante. No renuncia al mal, pero sujeta un osito de peluche mientras te acosa y te acusa enhebrando Grandes Palabras»( p.57).
«Pero hay animalistas empeñados en cambiar nuestra forma de convivir con los animales, incluso con aquellos llamados ‘domésticos’ que nosotros mismos hemos creado con determinados propósitos»
En la órbita de lo que se ha llamado la religión woke (véase La religion woke, de Jean-François Braunstein, ed. Grasset, lamentablemente aún no traducido al español) hay cursifachas de muy distintos temas y tamaños, pero creo que el cursifacha por excelencia, el prototipo de cursifacha y también quizá el más peligroso (porque sintoniza con la sensiblería antiespiritualista del utilitarismo anglosajón) es el animalista militante. No me refiero principalmente al vegano, que prefiere una dieta distinta a la común por razones que cree higiénicas o de respeto al planeta. Mientras no pretenda imponerla a todos, en especial a los niños en los comedores escolares, o martirizando el trabajo de los ganaderos, lo cual ya es propio de cursifachas, se puede discutir más o menos amablemente con ellos. Para quien necesite argumentos científicos para desmontar el andamiaje vegano-animalista, recomiendo Razones para ser omnívoro. Por tu salud y la del planeta (ed. Servet), un buen libro del veterinario Juan Pascual. Se abre con una cita bonita y oportuna de Albert Camus: «El hombre es la única criatura que rechaza ser lo que es». Pero hay animalistas empeñados en cambiar nuestra forma de convivir con los animales, incluso con aquellos llamados «domésticos» que nosotros mismos hemos creado con determinados propósitos. ¡Domesticar significa esclavizar, aunque a diferencia de otros esclavistas los humanos inventamos por vía de crianza y selección genética a los siervos que nunca habrían existido sin nosotros ni seguirían existiendo si les «liberásemos»! En este punto los cursifachas se desmandan y atacan algunos de los intercambios tradicionales mas bellos y poéticos que tenemos con animales, como son las corridas de toros o las carreras de caballos.
Este año a los amantes de los caballos de carreras nos ha tocado soportar el pringoso pero agresivo «homenaje» de los cursifachas en el Derby de Epsom. Ya en abril los alborotadores de Animal Rising retrasaron la salida del Grand National de Aintree, poniendo en peligro la integridad de caballos y jinetes (aunque ellos de esos asuntos realistas no saben nada de nada, viven en sus desbordamientos narcisistas). Ahora le tocó al Derby de Epsom 2023, quizá la prueba más bella y prestigiosa de Europa, que llevaba amenazada durante semanas por los zopencos de esa piara fanática. Con una transigencia excesiva, los directivos del Jockey Club dialogaron con los brujos de la tribu y hasta les reservaron en el hipódromo un lugar donde podían sin obstáculo exhibir su merchandising y hacer propaganda, aunque las masas no se arremolinaron en su derredor. Finalmente algunos de los mas exaltados –lo que siempre se ha llamado benévolamente «cabezas de chorlito», aunque sean premiados por fundaciones españolas por sus aportaciones al progreso de la ética- trataron de pasar a la acción directa y saltaron a la pista al comienzo de la carrera. Por suerte las fuerzas de seguridad estaban al quite, nunca mejor dicho, y hubo 31 detenidos, seguro que tratados con la mas versallesca corrección. ¡Lástima tener que derrochar fondos públicos y cortesía civil por culpa de los cursifachas, pero todo antes que cederles el paso y concederles la mínima superioridad moral… o mental!