Cinco años de Pedro Sánchez: la vuelta de la pobreza
«España es el país que más ha caído en consumo de los hogares entre 2019 y 2022. Y el segundo en el que la renta disponible más ha bajado en el mismo período»
Si tiene la impresión de que lleva tiempo sin que mejore la economía de su familia, muy probablemente tenga razón. Desde 2006, apenas ha variado, en términos reales. Incluso la viejísima Europa progresa, y no es necesario ser Irlanda para que lo haga. Estonia, que comenzó el siglo superando por poco los 8.000 euros de 2010, dobló esa renta per cápita en 2022. Incluso la conservadora Francia, brutalmente contraria a cualquier reforma que le permita zafarse de su anquilosado modelo económico, algo ha mejorado en lo que va de siglo. Sólo Grecia mira más abajo que nosotros.
Sólo podemos escaparnos de esta atonía económica, de esta pobreza mental que abraza lentamente la real, realizando reformas que hagan que nuestro pesadísimo Estado no sea tan lesivo para la actividad económica. Si no recuerdan ninguna gran proclama de los Gobiernos de Pedro Sánchez sobre el tema es porque no los ha habido. Lo más cerca que ha estado de ello es la de aventar los Pactos de la Moncloa. Algo que, dicho sea de paso, acaba de hacer Alberto Núñez Feijóo, que ya nos habla como si fuera presidente del Gobierno. Aquéllos pactos de Sánchez no dieron para más que un par de titulares.
La primera gran medida económica que adoptó Pedro Sánchez fue la de congelar el país. La economía cayó en picado, como no lo hacía desde la Guerra Civil (un 11,3%). En cuanto dejó de agarrar la economía por el cuello y le dejó respirar, se produjo el rebote, que es la recuperación de los planes postergados durante el confinamiento. Pero no ha sido suficiente. Estamos en la cola de la recuperación entre las grandes economías. Y hemos asombrado al mundo por la incidencia de la mortalidad causada por la pandemia, una parte, y por el confinamiento, otra.
«Ha multiplicado por tres el déficit, que estaba en el 3%. Y ha elevado la deuda pública en casi 25 puntos, en sólo cinco años»
Sánchez respondió a la crisis creada por el propio Gobierno del único modo que saben hacerlo los políticos: aumentando el gasto. Ha multiplicado por tres el déficit, que estaba en el 3%. Y ha elevado la deuda pública en casi 25 puntos, en sólo cinco años. Espectacular. El aumento de la deuda no se ha producido a costa de renunciar a los ingresos fiscales en el presente. Los ingresos superan el cuarto de billón de euros, y están un 20% por encima de los niveles anteriores a la pandemia. Ese aumento de los ingresos se debe en parte al notable aumento de los impuestos, más la creación de otros nuevos. La otra parte de aumento de los ingresos del Estado, ya lo sabe, no lo ha aportado el crecimiento económico, sino la inflación. La inflación hace que seamos más pobres, pero que parezcamos ser más ricos. Adivinen sobre qué lado ha recalado la política fiscal de Sánchez…
El dislate del gasto y de la deuda ha hecho que el Gobierno ceda una parte importante del control de la política económica. La UE ha llegado a un acuerdo para emitir deuda de forma conjunta, y España está entre las más beneficiadas. A cambio el Gobierno tiene que forzar a que el sistema económico pase por los raíles que ha elegido Bruselas: la economía verde y la digital. ¡Cuántos sectores verdaderamente productivos no se sacrificarán en nombre de esos manidos conceptos para entregárselos a alguno de nuestros queridos socios europeos! Y ¿qué ha hecho Sánchez con las decenas de miles de millones de euros que ya ha recibido el Tesoro español procedentes de Europa? En gran parte, no lo sabemos.
Sí sabemos que la reforma de las pensiones es un ajuste contable que recae, muy contablemente, sobre los dolidos hombros de las empresas. La reforma supone un respaldo económico a los mayores, que el sector podemita comenzó insultando por votar mal, y roba futuros sin cuento a los más jóvenes.
Al final del sanchismo, el presidente ha tenido que ceder cierto protagonismo a sus socios. Le ha entregado un caramelito a Yolanda Díaz en forma de falsa contrarreforma laboral. Es verdad que la nueva norma ha cambiado algún aspecto muy significativo, pero queda lejos de los anhelos norcoreanos de la risueña ministra comunista. Le ha entregado a Bildu y ERC una ley de vivienda que, sencillamente, es un dislate. Uno de sus propósitos no confesados (más que en privado) es el de encarecer el mercado del alquiler. Y es de los pocos logros económicos de los que puede presumir el Gobierno.
«Entre 2019 y 2021 estamos entre las sociedades que más han caído en seguridad económica»
Hemos perdido competitividad fiscal, según los criterios que utiliza la Tax Foundation. Eso no nos va a extrañar. Tampoco debe extrañarnos que según los Worldwide Governance Indicators del Banco Mundial, que intentan medir la calidad de la gobernanza en el mundo, estemos a la cola. Entre 2019 y 2021 estamos entre las sociedades que más han caído en seguridad económica, junto con México, Costa Rica, Turquía y Colombia. Y si nos fijamos en el índice de calidad regulatoria, no hay país de la OCDE que haya empeorado tanto en estos años como España.
Los resultados están ahí. En estos cinco años, España, junto con Alemania y Chequia, es el único país de la UE que decrece. Hemos perdido cinco puntos de convergencia respecto de Europa (del 90 al 85%). En estos años ha caído algo el paro (menos que en el conjunto de Europa), pero lo sorprendente es que no lo haya hecho mucho más.
Con los salarios a la baja, no es necesario salir de la tosca mecánica keynesiana para entender que el paro tenía que haber descendido más. Pero el Gobierno ha prohibido los contratos que queden por debajo de 14 pagas de 1.080 euros. Es un salario mínimo un 47% superior al que se encontró Sánchez. La medida impide trabajar a quienes están comenzando su carrera profesional, porque son jóvenes, o a quienes llegan a España para ganarse la vida, pero sin una formación que les permita saltar el listón del salario mínimo.
Somos más pobres, claro. España es el país que más ha caído en consumo de los hogares entre 2019 y 2022. Y es el segundo, detrás de Austria, en el que la renta disponible más ha caído en el mismo período. Empezamos a ver con frecuencia el rostro de la pobreza en las calles. Otra vez.