España y los inquisidores europeos
«Las elecciones han dejado bien claro que hay que construir una alternativa con capacidad de transmitir a Europa lo que Sánchez representa de verdad»
Es bien sabido que, desde hace mucho, he mantenido una posición crítica hacia determinados aspectos del funcionamiento de la Unión Europea. Por supuesto que siempre he estado totalmente de acuerdo con la necesidad de defender conjuntamente los principios fundamentales en los que se basan, no sólo las democracias más avanzadas del mundo, que son las europeas, junto a Estados Unidos, sino toda la civilización occidental.
Además, siempre me pareció una gran idea y un logro importantísimo que los fundadores del originario Mercado Común propugnaran la libertad de circulación entre sus países de personas, bienes y capitales.
Mis críticas se han referido a dos aspectos del funcionamiento de la Unión, que, con el tiempo, se han ido agravando más: el exceso de intervencionismo de la ilimitada burocracia bruselense con una producción de normas infinitas, y la pérdida de soberanía de las naciones.
Pero, a pesar de mi euroescepticismo, reconozco que las instituciones europeas han alcanzado un poder muy grande, que conviene no despreciar y, en la medida de las posibilidades, utilizar a favor. Desde hace algún tiempo los ciudadanos europeos estamos contemplando cómo esas instituciones (el Parlamento, el Consejo, la Comisión e, incluso, el Tribunal de Justicia, el Banco Central y el Tribunal de Cuentas) amenazan y actúan contra aquellos países que, a juicio de los eurócratas, se desvían de los principios democráticos que deben regir en los países socios.
Esas amenazas han conseguido que muchos ciudadanos más o menos ingenuos o más o menos mal informados hayan aceptado el mantra de que los países del Grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) poco menos que son países que han caído bajo dictaduras fascistas o filonazis. Y todo porque no aceptan, de manera absoluta, los dogmas de la corrección política que dimanan de Bruselas. ¡Qué curioso y significativo que esos países sean, precisamente, los que más saben lo que cuesta vivir en libertad por haber estado cincuenta años bajo la bota primero de Hitler y luego de Stalin y sus secuaces!
«¿Saben en Europa que los aliados nacionalistas de Sánchez tienen sus raíces en el racismo más impresentable?»
Pues bien, esos burócratas e inquisidores europeos, que, desde sus despachos, anatemizan y critican a estos países porque, por ejemplo, no aceptan determinados aspectos de las leyes que en otros se ocupan de las personas transexuales o LGTBI+, permanecen impasibles ante la presencia de comunistas, filoterroristas, golpistas y separatistas entre los apoyos que han mantenido a Sánchez en el poder y lo van a volver a hacer.
Todos los burócratas de Europa deberían saber lo que es el nazismo y el comunismo, porque Europa los ha sufrido en primera persona. Por eso, es increíble que permanezcan impasibles cuando ven que, en uno de sus países, y de los más importantes, como es España, llevamos cuatro años con un gobierno de coalición con comunistas y nacionalistas golpistas y que, muy probablemente, vamos a seguir así.
¿Saben en Europa que Sumar es eso, una suma de partidos y partidillos comunistas, que sus dirigentes tienen retratos de Lenin en sus despachos, que no reconocen el derecho a la propiedad privada (y ahí está su Ley de Vivienda) y que desprecian la separación de poderes, principio esencial en un Estado de Derecho?
¿Saben en Europa que los aliados nacionalistas de Sánchez tienen sus raíces en el racismo más impresentable y que basan su independentismo en la superioridad de las razas catalana o vasca?
En la pasada campaña se ha echado de menos la presencia de representantes de las instituciones Europeas defendiendo en España esos principios esenciales en que se sustenta o debería sustentarse la Europa que queremos y que, sin embargo, los colegas de Sánchez declaran expresamente que no piensan respetar. Es incomprensible que Ursula von der Leyen, que es militante cristiano-demócrata de la CDU alemana, formación política hermana del PP español, no haya tenido un rato para acompañar en algún mitin a Feijóo y expresarle públicamente su incondicional apoyo. Como también es incomprensible que ni un solo dirigente del PP europeo haya participado en la campaña, habida cuenta de que el PP español es el mayor de toda la Unión Europea
«Si la UE hubiera alertado del peligro que supone Sánchez, muchos españoles que votaron PSOE se lo hubieran pensado más»
Tampoco se comprende que la Unión Europea, que nace del espíritu de los ciudadanos europeos de no caer nunca más en las garras de los dos totalitarismos más letales de la Historia, el nazismo y el comunismo, permanezca sonriente ante un político, Sánchez, que, después de perder las elecciones, con una arrogancia insolente presume de que va a gobernar porque cuenta con el apoyo de comunistas confesos y de nacionalistas que quieren romper España con el argumento de que pertenecen a una raza superior a la del resto de los españoles.
Estoy convencida de que, si la Unión Europea hubiera alertado claramente del peligro que, para el conjunto de Europa, constituye un personaje dispuesto a gobernar con comunistas y golpistas nacionalistas, muchos españoles que, por fidelidad a unas siglas que ya nada tienen que ver con lo que significaban hace 40 años, han votado al PSOE, se lo hubieran pensado un poco más.
Las últimas elecciones han dejado bien claro que hay que ponerse a trabajar para construir una alternativa unida y con capacidad de transmitir a Europa lo que Sánchez representa de verdad. No sólo a Europa, sino también a la prensa internacional, que repite las críticas a los antiguos países del Este, los que mejor saben lo que es el comunismo, y se calla cuando ese comunismo avanza por España de la mano de un autócrata que se siente a gusto implementando lo que los comunistas le proponen.
Pero, sobre todo, capaz de hacer ver a la mayoría de españoles los objetivos totalitarios que, de verdad, se esconden detrás de Frankenstein. Con la ruptura chulesca de la concordia que en la Constitución del 78 habíamos, sellado, creíamos que para siempre.