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Guadalupe Sánchez

El sanchismo de segunda ola

«El electorado sanchista ha encontrado en Vox el pretexto perfecto para limpiar su conciencia ante el proceso de peronización del país emprendido hace cuatro años»

Opinión
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El sanchismo de segunda ola

Pedro Sánchez celebra los resultados del 23-J con María Jesús Montero y Cristina Narbona. | Europa Press

El PSOE no ha ganado las elecciones, pero sí el sanchismo. Mientras que los votantes de Sánchez en 2019 podían alegar que fueron engañados por quien les prometió que jamás gobernaría con Podemos ni pactaría con Bildu o con los nacionalistas catalanes, sus electores actuales han votado no sólo a Pedro, sino también al equipaje con el que se presentó a estos comicios. Además de avalar sus cesiones al independentismo, su asalto a las instituciones neutrales, sus ataques al poder judicial o su desprecio por los fundamentos constitucionales y democráticos, también lo han legitimado para volver a repetirlos.

El electorado sanchista ha encontrado en Vox el pretexto perfecto para limpiar su conciencia ante el proceso de peronización del país emprendido hace cuatro años y que ahora Sánchez se dispone a culminar. Las piruetas argumentales a las que recurren para justificar las negociaciones de investidura resultan bochornosas. Los mismos que han abominado de los pactos autonómicos y municipales entre populares y voxistas, entran en patética contradicción consigo mismos cuando, para explicar las negociaciones con el prófugo de la justicia Puigdemont —con el que simpatizan partidos de extrema derecha europeos—, argumentan que el entendimiento con el diferente constituye la base de la democracia. Porque si hay algo que ha demostrado el votante socialista es que es inmune a las incongruencias de sus líderes.

Si la primera ola del sanchismo evidenció la mimetización del socialismo con los discursos y objetivos del independentismo catalán y vasco, la segunda ola supondrá la materialización institucional de la llamada «hoja de ruta» del secesionismo, cuya antesala fueron la derogación de la sedición y la rebaja de la malversación. Y todo ello con el aval de las urnas, porque si alguien triunfó el pasado domingo fue el PSC, que ha resultado ser el gran beneficiado por las políticas de apaciguamiento de Sánchez. Pedro volverá a gobernar gracias a los votos robados al independentismo en Cataluña, si bien ello no implica que el secesionismo esté más débil. Al contrario, ahora goza de un vehículo mucho más poderoso y efectivo para implementar sus políticas y alcanzar sus fines: el Partido Socialista Obrero Español.

«El ‘no es no’ pasará de ser un eslogan político a convertirse en una máxima institucional»

Entre los protagonistas de esta nueva etapa sanchista destacarán Cándido Conde Pumpido y el sector constructivista del Tribunal Constitucional. Espero equivocarme, pero todo indica que ampararán a los golpistas fugados que les reclaman la aplicación de la malversación sin ánimo de lucro para facilitar una amnistía travestida de indultos y que pergeñarán una fórmula para avalar un referéndum disfrazado de consulta. Porque, si bien es cierto que la Constitución proscribe la autodeterminación territorial, el voluntarismo del sector progresista coadyuvará a los intereses del sanchismo, que empiezan y se agotan en la pervivencia de Sánchez en el poder.

En este punto, espero me permitan expresarme con cierta sorna respecto a las opiniones de algunos compañeros juristas que descartan la posibilidad de la autodeterminación por una cuestión de inconstitucionalidad. Se trata de un argumento que cabía esgrimir en tiempos pretéritos, pero que en la actualidad no es más que un significante hueco, vacío. Tras sentenciar la constitucionalidad de un Real Decreto que ampliaba el permiso de paternidad aduciendo como extraordinaria y urgente necesidad la efectividad de la igualdad, o reescribir la Constitución concluyendo que existe un derecho fundamental al aborto, creo que no es aventurado afirmar que el Tribunal de Garantías se dedica a hacer activismo judicial favorable al sanchismo.

En cualquier caso, esta nueva ola sanchista no morirá en la orilla del referéndum que ansían los nacionalistas, sino que pondrá especial empeño en asaltar el poder judicial para intervenir la Justicia, implementando una visión de la democracia militante en la que sólo caben los que integran el cordón sanitario contra «la derecha». El «no es no» pasará de ser un eslogan político a convertirse en una máxima institucional que se invocará para expulsar del espacio público a quienes no comulguen con el credo progresista.

A los que abominamos de ello porque abrazamos el pluralismo político como sostén del orden liberal sólo nos queda esperar a que los partidos de la oposición sean capaces de configurar una alternativa conjunta al sanchismo, lo cual pasa por asumir que han cometido el error de participar de los marcos ideológicos y discursivos de la izquierda. Mientras tanto, no nos queda otra que surfear esta ola, aun sabiendo que en cualquier momento puede transformarse en un tsunami que arrase con todo.

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