THE OBJECTIVE
Joaquín Leguina

¡Qué calor!

«Acepto que la mano del hombre puede estar contribuyendo a calentar el planeta. Pero otra cosa es inculcar el terror a la población omitiendo los datos históricos»

Opinión
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¡Qué calor!

Un termómetro en una parada de autobús en Madrid. | EFE

No sé ustedes, pero yo estoy harto de leer, escuchar y ver cómo los medios de comunicación nos anuncian permanentemente olas de calor. «Este julio será el mes más cálido registrado en la Tierra», nos alerta la prensa. Y periodistas de todas las televisiones ofrecen crónicas de urgencia sobre el supuesto apocalipsis que se nos está viniendo encima.

El periodista Luis Ventoso nos ha recordado a este propósito que la edad del planeta en el cual vivimos es de unos 4.500 millones de años y ¿desde cuándo se mide la temperatura? Pues como mucho desde 1880. Entonces, ¿qué es lo que nos quieren vender con esas alarmas? Pues una ideología a la cual la actual ministra de la cosa está dedicada en cuerpo y alma.

Veámoslo con algo de perspectiva. En 1990 se pronosticó un calentamiento de 0’3 grados por década, pero el registrado desde entonces ha sido la mitad (datos del UK MetOffice). Se ha profetizado reiteradas veces la rápida fundición del Ártico, que, sin embargo, no ha perdido hielo desde 2007, y la masa de hielo antártico está aumentando, según un estudio de la NASA publicado en el Journal of Glaciology en 2015.

Por otra parte, el calentamiento de un grado registrado desde 1850 se ha correspondido con una etapa de espectacular avance de la humanidad. Sabemos que la temperatura fue más alta en otras épocas, por ejemplo, durante el «óptimo climático medieval» se pudieron cultivar viñas en el norte de Inglaterra.

«Entre 1550 y 1850 se registra en el Hemisferio Norte la llamada Pequeña Glaciación»

Ventoso también nos recordaba que en la caída del Imperio Romano se produjo un calentamiento en el siglo III, que trajo una gran sequía que arruinó las cosechas y aumentó las epidemias. O que en los siglos VI y VII se registró la que los expertos actuales llaman la Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía, enfriamiento provocado por tres grandes explosiones volcánicas. O que entre 1550 y 1850 se registra en el Hemisferio Norte la llamada Pequeña Glaciación, por una disminución de la actividad solar y un aumento de la actividad volcánica. En 1789, el Ebro se heló durante quince días, etc, etc.

Yo, al igual que Ventoso, no me considero un energúmeno negacionista. Claro que quiero que los ríos estén limpios y no llenos de purines y mierdas, que no se ensucien los mares con restos de plástico, que las fábricas y los vehículos contaminen lo menos posible, que se preserven los bosques… También acepto que la mano del hombre puede estar contribuyendo a calentar el planeta. Pero una cosa muy diferente es inculcar el terror a la población omitiendo los datos históricos de calentamientos y enfriamientos y olvidando que países como China o Rusia siguen manchando el aire mientras aquí nos van a freír a impuestos verdes en nombre de una salvación del planeta en el cual somos insignificantes. Recordemos que el 72% de la generación de electricidad en China procede de centrales de carbón. En 2017 el promedio mundial de CO2 por Kw/h. era de 484 gramos Pero en la India era de 723, y en de China 620. Alemania emite 560 (por encima del promedio mundial), España 241, Francia 58 y Suecia 13.

Y uno se pregunta qué coño pinta la joven sueca Greta Thunberg dando lecciones en Europa. ¡Que se vaya a China, a ver si se «orienta» un poco! Particularmente me sumo a Julio Aramberri, que escribió que el debate en torno al cambio climático avivaba sus convicciones agnósticas. En efecto, los científicos convienen en que el calentamiento global se debe mayormente a la intervención humana… pero no es el fin del mundo.

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