THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Las derechas se desgastan

«Si los ‘populares’ dan a entender que son permeables a la obsesión de la guerra cultural de Vox no van a conseguir el voto del centro necesario para gobernar»

Opinión
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Las derechas se desgastan

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el líder de Vox, Santiago Abascal. | Europa Press

No ha sido la disciplina. Tampoco la moderación. Ni siquiera el patriotismo. Lo que ha abierto la posibilidad a un acuerdo en Extremadura y al cambio de María Guardiola han sido las encuestas internas, que coinciden con las publicadas el lunes 26 de junio. PP y Vox bajan o se estancan, dicen los estudios. El ruido producido en Extremadura ha sido decisivo para desmovilizar a las derechas. La euforia por tener al alcance de la mano la Moncloa tras los resultados del 28-M se ha desvanecido por un espectáculo lamentable. 

El problema ha surgido por dos debilidades. La primera es el modelo de Feijóo, basado en la autonomía de los dirigentes territoriales. Ha sido así que Mazón en Valencia pactó antes de que quisiera Génova y coló el concepto de «violencia intrafamiliar» en lugar de «machista». Feijóo tuvo que salir a rectificar porque se estaba jugando la estrategia de hacerse con el voto de las feministas templadas. En su plan es prioritario crear la imagen de que es Vox el que se suma al proyecto de gobierno del PP, y no al revés. Si los populares dan a entender que son permeables a la obsesión de la guerra cultural de Vox no van a conseguir el voto del centro y centro-izquierda necesario para gobernar. 

En Valencia se rectificó y no pasó nada en gran parte porque el electorado antisanchista no prioriza la jerga sobre la gestión. Ese votante considera que la violencia va a seguir siendo castigada y la financiación de las políticas de igualdad va a continuar. A la postre, el nombre importa poco, o menos que sacar de las instituciones al sanchismo. 

El caso de María Guardiola es otro que proviene de ese modelo autonomista de Feijóo. La jefa del PP extremeño gestionó pésimamente la negociación con Vox, haciendo el ridículo con una sobreexposición mediática y recogiendo el relato izquierdista sobre la conveniencia de apartar al partido de Abascal. Este ruido sí ha pesado en el electorado del PP. Las desavenencias internas entre posibles aliados para llegar a la Moncloa no gustan a nadie. Véase lo que ha ocurrido entre el PSOE y Podemos. Esta bronca rebaja la ilusión y se refleja en las encuestas. 

«Ese aroma a salvadores de la patria de Vox lleva a imposturas que no sirven en democracia»

La segunda debilidad es el exceso ideológico en Vox. Ese aroma a salvadores de la patria lleva a imposturas que no sirven en democracia. Quizá queden bien en algunos foros, pero en la política práctica se juega a otro nivel. Guiar la actuación de un partido por la idea de reaccionar a la izquierda es muy cansino para la mayoría del electorado. Véase lo que ha pasado con la extrema izquierda. Además, es hacer el juego al enemigo, que necesita un rival que responda a sus preguntas. En Vox falta inteligencia política y paciencia, y sobran ideólogos. 

Sería bueno que los de Abascal entendieran en qué consiste el antisanchismo. No se trata de llegar al Gobierno para ajustar cuentas, iniciar la revancha y mandar escuchando solo los suyos. No es tener el poder para «salvar España» echando a la mitad de españoles porque están «equivocados» o son «malignos». El antisanchismo no es un sanchismo de derechas. 

Uno de los males de nuestro país son los gobiernos sectarios. Esos que quieren ahormar a la otra España. Unas elecciones en democracia también pueden servir para corregir una mala política, como la sanchista. Pero no es mala principalmente por ser de izquierdas, sino por sembrar el odio y el enfrentamiento, por basarse en la ruptura de los consensos y en dinamitar las instituciones, tanto como por alejarse de las bases de una democracia liberal. Eso es el sanchismo. Un populismo destructivo. 

Si el PP y Vox quieren subir en las encuestas deberían tener claro, por un lado, que la autonomía de sus dirigentes territoriales no puede perjudicar al conjunto, y que gobernar, por otro, no es escribir un ensayo filosófico ni dirigir una tertulia salvífica. Esto supone que Feijóo tiene que promover una geometría variable de pactos, o de gobiernos en solitario, que no abochorne a sus votantes ni los desanime. Y que Abascal, si quiere ser útil, coloque a sus ideólogos detrás de los negociadores profesionales, no delante. 

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