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Opinión

Las alarmas infundadas de una vuelta al fascismo

«El partido de Meloni está obligado a suavizar su discurso, consciente de que no puede romper con la UE, aunque solo sea por no perder los fondos europeos»

Las alarmas infundadas de una vuelta al fascismo

Matteo Salvini, Silvio Berlusconi y Giorgia Meloni celebran su victoria. | Reuters

Tras una campaña electoral veraniega sin sobresaltos, este domingo se votó en Italia y las urnas han dado su respuesta. Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni, según lo esperado, se ha impuesto por delante del Partido Democrático, doblando incluso la suma de sus dos socios de coalición: Forza Italia, de Silvio Berlusconi y la Liga, de Matteo Salvini.

Llamativo, pero también en línea con lo esperado, el desplome de la participación, la más baja en la historia de la Italia republicana con tan solo el 63%, nueve puntos menos que en 2018, el peor resultado hasta la fecha. 

La desafección ciudadana hacia la política se ha ido acentuando en los últimos diez años y explica perfectamente el auge del único partido que, en los últimos cuatro años, es decir desde las elecciones de 2018, no se ha acercado al poder, el de Giorgia Meloni. La victoria de Hermanos de Italia se puede interpretar, por lo tanto, como rechazo hacia las experiencias políticas anteriores y como una apuesta por un partido nuevo, que en sus nueve años de vida ha pasado del 1,96% de los votos en 2013 al 26% de hoy.

Hermanos de Italia liderará la coalición de derecha, donde se desploma la Liga de Salvini, pasando del 17% al 8% de los sufragios, y se mantiene Forza Italia de Berlusconi en tercera posición, pero muy cerca de Salvini. Quizá sus extravagantes apariciones en las redes sociales de los últimos días le hayan ayudado a remontar en unas encuestas que lo colocaban en peor situación. 

«Salvini ha sufrido un importante batacazo, que incluso podría poner en entredicho su permanencia al mando de la Liga»

Que en Italia gobierne una coalición dirigida por un partido nostálgico del fascismo ha hecho saltar las alarmas en Europa. Sin embargo, habría que rebajar ese alarmismo. El partido de Giorgia Meloni está obligado a moverse hacia una posición más templada, hacia un conservadurismo tout court, suavizando su discurso, consciente de que no puede romper con la UE, aunque sea solo por no perder la enorme cantidad de fondos previstos para Italia en el Plan de Recuperación. Merece también tener en cuenta que no va a gobernar un partido de manera individual, sino que Meloni necesitará el apoyo de sus socios. Matteo Salvini, tradicionalmente más euroescéptico que la líder de Hermanos de Italia, ha sufrido un importante batacazo, que incluso podría poner en entredicho su permanencia al mando de la Liga. Silvio Berlusconi, en cambio, aportará su tradicional europeísmo y podría ayudar a suavizar el resto de la coalición (siempre y cuando no tenga otros deslices como el que tuvo a dos días del voto, cuando interpretó la invasión de Rusia en Ucrania como el deseo de Putin de sustituir el Gobierno ucraniano por otro de «gente decente»).

Más allá de la enorme victoria de Giorgia Meloni –por cierto, primera mujer en Italia en ganar unas elecciones y probablemente en convertirse en primera ministra, acontecimiento que coparía las portadas de los periódicos de no haber sido eclipsado por su orientación ideológica– llama la atención la recuperación del Movimiento 5 Estrellas. En las encuestas se le auguraba un fracaso rotundo tras provocar la caída del Gobierno de Mario Draghi el pasado julio. Sin embargo, centró su campaña electoral casi exclusivamente en el sur del país, donde logró imponerse. El 15% obtenido es un mal resultado si se compara con el 32% de hace cuatro años, pero un excelente logro teniendo en cuenta a dónde había caído hace apenas dos meses.

«Los resultados del Partido Democrático son consecuencia de una campaña electoral errática»

El Movimiento 5 Estrellas ha basado su campaña electoral en promover su única propuesta, mantener, e incluso ampliar, la renta de ciudadanía, una ayuda económica para los hogares más desfavorecidos. De ahí el triunfo en el sur del país, área geográfica notoriamente más carente de recursos. Este dato nos indica que en Italia hay una evidente fractura social y que la polarización ya no se traza entre centroderecha y centroizquierda sino entre dos realidades económicas muy diferentes entre sí y dos maneras opuestas de enfrentar el problema.

Por último, unas palabras sobre el Partido Democrático. Se ha quedado por debajo del 20%, empeorando los resultados de las elecciones anteriores, consecuencia principalmente de una campaña electoral errática, más centrada en demonizar al «enemigo» que en presentar propuestas cautivadoras. La alarma de la vuelta al fascismo es un mensaje ya demasiado explotado y que ha ido perdiendo credibilidad al haberse ya aplicado para desacreditar a Silvio Berlusconi y a Matteo Salvini cuando lograron gobernar. Por otra parte, con la actual ley electoral que favorece las coaliciones, para Enrico Letta (su líder) era fundamental pactar con algún partido capaz de atraer votos. Sin embargo, no estrechó una alianza con el Movimiento 5 Estrellas, con el cual había gobernado dos años antes, pero que en la situación actual ya poco encajaba con su proyecto político centrado en mantener el legado de Mario Draghi (no olvidemos que el Movimiento 5 Estrellas fue quien dinamitó a Draghi). Tampoco consiguió un pacto con el partido centrista de Carlo Calenda (Azione), ex peso pesado del Partido Democrático. Cuando el partido de Letta se quedó sin posibilidad de formar una coalición sólida, quedándose solo con el apoyo de partidos residuales de izquierdas, ya en ese momento quedó claro que la derecha se iba a imponer en las elecciones y que la izquierda solo podía esperar limitar los daños. 

Matteo Re es doctor en Historia Contemporánea y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos.

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