Todos mienten, menos Sánchez
«En su intento desesperado por darle la vuelta a la opinión pública (y también a la publicada) ni siguiera cae en la cuenta de sus propias contradicciones»
Lo hizo Adolfo Suárez, cuando negó que fuera a legalizar el Sábado Santo de 1977 al Partido Comunista; lo hizo Felipe González, cuando estando en la oposición dijo no a la OTAN, o Mariano Rajoy, cuando anunció en las elecciones de 2011 una bajada de impuestos… Su ahora gran admirador y valedor, José Luis Rodríguez Zapatero, también negó la existencia de la crisis económica en 2008, aunque la teníamos ya encima.
Todos los antecesores de Pedro Sánchez han mentido, menos él. Sánchez nunca miente. Sólo cambia de opinión. El presidente, aunque parezca mentira (valga la redundancia), rectifica en función de los vaivenes, pero no miente. Analiza, eso sí, los problemas con cierta flexibilidad y cambia su posición –si nos creemos lo que ahora dice en su maratón mediático- cuando lo estima necesario, pensando en el bienestar y la salud de los españoles. Lo manifestó sin ruborizarse en El hormiguero: tenemos que adaptarnos a la realidad cambiante en la que vivimos.
En su gira de promoción por los periódicos, platós de televisión y estudios de radio –después de cinco años concediendo sólo entrevistas a la Ser, El País y a Pedro Piqueras (Telecinco)– el malvado Sánchez elogia la validez del popular poema de Ramón de Campoamor: «En este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con el que se mira».
Luego, para demostrar que Campoamor tenía razón, denuncia de manera aleatoria y sin dar nombres que el 90% de los programas con tertulias son de derechas. Diga nombres. «No, no voy a señalar a ningún medio, pero hay una burbuja sanchista en la que no me reconozco», le dijo a Pablo Motos. El presidente que rectifica, pero no miente, tampoco se dio por aludido cuando el presentador le recordó que no todos los que critican sus acciones de gobierno tienen que ser conservadores.
«Tampoco es cierto, según Sánchez, que alguna vez dijera que no podría dormir tranquilo con Podemos en el Gobierno»
La impostura de Sánchez es infinita. Hasta el extremo de querer convencernos, sin apenas inmutarse, de que la supresión del delito de sedición no se hizo para beneficiar a los independentistas catalanes, ni la reforma del delito de malversación tuvo relación con acuerdos ya pactados con ERC, a cambio de apoyos parlamentarios.
Tampoco es cierto, según Sánchez, que alguna vez dijera que no podría dormir tranquilo con Podemos en el Gobierno. Aquellas palabras, en su opinión, se sacaron de contexto. Todos mentimos, menos él, que se limita a rectificar y a cambiar de opinión cuando lo exigen las circunstancias.
Por ejemplo, sólo a los poderes económicos y a los medios de comunicación controlados por la derecha se les ocurre deducir que los apoyos de Bildu al Gobierno tienen que ver con beneficios penitenciarios, cuando en realidad son sólo fruto de la generosidad de los herederos de ETA. Que no existen contraprestaciones y que el único objetivo de sus votos es sacar adelante políticas sociales.
En su intento desesperado por darle la vuelta a la opinión pública (y también a la publicada), Sánchez ni siguiera cae en la cuenta de sus propias contradicciones. Mientras intenta desmontar su imagen de dirigente poco fiable y mentiroso, aprovecha las entrevistas en prensa, radio y televisión para lanzar acusaciones y críticas al candidato del PP, sin rigor y sin pruebas: Feijóo hará lo que hizo Rajoy con los impuestos.
Una persona que supuestamente no miente, sino que rectifica y cambia de opinión cuando la situación lo demanda, tendría que ser más consecuente con esa postura y comprender también las posibles rectificaciones del adversario.