Periodistas mentirosos y gente idiota
«Los sanchistas han concluido que si los españoles no rinden pleitesía al presidente es porque están idiotizados por los medios de la derecha»
En la política española se han instalado dos elementos de la mentalidad populista. Uno es que los periodistas y medios mienten y manipulan cuando no dicen lo que el lector o el oyente quiere leer o escuchar. Es aquí cuando empiezan los insultos y los desprecios, incluso las amenazas y el acoso. El redactor o el analista se convierte así en parte de un ejército invisible que corrompe las mentes por dinero o en espera de recompensa.
El otro elemento que nos ha inoculado el populismo es considerar que la gente es idiota si no piensa o vota lo mismo que el líder o el partido salvador. Las personas son tontas, dicen los pretendidos monopolistas de la inteligencia, y se dejan engañar por unos periodistas vendidos. La información de los medios no amigos es idiotización y, a la postre el motivo de que la gente no vote al líder o a su partido, sino al enemigo o al adversario. Su voto no es libre o inteligente, sino mediatizado y bobo. Hay un evidente complejo de superioridad moral.
Por supuesto, esos dos elementos de la mentalidad populista son propagados por sus políticos y sus feligreses, que cargan contra los periodistas que no les dan la razón y desprecian a quien no piensa o vota como ellos. En ese ambiente no hay debate posible, ni razonamiento o respeto porque producen un ruido ensordecedor de gritos e insultos. La idea es tan básica que da pena. Dice así: la prensa que critica a «mi» partido y a «mi» líder miente, y pertenece a una oscura conspiración que oculta la verdad e idiotiza a la gente.
El populismo es como una peste medieval. Lo infecta todo. En realidad, Pablo Iglesias ha ganado. Aquella mierda populista que trajo de las cloacas caribeñas cuajó en España. Sánchez, un tipo sin alma pero con espejo, lo tomó prestado para enardecer a una militancia sin ilusión que ansiaba alguien que le removiera las entrañas, que le hiciera sentir orgullosa de ser socialista. El estilo funcionó para tapar carencias y justificar indignidades.
«Sánchez adoptó las frases y las poses de Iglesias y de sus modelos americanos»
Sánchez se convirtió en un yonqui del populismo. Adoptó las frases y las poses, las medidas y las excusas de Iglesias y de sus modelos americanos. Convirtió al partido, al Estado y a sus instituciones en una prolongación de su persona. Metió a sus amigos en cargos de responsabilidad con sueldos estratosféricos, como un sátrapa, y castró los medios de oposición a su política.
Primero cercenó la vida parlamentaria, luego invadió las instancias judiciales y el Tribunal Constitucional, y entre tanto soltó todo tipo de legislación ideológica. Porque todo buen tirano se distingue por elaborar leyes orgullosas de ser el brazo armado de una ideología, no la solución a un problema.
Ese populismo siembra sin remedio odios tempestuosos. Por eso, cuando Sánchez pasa por la calle, con gente de verdad, no figurantes del PSOE, solo encuentra insultos y abucheos. Lo mismo ocurrió con las ministras de Unidas Podemos, preservadas ahora de la ciudadanía a la que decían representar en exclusiva.
Las podemitas culparon de sus desdichas a los «machistas» y a los «fachas» que pululan por la judicatura y el periodismo. Luego se sumaron los socialistas. La portavoz del Gobierno indicó que los medios deberían tener 15 minutos diarios de información gubernamental escrita por el mismo Ejecutivo, porque el ejercicio libre de la profesión es puro descontrol.
El problema del populismo gobernante es que su líder, Sánchez, no puede salir a la calle. Tan cabreados como sorprendidos, los sanchistas han concluido que la gente no comprende la suerte que disfruta teniendo a Sánchez como pastor. Si los españoles no rinden pleitesía al presidente es porque están idiotizados por culpa de los medios de la derecha.
«La trampa es que deja de hablarse de la realidad para discutir sobre el mensajero»
Es aquí donde el estilo populista triunfa convirtiendo el debate sobre el periodismo en el centro de la campaña electoral. La trampa es que deja de hablarse de la realidad para discutir sobre el mensajero. Esto gusta mucho a los feligreses de los partidos populistas, que se suman en redes y en la calle aplaudiendo a los suyos y haciendo escraches virtuales a los críticos.
La gente es idiota por culpa de esos periodistas, dicen, porque si no fueran idiotas alabarían al presidente o votarían al partido de la verdad y la salvación. Si por estos populistas fuera habría un comité de salud pública para los informadores, y una guillotina profesional preparada para los discrepantes y críticos, incluso para los sospechosos.
Este mismo ha sido el desliz comunista de Yolanda Díaz al atacar a la profesión periodística. Pero ese deseo de acabar con algunos comunicadores no está solo en la izquierda. Hay una parte de la derecha que sueña también con expulsar de la vida pública a ciertos periodistas, y que no vuelvan a apretar una tecla o coger un micrófono.
Estamos en los estertores del populismo socialista gobernante. El sanchismo vive del conflicto y la polarización. Tras cinco años el país está empachado de odio y malestar. Esperemos que «derogar el sanchismo» consista, al menos, en apartar las formas populistas y autoritarias de gobernar que minan la sociedad. A ver si pronto tomamos un calmante estomacal y pasamos página de verdad.