No hubo debate
«El inexistente debate ha sido un éxito para Feijóo, que convirtió al PP en la única opción útil para todos los votantes que tienen como objetivo echar a Sánchez»
Es imposible que Alberto Núñez Feijóo ganara el debate a dos porque no se celebró. El séptimo debate cara a cara de la democracia fue un ejercicio electoral, de realidad virtual, con gran repercusión política organizado por Atresmedia. El cara a cara tuvo durante dos semanas toda la dinamización propia de un gran acontecimiento. La negociación entre los partidos sobre atril o mesa, el sorteo de llegadas, apertura y cierre de bloques, el famoso minuto de oro, la confluencia de todos los medios del grupo, los contadores de tiempos, la elección de los moderadores… No faltó ningún ingrediente para convertir el hecho en un gran evento electoral. Sólo faltó el debate.
Un debate electoral es un escenario donde la importancia de los contenidos no es otra que la de crear una buena percepción del candidato entre los espectadores, con el fin de que se traduzca en votos. Los contenidos son el refuerzo de reafirmación de cada uno de los bandos. En cada tema lo que dice cada uno es su verdad y lo que dice el contrario es su mentira. Los candidatos desbordan números sobre la economía, incluso con cuadros ilegibles, para transmitir su fortaleza. Todos saben que los números hay que leerlos, igual que las canciones hay que escucharlas o las películas deben ser vistas. Todos esos datos son pura inutilidad informativa. Un diálogo de sordos en el que es mucho más importante el cómo que el qué. Pero ni siquiera hubo ese diálogo de sordos, porque Pedro Sánchez lo evitó en todo momento. Y los supuestos moderadores, desde el instante del saludo, declinaron ejercer su función.
No hubo debate porque Pedro Sánchez, que tantos debates pedía, se negó a debatir democráticamente y sólo compareció para ajustar cuentas públicas sobre su súper yo. Está tan convencido de ser el mejor presidente de la historia y de su «impecable gestión del gobierno» que eso no es motivo de discusión y confrontación. Nada de lo que pueda ser importante para España y los españoles es materia de interés para él. Sánchez fue al debate para arreglar sus problemas personales y reputacionales. Acudió a potenciar el perfil de él mismo. Se siente injustamente valorado en el término sanchismo, que le enerva. Él no miente, es limpio, transparente y no soporta el desprecio implícito del que «te vote Txapote».
«Los moderadores fueron cómplices necesarios en el fracaso de Sánchez»
Pedro Sánchez compareció nervioso, con sonrisa exageradamente falsa, las pupilas dilatadas, sudoroso, con algún temblor y sobre todo violento, rabioso y mal educado. Todo el tiempo que duró el no debate estuvo fuera de sitio. Sánchez llegó como presidente, pero se encargó de transformar su imagen en la de un candidato flojo, faltón, sin contenido, que impidió en todo momento el diálogo y el debate, con el beneplácito de los presuntos moderadores. Ellos se equivocaron al no actuar y fueron cómplices necesarios en el fracaso de Sánchez. Pastor mucho más que Vallés.
El no debate ha sido todo un éxito para Feijóo, que entró en el plató como aspirante y desde el inicio brilló como presidente, reflejando solidez e institucionalidad. Para transmitir esa imagen sólo necesitó ser él y demostrar un gran temple y una mayor paciencia. No afeó en ningún momento a los moderadores su pasividad ante el atropello permanente de Sánchez.
Consiguió colocar todos los mensajes que quería trasladar. Y supo mantener desesperado, despectivo, nervioso, violento y enfadado a Sánchez.
La oferta del pacto de respetar y dejar gobernar a la lista más votada fue un inteligente golpe de efecto. La rúbrica en directo y el rechazo de Sánchez consolidó la imagen de ganador del candidato del Partido Popular. Puso en evidencia que todas las veces que Sánchez dijo que iba a ganar él o el PSOE eran, como todo en él, mentira.
«Optar por Vox no es útil para desalojar al sanchismo»
Al que se le ha atragantado la oferta de pacto es a Vox. Feijóo, con esa oferta, además de fortalecer el bipartidismo, cuando el otro partido está sufriendo una gran crisis y necesita ser refundado, convirtió al Partido Popular en la única alternativa válida para «desalojar al sanchismo». Feijóo lo dejó bien claro, si no es la fuerza más votada no gobernará por muchas sumas que se hagan. Eso convierte al Partido Popular en la única opción útil para todos los votantes que tienen como objetivo echar a Sánchez. Es obvio. Optar por Vox, que puede ser tercero o cuarto por detrás del PSOE, no es útil para desalojar al sanchismo por muchos mensajes, con cálculos erróneos, que difunden por las redes, con el compromiso adquirido por el líder del Partido Popular.
Como en todo debate, cada espectador desde su casa siente y piensa que Feijóo pudo preguntar, responder y decir otras muchas cosas. Es verdad que en el caso hipotético de que las hubiera podido decir, Sánchez tampoco las habría respondido.
A pesar de que no hubo debate, Alberto Núñez Feijóo consiguió su objetivo. Ha sido claramente reconocido como ganador del inexistente debate. A través de la imagen que proyectó –serenidad, preparación, institucionalidad— logró conquistar a nuevos votantes entre los espectadores. Ése es el verdadero éxito de un debate. En el que se ha demostrado, una vez más, que son mucho más importantes las formas que el contenido.