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El infinito, la izquierda y la derecha

«Esas etiquetas son engañosas y la fidelidad ciega a una de ellas, la izquierda o la derecha, induce a reacomodar las ideas hasta desfigurarlas»

Opinión

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo como ejemplo representativo de la izquierda y la derecha españolas en política, respectivamente | EuropaPress

  • Doctor en antropología y ensayista. Autor, entre otros libros, de El puño invisible y Delirio americano.

Mentiría si digo que no entiendo a quienes se niegan, pase lo que pase, a votar a la derecha. Hubo un tiempo en que yo también me negaba a hacerlo con independencia, o más bien indiferencia, del personaje o monigote que apareciera en las papeletas del partido ubicado en ese lado del espectro político. La vida se hacía mucho más sencilla así, sobre todo si uno se movía, como era mi caso, en ambientes artísticos enfebrecidos con las transgresiones, ironías, desacatos, impudores, experimentaciones vitales. 

Pero entonces, claro, ocurrió lo que tenía que ocurrir. Le oí decir a una prestigiosa profesora universitaria que ella, con tal de ser o parecer de izquierda iba a pensar o a decir lo que fuera. Más importante le parecía ser de izquierda que tener criterio propio, o más honroso era para ella militar en la verdad y el bien empaquetados bajo la etiqueta «izquierda», que pensar y expresarse con la libertad que otorga el propio raciocinio. De haber vivido los sesenta, es probable que hubiera preferido errar con Sartre que acertar con Camus.

Aquella experiencia me impactó tanto, que desde entonces ser de izquierdas o de derechas me parece mucho menos relevante que tener una escala de valores y un repertorio de ideas, si no propio (no es nada fácil formular una idea propia), al menos sí bien digerido y asimilado. Y esto por lo que ya dije: «izquierda» y «derecha» suelen ser categorías que mutan, y no siempre por motivos nobles. Quienes establecen sus límites son los políticos y su armada de gurúes, comunicólogos y propagandistas, por lo general guiados por necesidades coyunturales y urgencias cortoplacistas, no porque hayan evolucionado intelectualmente. 

«Ser de izquierdas o de derechas me parece mucho menos relevante que tener una escala de valores y un repertorio de ideas, si no propio, al menos sí bien digerido y asimilado»

Si usted abomina del nacionalismo y del populismo y más bien cree en las luchas internacionalistas o en las virtudes del cosmopolitismo; en el intercambio cultural y económico con los demás países como un medio para apaciguar el mundo; y además de eso cree que la gente no debe ser juzgada, etiquetada, censurada o salvada por su aspecto exterior, es decir, por su raza, género, cultura o credo religioso; y cree en esto porque tiene una visión ilustrada de la vida y valora a los seres humanos en función de sus actos y sus capacidades, prefiere la ciencia al mito, por ancestral y lindo que sea, y considera que la imaginación moral nos da herramientas artísticas para acercarnos a la experiencia de cualquier ser humano, bien sea mujer, transexual u hombre de cualquier raza; y no contento con todo esto, además defiende la libertad individual para hacer con su vida lo que a bien tenga, le importa la libertad de expresión y le concede al humor y al arte la posibilidad de decir cosas incómodas y chocantes, ¿es usted de derechas o de izquierdas?

La pregunta ya no tiene sentido, porque muchas de estas ideas han cambiado de bando. Lo que ayer fue un rasgo de la izquierda hoy lo es de la derecha, y viceversa. El antiimperialismo latinoamericano del siglo XX, por ejemplo, fue un invento conservador, católico y prohispanista, y hoy es el emblema del populismo filocastrista. Esas etiquetas son engañosas y la fidelidad ciega a una de ellas, la izquierda o la derecha, induce a reacomodar las ideas hasta desfigurarlas. Por eso dudo que haya un mejor ejercicio de libertad que votar, desmarcado y con independencia, por aquel o aquella que más se acerque a lo que uno cree y piensa, o, en todo caso, más se aleje de lo que uno aborrece. 

Parafraseando al sabio anónimo que dijo «el infinito es el infinito», podríamos decir que «la izquierda no es la izquierda, la derecha no es la derecha».

1 comentario
  1. JaimeRuiz

    La izquierda es la derecha, el partido de la casta que se reparte los cargos públicos y el gasto cultural y siempre quiere cobrar más impuestos y decretar más derechos para ensanchar su dominio. ¿Por qué algo tan complejo como la política iba a poderse expresar con una lateralidad semejante? A la izquierda le gusta llamarse la izquierda, y es la primera razón por la que hay que desconfiar de que «la izquierda» sea un nombre apropiado para la mafia narcocomunista de Zapatero y Baltasar Garzón. No son un lado de las cosas, no son un bando legítimo sino un proyecto criminal que se plantea eliminar al contrario como ha ocurrido en Cuba y Venezuela. El comunismo no es lo contrario del liberalismo ni del conservadurismo ni del capitalismo sino de la verdad, y del bien, y de la belleza. Y de la caridad y la prosperidad. El comunismo es un crimen y debe estar así en el Código Penal.

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