THE OBJECTIVE
Segismundo Álvarez

¿Y si da igual quién gane?

«Todos los gobiernos -con creciente descaro- han contribuido a degradar las instituciones en lugar de hacerlas más independientes y eficaces»

Opinión
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¿Y si da igual quién gane?

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. | Europa Press

Si hacemos caso a unos políticos y a su prensa adicta, tras las elecciones España puede ser gobernada por una ultraderecha xenófoba, antifeminista y franquista; si atendemos a los otros, por una alianza separatista-comunista-liberticida que desmembrará el país. Pero si nos fijamos en la historia reciente, la realidad está más cerca de lo que anuncia el título, aunque sea exagerado

Empecemos mirando al extranjero. Si quisiéramos parecernos a alguien, un buen modelo serían los países nórdicos, que están siempre en lo más alto de las clasificaciones en renta per cápita y calidad de la democracia y las instituciones. En ellos han gobernado partidos de distinto signo ideológico en los últimos 40 años, sin que haya variado prácticamente nada su puesto en los ránkings

Si miramos a España se detecta una tendencia distinta: nos fuimos acercando a la media de la renta Europea entre 1980 y 2006, pero después nos hemos alejado. En el ámbito institucional también se detecta un empeoramiento de nuestro Estado de Derecho, como revelan este informe de la Fundación Hay Derecho y también los de la UE. Aunque no todos los Gobiernos han sido iguales, ninguno ha resuelto las causas del estancamiento económico (paro elevado, administración ineficiente, empresas que no alcanzan un tamaño competitivo). Todos -con creciente descaro- han contribuido a degradar las instituciones, invadiendo esferas de poder que no les pertenecen para colocar a sus fieles, en lugar de hacerlas más independientes y eficaces. Todos -aunque en distinta medida- han tratado de demonizar al adversario para obtener réditos electorales en lugar de buscar acuerdos para los temas importantes.

«Nos parecemos a los políticos cuando seguimos votando al mismo partido sin castigar sus errores»

Pero de nada sirve denunciar estos vicios si no hacemos nada. De hecho, nos parecemos a los políticos cuando seguimos votando al mismo partido sin castigar sus errores o cuando ante las críticas al nuestro acudimos al «y los otros más». 

Si queremos que algo cambie, además de votar, tenemos que recordar a los políticos -a todos- que las diferencias ideológicas no son más que un tercer nivel en las actuaciones de un Gobierno. Lo primero que tiene que hacer un gobernante es defender lo que une a todos los españoles, que se podría resumir en que queremos vivir en un Estado social  y democrático de Derecho, como dice la Constitución. El segundo nivel es el de los asuntos sobre los que puede haber diferencias pero en los que hay que ponerse de acuerdo: cosas como la reforma de la administración, las pensiones o la elección de miembros para el Tribunal Constitucional o el CGPJ. La regla de la mayoría se debe aplicar sólo a un tercer nivel de asuntos en los que cabe optar por diversas políticas. 

Para recordar que los dos primeros niveles son los más importantes, la Fundación Hay Derecho ha hecho un manifiesto reclamando mejoras institucionales, dirigido a todos los partidos políticos, con reformas que sí cambiarían las cosas, gane quien gane.

«Muchos manifiestos españoles del siglo XX prefiguraron los movimientos políticos y sociales que después triunfaron»

Les doy algunas razones para firmarlo. 

La primera: nos quejamos a menudo de que no podemos hacer nada. Firmar un manifiesto puede parecer poco, pero ya dijo Burke que el mayor error lo comete el que no hace nada porque solo puede hacer un poco

La segunda es que los manifiestos no son inútiles. En el libro de Santos Juliá Nosotros, los abajo firmantes, sobre los manifiestos españoles del siglo XX, se ve como muchos de ellos prefiguraban los movimientos políticos y sociales que después triunfaron.

La tercera es que estarán en muy buena compañía: ya lo han firmado más de cien personalidades del mundo del derecho, la cultura, la filosofía o el periodismo, personas con autoridad y con distintas visiones ideológicas. 

Finalmente, firmar un manifiesto es una muestra de valentía. Contaba Borges que siendo un feliz y oscuro funcionario en una biblioteca, un día le notificaron que había sido «promovido» a inspector de aves de corral. Cuando acudió a aclarar lo que no podía ser más que un error, el funcionario le confirmó el cambio y le insistió que debía incorporarse de inmediato. Al mostrar su perplejidad e insistir, rebuscó el funcionario en su expediente y le preguntó: «¿Firmó usted un manifiesto hace unos meses?». Asintió Borges y el funcionario -añadan el argento argentino- le dijo: «¿Y qué esperaba?». No creo que seamos represaliados por firmar este manifiesto. En cualquier caso, bueno es saber que en los ratos libres de ese exilio administrativo escribió Borges Ficciones, una de sus obras maestras.

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