THE OBJECTIVE
Javier Santacruz

Por qué nos puede (y debe) preocupar el precio del aceite de oliva

«Las apenas 500.000 toneladas que figuran en los inventarios de las almazaras son el resultado de una campaña desastrosa en términos de producción»

Opinión
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Por qué nos puede (y debe) preocupar el precio del aceite de oliva

Aceite de oliva. | Google

En los últimos días se ha publicado un volumen considerable de noticias relativas a la subida del precio del aceite de oliva, incidiendo todas en dos elementos de capital importancia. Por un lado, las poquísimas operaciones de compraventa que se cruzan arrojan precios entre 7 y 8 euros por kilo de Virgen Extra en función de la CC.AA donde se materialicen, lo cual supone una subida en origen del 98,8% con respecto a la campaña pasada. Por otro lado, la caída acumulada del consumo doméstico es de un 41,6% en junio de 2023 con respecto al mismo mes de 2022, y un 37,3% por debajo de la media del dato del mes de las cuatro campañas anteriores (todos ellos datos ofrecidos por el Sistema de Información de Mercados Oleícolas del Ministerio de Agricultura).

Pero si hay un dato que nos debe preocupar (y mucho) es el bajísimo volumen de aceite de oliva en existencias. A pesar del frenazo en seco de las exportaciones (-32,1% en junio con respecto a la media de las últimas cuatro campañas), la contribución discreta de las importaciones fundamentalmente de Portugal (han registrado la primera caída acumulada en junio, un 2,9% también frente a la media de cuatro campañas) y la caída del consumo descrita arriba, las existencias en almazaras están un 50,8% por debajo de la media de las últimas cuatro campañas. 

Las apenas 500.000 toneladas que figuran en los inventarios de las almazaras son el resultado de una campaña 2022-2023 desastrosa en términos de producción, la cual apenas alcanzó las 663.000 toneladas frente a una media de las últimas cuatro campañas de 1.450.500 toneladas. Incluso fue mucho peor que la peor campaña de los últimos cuatro años, la del 2019-2020, quedándose un 41,1% por debajo. Sin embargo, la campaña española no fue demasiado diferente a la de los otros grandes productores de la zona mediterránea. El segundo mayor productor, Italia, bajó un 37%, mientras que Túnez cayó un 43%, Marruecos un 8% y Portugal ha registrado un pequeño descenso anual. 

Estamos en una situación extraordinariamente compleja. Los dos principales países productores (España e Italia) están gestionando una estrechez muy parecida, reduciendo drásticamente su comercio exterior y poniendo como prioridad el abastecimiento de su mercado interno. Incluso con la ayuda de mercados que han tenido una cosecha superior a la del año anterior como Grecia (situándose muy por encima de su cosecha más alta de la historia de 262.000 toneladas en 2006-2007) y Turquía (subió a 380.000 toneladas frente a las 246.400 toneladas de media de las últimas cuatro campañas), no ha sido suficiente ni de lejos para destensar tanto los precios como los inventarios.

«Hasta el inicio de la campaña general en el mes de noviembre, España entra en una situación crítica en cuanto a disponibilidad de aceite de oliva»

Hoy por hoy, la única solución es esperar una mayor cosecha para la próxima campaña 2023-2024. Las primeras estimaciones de la cosecha europea son positivas. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) publicó hace unas semanas una primera estimación global de la producción de aceite de oliva, en la que estima que la producción Europea se elevará en medio millón de toneladas, pasando de 1,5 millones en la campaña 2022-2023 a 2 millones en la próxima campaña 2023-2024, recuperando el nivel medio de las últimas cuatro. Al mismo tiempo, prevé peor cosecha en el norte de África (sobre todo, Marruecos) y en Turquía, nuestros competidores más inmediatos.

USDA no ofrece datos individualizados por países. Para ver las estimaciones individualizadas hay que acudir a otras fuentes. Un rastreo sencillo muestra que la producción en España apenas ascendería en 74.000 toneladas hasta las 737.000 toneladas (estimación de Cooperativas Agroalimentarias), mientras que Italia aumentaría en 115.000 toneladas hasta 350.000 toneladas y Portugal apenas 10.000 toneladas más (hasta 135.000 toneladas). Por si fuera poco, el tercer gran productor europeo, Grecia, bajará casi a la mitad (180.000 toneladas) después de que sus olivares se hayan visto gravemente afectados por la plaga de la mosca del olivo y la sequía. Dado que este país es de los primeros que empiezan a recoger aceituna, esto no tendrá un efecto neutral sobre los precios internacionales, añadiendo más presión si cabe al mercado europeo y, también, al español.

En resumidas cuentas, hasta el inicio de la campaña general en el mes de noviembre, España entra en una situación crítica en cuanto a disponibilidad de aceite de oliva (los inventarios podrían quedarse incluso por debajo de las 250.000 toneladas un mes antes del inicio de la campaña) y, por tanto, con tensiones de precios en el mercado interno. Por el momento, desde el punto de vista del consumidor final, la escalada de precios no ha sido aún mayor gracias a las previsiones de los envasadores (las existencias en la industria envasadora sólo han descendido un 9,1% entre 2023 y 2022, mientras que se sitúan igual que la media de las últimas cuatro campañas). 

Si se repite el patrón estacional de todos los años, habrá que esperar a diciembre 2023 – enero 2024 para encontrar un respiro en términos de precios tanto por la entrada de aceite de la campaña nacional como también las importaciones de los países más cercanos, especialmente Portugal, Italia y Túnez. De producirse este incremento de las importaciones, debería poner en alerta a los productores nacionales, especialmente a los que menos poder de mercado tienen. Cualquier expectativa medianamente optimista de producción en el Mediterráneo y la entrada de volúmenes foráneos recién cosechados puede provocar una bajada de precios en origen hasta los meses de marzo-abril (acumulación de fabricantes y envasadores, entre otros). Para el pequeño y mediano productor, intentar asegurar hoy un contrato de futuros con precios ligeramente por debajo de los actuales para entrega durante la campaña 2023-2024 no parece (con los datos de hoy y la perspectiva de corto plazo) una mala idea.

Salvo una sorpresa muy positiva tanto fuera como dentro en términos de producción, lo más probable es que la tensión en el precio del aceite de oliva continuará en los próximos meses, con graves riesgos de reducción mayor del consumo interno como también incluso para los productores (la paradoja de los precios altos). Es mucho más preocupante esta situación que las críticas vertidas recientemente por los sindicatos agrarios sobre el efecto que tienen las importaciones de los países del norte de África sobre el precio en origen del aceite de oliva en España.

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