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Esperanza Aguirre

Las mentiras inexplicables de Sánchez

«Mentir está mal, pero cambiar de posición como ha hecho el presidente, sin permiso de los que le han elegido creyendo que defendía otra posición, es peor»

Opinión
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Las mentiras inexplicables de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

La mentira es una palabra que sale constantemente en nuestras conversaciones cotidianas y que, sin entrar en honduras, todos sabemos lo que quiere decir cuando la utilizamos o cuando la escuchamos. Pero definirla de una manera clara y rigurosa no es tan fácil.

La RAE define la mentira como «expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa». Mientras que San Agustín nos dice que «la mentira consiste en decir falsedad con intención de engañar». Pero, además de aceptar estas dos definiciones, que no se contradicen, hay que tener en cuenta que la mentira debe ser algo especialmente malo cuando Dios en el Sinaí, al entregar las Tablas de la Ley a Moisés, prohibió tajantemente la mentira en el octavo mandamiento, que dice «no mentirás».

En política y en los medios de comunicación la mentira, además de un concepto, es un instrumento que, desde tiempo inmemorial, es utilizado con el mayor descaro. Y lo es porque, desgraciadamente, da buenos resultados o, mejor sería decir, buenos dividendos.

Dos representantes destacados de los dos totalitarismos más nefastos de los últimos tiempos declararon, sin el menor rubor, la utilidad que se puede obtener al mentir. Lenin dijo eso de que «la mentira es un arma revolucionaria». Y Goebbels que «una mentira repetida muchas veces termina convertida en una gran verdad».

«Cuando en un país la mentira empieza a hacerse habitual, ese país está muy cerca de convertirse en una dictadura totalitaria»

Lenin tenía claro que, para hacer su revolución, para acabar con la propiedad privada, con la libertad y para implantar la dictadura del proletariado, si había que mentir, se mentía. Y ¡vaya si mintió! Y ¡vaya si siguen mintiendo los dirigentes de los desdichados países que sufren dictaduras comunistas! Países que no son tan pocos y que, a algunos, como Nicaragua, Cuba y Venezuela, los sentimos muy cerca los españoles que amamos la libertad. Mienten tanto que, en realidad, en ellos todo es mentira.

Podemos incluso asegurar que, cuando en un país la mentira empieza a hacerse habitual, ese país está muy cerca de convertirse en una dictadura totalitaria. A tanto llega la identificación de la mentira con la desaparición de la libertad y con el triunfo de la tiranía.

La famosa frase de Goebbels no necesita demasiadas explicaciones porque, sin cesar, estamos viendo ejemplos de mentiras o medias verdades (que son una variedad muy peligrosa de las mentiras) que, a base de ser repetidas sin demostraciones fehacientes, en los medios de comunicación se convierten en verdades indiscutibles. Los ejemplos son muchísimos, pero citaré uno que me parece especialmente escandaloso: España nunca estuvo en la segunda Guerra de Irak. Sí estuvo en la primera con Felipe González y con tropas de reemplazo. A la segunda fuimos sólo a la reconstrucción.

En la política española de los últimos tiempos Sánchez ha tenido un protagonismo constante, hasta el punto de que ha eclipsado a todos sus numerosísimos ministros (de hecho, no me sé el nombre ni de la mitad). Desde su aparición en la primera línea de la política, empezó a sorprender su extraña relación con la verdad. Recuérdese que ya, el 1 de octubre de 2016, cuando el Comité Federal de su partido quería someter a votación su postura del «no es no» que preconizaba para no investir a Rajoy, no le tembló el pulso para poner una urna detrás de una cortina para mentir falsificando el resultado.

Después, la cantidad de promesas que ha hecho para luego incumplirlas es tan grande que, una inmensa mayoría de españoles, con muchos socialistas entre ellos, le considera un mentiroso. Cómo estará de extendida esa opinión que ahora, que, por estar en campaña, ha accedido a bajar de su Olimpo y conceder entrevistas, ha tenido que soportar que Carlos Alsina, uno de los mejores entrevistadores de nuestras radios, le preguntara a bocajarro: «¿por qué nos ha mentido tanto?».

«¿Nos ha explicado Sánchez a los españoles qué circunstancias son las que le han llevado a cambiar de posición?»

La lista de sus mentiras flagrantes es interminable y ya se la saben de memoria muchos españoles: que no indultaría a los golpistas catalanes, que no gobernaría con Podemos, que no derogaría la sedición, que no se imaginaba un gobierno en el que la mitad de sus ministros defendieran la autodeterminación de Cataluña, que no pactaría con Bildu, son algunas de las más trascendentales. Voy a limitarme a citar a Otegi, que le ha dicho, con el descaro, la chulería y el cinismo del que sabe que las relaciones entre Bildu y Sánchez son más que coyunturales: «No le puedes decir a la gente: yo llevo cuatro años aprobando los presupuestos con Bildu, pero ahora no me gusta Bildu, porque no es creíble. ¿Cuándo dejamos de tomar a la gente por boba?». ¡Pues eso! Por cierto, pronto veremos cómo Bildu pactará con el PSOE en Navarra.

La forma que ha tenido Sánchez de defenderse de la opinión extendida de que es un mentiroso ha sido la de calificar sus mentiras como cambios de posición, a los que se ha visto forzado por las circunstancias. Con esa excusa pretende presentarse como una persona honesta.

Pero veamos lo que significa cambiar de posición sobre asuntos de la máxima trascendencia, porque puede ocurrir que hacerlo, como lo ha hecho Sánchez, sea incluso más grave que mentir. Tomemos el ejemplo de sus negociaciones y pactos con Bildu. Antes de las elecciones de noviembre de 2019 dijo: «Con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo digo 20 veces». Y los que lo votaron creían que esa era su palabra. 

Luego va y negocia y pacta con ellos, como le ha recordado el propio Otegi. Si le hacemos caso, eso es un cambio de posición, al que se ha visto forzado por las circunstancias. Pero ¿nos ha explicado a los españoles y, sobre todo, a sus votantes qué circunstancias son las que le han llevado a cambiar de posición? Para nada. Y aún más, si ha encontrado unas circunstancias tan graves que le fuerzan a ir contra un compromiso electoral tan solemne como aquel, lo honesto hubiera sido explicarlo y, a continuación, disolver las Cortes y convocar elecciones en las que dijera, sin ambages, que iba a pactar con Bildu por esto, por esto y por esto. Claro que «esto» no es otra cosa que su afán de seguir en el colchón que hizo que le compráramos para vivir en La Moncloa y no bajarse del Falcon.

Mentir está mal, pero cambiar de posición, sin permiso de los que le han elegido creyendo que defendía otra posición, está aún peor.

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