THE OBJECTIVE
Luis Antonio de Villena

Rafael Cansinos Assens, sublime fracaso

«Rafael Cansinos Assens fue un notable escritor, de prosa a menudo suntuosa y cuidada, hasta su eficaz sencillez última, que buscó el margen y lo halló»

Opinión
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Rafael Cansinos Assens, sublime fracaso

El escritor Rafael Cansinos Assens. | Europa Press

Murió en 1964, con 81 años. En ese momento el sevillano/madrileño Rafael Cansinos Assens (primo de Rita Cansinos o Rita Hayworth, aunque no llegaran a conocerse) era un desconocido o mejor una vaga sombra de un pasado brillante. De él se acordaba y se acordó siempre Jorge Luis Borges y también -hizo su necrológica- el galán algo maldito, seducido siempre por los raros: César González-Ruano. Cansinos no era tan pobre como algunos han supuesto, vivía en un piso grande -con una de sus hermanas mucho tiempo- y aunque de trazas modestas, tenía asistenta y una renta -compartida con la familia- procedente (cuenta su hijo Rafael Manuel Cansinos) de otra prima, suculentas primas, llamada Angelita. Datos del muy reciente diario íntimo, inédito hasta ahora, Diario de posguerra en Madrid. 1943. Arca Ediciones. Ese viejo Cansinos remoto, con un hijo habido en su ancianidad, seguía siendo el ciclópeo traductor de obras inmensas, a sueldo de la casa Aguilar.

El editor Manuel Aguilar era judío, así como los escritores que, desde Argentina, como César Tiempo, le encargaban libros de tema hebraico, cuando ya en España no publicaba. Mucho se ha dicho o conjeturado sobre la verdad del judaísmo de Cansinos, nacido católico en Sevilla. Pero el caso (y es lo que más importa) es que Cansinos Assens decidió voluntariamente ser judío, porque le atrajo ese mundo, y porque -no lo dudo- el pueblo de Israel era, plenamente en aquellos tiempos, el pueblo maldito, perseguido, marginado y deicida, lejos sí del actual Estado de Israel.

Como Borges dijo en un espléndido soneto dedicado a nuestro hombre, «la imagen de aquel pueblo lapidado/y execrado, inmortal en su agonía, /en las negras vigilias lo atraía/ con una suerte de terror sagrado». No en balde el primer libro de Cansinos (opulentos poemas en prosa) se tituló en 1914 El candelabro de los siete brazos, al que seguirían no pocos más -cito un ensayo hermoso El amor en el Cantar de los Cantares, 1930- de tema judaico. Si entre 1914 y 1924, digamos, e incluyo su encomio y crítica del ultraísmo de vanguardia en su novela El Movimiento VP de ese 1924, Cansinos fue una figura notoria y capital en las letras españolas de la época, novelista, narrador, poeta, traductor o crítico, frecuentador de cafés y tertulias, donde trataba a todo el mundo y también a aquellos que eran menos mundo, todo eso se fue lentamente alejando y opacando, hasta terminar (tras el horror múltiple de la guerra civil) en la sombra voluntariamente más sombra, evocada al inicio. 

«Cansinos fue una figura notoria y capital en las letras españolas de la época»

Si leemos las estupendas y póstumas Memorias de un literato, podremos comprobar como el brillo inicial de los grandes nombres, Darío, Juan Ramón, los Machado -tantos- va quedando más lejos cada vez (saludos si se cruzan en la calle) porque Cansinos se va rodeando de bohemios y perdedores, desde su estético y hondo judaísmo. Cansinos busca el olvido como los ambiciosos la cima, y no otra cosa podría esperarse del autor (1918) de El divino fracaso. Rafael Cansinos Assens fue un notable escritor, de prosa a menudo suntuosa y cuidada, hasta su eficaz sencillez última, que buscó el margen y lo halló. Como Manuel Machado dijo en su célebre y hermoso epitafio a Alejandro Sawa: «Y es que el se daba a perder,/ como muchos a ganar./ Y su vida,/ por la falta de querer/ y sobra de regalar,/ fue perdida». Cansinos amó el fracasó y en ello hay no sé qué muy rara lección actual: ¿No habrá más mérito en dejar que en conseguir? Como cuenta el diario de 1943 -todo en apariencia tan gris, voluntario gris- la fea posguerra ayudó al secreto designio cansiniano.

Durante la guerra, los comunistas miraron a Cansinos como sospechoso de falangismo, pero en la posguerra, Cansinos fue sospechoso de «rojo», así sólo fuera por judío. Tristezas del cainismo español. Él se consideraba a sí mismo «un vaso saltado», roto, y cabe suponer (parece contradictorio) que únicamente esperaba el olvido y la literatura, seguir bregando en ella y con ella. En esos años (él tiene 60 y ella 50) le acompaña su más larga novia, muchos años, Josefina Megías Casado, natural de Don Benito. El hijo de Cansinos me ha dicho: No hay ni una imagen de esta mujer. ¿Más voluntad de olvido? ¿Alguien podría saber algo de ella, real novela de la vida? Cansinos Assens murió en un largo olvido, y ahora es un mago autor fascinante y secreto, pues hay inéditos suyos todavía. Y muchos hemos presumido de cansinianos. Borges (que lo admiró) lo volvió a clavar certero en el pareado final del soneto: «Acompáñeme siempre su memoria;/ Las otras cosas las dirá la gloria». Bien dicho. 

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