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Matteo Re

Se va Berlusconi, se cierra una época

«¿Qué pasará ahora con Forza Italia? Habrá que ver si el partido aguanta la ausencia de su carismático líder o acaba desapareciendo con él»

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Se va Berlusconi, se cierra una época

Silvio Berlusconi. | EFE

Pocos políticos italianos han llegado a ser tan divisivos como Silvio Berlusconi. O lo amabas o lo odiabas, tertium non datur. La equidistancia no estaba siquiera contemplada a la hora de hablar del cavaliere. Ya habrá tiempo para juzgar de manera crítica su legado, sus actitudes histriónicas y a veces fuera de lugar, sus trapicheos, sus amistades poco recomendables y los numerosos escándalos en los que se vio envuelto. Hoy, sin embargo, toca aplazar los reproches y tratar de analizar cómo un personaje tan criticado, dentro y fuera de Italia, ha logrado mantenerse durante décadas en el Olimpo político de la tercera economía de la eurozona y sobre lo qué pasará de ahora en adelante. 

Silvio Berlusconi fundó su partido en 1994, en un momento muy complicado para el país, que se encontraba sumido en unos escándalos de corrupción institucional, que afectaron especialmente a la Democracia Cristiana y al Partido Socialista Italiano. Durante la Operación Manos Limpias, tal y como se llegó a denominar el proceso judicial llevado a cabo por unos magistrados empeñados en desarticular esa red de sobornos, la población no dudó en apoyar a los jueces, expresando su rechazo hacia los políticos deshonestos. Fue en ese momento cuando Silvio Berlusconi (persiguiendo también unos claros beneficios de naturaleza personal) decidió presentarse a las elecciones generales. Lo hizo creando un nuevo partido que ya por el nombre indicaba una novedad a nivel comunicativo. Forza Italia es el lema que los aficionados italianos suelen gritar para animar a su selección de fútbol. Desaparecía, por lo tanto, de un plumazo cualquier referencia directa a un partido. En su programa electoral inicial destacó, en pleno postcomunismo, la idea según la cual la principal amenaza para el país era justamente el comunismo. Ese mensaje caló hondo entre sus posibles votantes y, de hecho, le procuró numerosos votos, tanto es así que, en pocos meses pasó de crear Forza Italia a gobernar el país.

El individualismo político de Berlusconi se impuso desde el principio, impulsado por su fuerte personalidad y avalado por sus éxitos profesionales. El Berlusconi empresario con visión de futuro, el Berlusconi propietario de las principales cadenas televisivas privadas, el Berlusconi presidente del equipo de fútbol más exitoso de aquella época (el Milan A.C.), fueron algunas de las imágenes que lograron cautivar a una parte de su electorado. El resto solía quedar fascinado por su manera asequible (pero eficaz) de comunicar, basada en el ofrecimiento de soluciones sencillas para problemas complejos, siendo esta una de las principales características del populismo. 

Su manera tan personal de interpretar la política incluía filias y fobias privadas. Eso explica su conexión con algunos mandatarios de dudosa moralidad y su animadversión hacia otros mejor valorados. 

«Toca aplazar los reproches y tratar de analizar cómo un personaje tan criticado ha logrado reinar durante décadas en la tercera economía de la eurozona»

Una de las principales cualidades del Berlusconi político fue quizá haber conformado una coalición de centro-derecha que, a pesar de las evidentes incongruencias internas, logró mantenerse compacta en el tiempo. La Lega Nord de Umberto Bossi, un partido autonomista que llegó a contemplar el secesionismo, gobernó, por intercesión de Berlusconi, codo con codo con los postfascistas centralistas de Alleanza Nazionale. Todo un reto. Cierto es que ese conjunto pasó por momentos de crisis, impulsados también por Berlusconi mismo, el cual padecía tremendamente de aquel miedo que manifiestan algunas personalidades fuertes a la hora de sospechar ser desplazadas. Vencido por ese temor, y a pesar de entender que su partido se había estancado en un personalismo ya desfasado, no consiguió promover a nadie para que le sustituyera. Lo intentó, pero todas las alternativas fracasaron, principalmente por su negativa endémica a dar un paso atrás. 

Su decadencia física coincidió con el declive electoral de su partido. En las elecciones de 2018, Salvini lo adelantó. Un año más tarde, Giorgia Meloni hizo lo mismo y desplazó Forza Italia al tercer lugar dentro de la coalición de centro-derecha. Eso Berlusconi nunca lo aceptó. En 2018, ni siquiera votó a favor del ejecutivo de coalición conformado por uno de sus aliados (la Lega); durante el mandato de Giorgia Meloni no ha ahorrado actitudes polémicas que podían haber minado la estabilidad del Gobierno, como alardear públicamente de su estrecha amistad con Putin.  

¿Qué pasará ahora con Forza Italia? De momento, al quedarse sin su líder máximo, su sustituto en los puestos de mando será el ministro de Asuntos Exteriores, Antonio Tajani. Luego habrá que ver si el partido aguanta la ausencia de Berlusconi o acaba desapareciendo con él. En este caso, es previsible que una parte de los votos de Forza Italia confluya hacia el partido de Giorgia Meloni, gracias al efecto arrastre que generó su holgada victoria y que todavía se mantiene gracias a la popularidad que, de momento, goza, y otra escore hacia el centro. Solo entonces veremos si Matteo Renzi será capaz de jugar bien sus cartas y si destapará, de una vez por todas, su verdadera índole política. 

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