Al nuevo Gobierno le costará encontrar aliados en Bruselas
«Por mucho que los razonamientos que se puedan hacer sean racionales, el resultado puede ser inconsistente y abocado a la repetición de la votación»
El resultado de las elecciones generales no puede ser peor y venir en el momento menos adecuado en términos económicos. La tan ansiada estabilidad política y el fin de la «política de bloques» no ha podido materializarse en un adelanto electoral que ha trastocado la presidencia española de turno de la Unión Europea. Con lo cual, el resultado neto de este adelanto de elecciones generales es, sin duda, malo para el futuro más inmediato del país.
Ante el más que posible escenario de bloqueo y repetición de elecciones en unos pocos meses, el tiempo para ejecutar los cambios y reformas comprometidos con la Comisión Europea se acaba. Más aún cuando en 2024 se recupera el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y a menos de un año para la convocatoria de Elecciones al Parlamento Europeo. En pleno descenso de las tasas de crecimiento económico después de sostener durante tres trimestres crecimientos positivos gracias a los extraordinarios datos del saldo de operaciones corrientes, la existencia de un Gobierno provisional que se prolongue en el tiempo y con la amenaza de un pacto amplio con las fuerzas centrífugas tiene un efecto negativo sobre la confianza en la economía española.
El resultado político acerca a España a una situación económica parecida a la de las últimas décadas en Italia. Entre 1999 y 2007, España situó su PIB real per cápita en paridad de poder de compra en la media de la UE-27 (base 100). Ya en 2019 se habían perdido 2 puntos con respecto a la media UE y en 2022 la pérdida es de más de 4 puntos, según el estudio reciente de AMECO. En el caso de Italia, la pérdida es aún mayor. De estar por encima de la media UE en 1999 (25 puntos más) a caer en 2022 ligeramente por debajo de la UE-27.
Por mucho que la economía pueda crecer de un año para otro tal como se ha visto desde 2021 (5,5% cada año después de la caída del 11,3% de 2020), lo fundamental es buscar la comparativa homogénea con los socios europeos para detectar si la marcha es la adecuada o se está desviando el rumbo. Y ahí es donde el descuelgue de España es creciente y más difícil de justificar conforme pasen los próximos meses. ¿Cómo va a ser posible explicar que España sigue perdiendo renta per cápita real habiendo recibido más de 33.000 millones de euros de fondos europeos? ¿Cómo justificar que habiendo subvencionado durante años el coste de financiación de la deuda España esté empezando a tener problemas para captar capitales en los mercados internacionales?
Las respuestas para estas preguntas parten en Bruselas de un problema de desconfianza creciente con España y su Gobierno. Han bastado apenas dos semanas de campaña electoral para que los portavoces oficiales de la Comisión verbalicen sus dudas y desmientan declaraciones intencionadas, y revela hasta qué punto la cercanía del Gobierno español con la Comisión Europea no ha sido más que una unión circunstancial de intereses nacida del empeño de la presidenta Von der Leyen de salvar la situación europea sosteniendo a España e Italia.
Por tanto, no será fácil encontrar aliados en Bruselas. Menos aún si al análisis cuantitativo se le añade un análisis cualitativo estudiando el comportamiento de los votantes. El resultado electoral del domingo 23 puede leerse desde la Economía no sólo desde el punto de vista numérico, sino también desde el conocimiento de los sistemas de voto. Una de las ramas de la Economía es la «teoría de la elección colectiva», encargada de estudiar los sistemas que permiten ordenar las preferencias de los ciudadanos, con el objetivo de obtener resultados concretos basados en mayorías. Concretamente, una de las herramientas que ofrece esta área de conocimiento es el denominado «teorema de imposibilidad de Arrow», el cual establece cinco condiciones, de las cuales si se incumplen dos, no hay un resultado razonable.
«La tan ansiada estabilidad política y el fin de la «política de bloques» no ha podido materializarse en un adelanto electoral que ha trastocado la presidencia española de turno de la Unión Europea»
Es lo que ha sucedido con estas elecciones. Por un lado, la condición de «independencia de alternativas irrelevantes» no se ha cumplido, ya que cuestiones que estaban fuera de las líneas fundamentales de los programas electorales han condicionado fuertemente el resultado. La más importante es el referéndum y la situación del independentismo catalán. Otra ha sido la «desconfianza» de las instituciones europeas hacia una futura coalición entre el Partido Popular y Vox.
Por otro lado, la condición de «ausencia de dictador» tampoco se ha cumplido porque en las últimas semanas se ha impuesto en la opinión pública una visión muy concreta del espacio político a la derecha del Partido Popular, que no ha sido contrarrestado por nadie y que ha dominado el voto en una masa muy relevante de los ciudadanos que acudieron a las urnas.
Por mucho que los razonamientos que se puedan hacer sean racionales, transitivos y por mayoría, el resultado puede ser inconsistente y abocado a la repetición de la votación. Desde 2015 y la primera repetición electoral, España es un caso paradigmático de juego repetido. Una masa electoral muy similar ha generado resultados contradictorios. Esto no invita al optimismo ante una repetición futura de elecciones.