THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

Presidente en funciones... eternas

«Mariano Rajoy estuvo 10 meses en funciones en aquel turbulento 2016. En Bélgica tienen el récord, con dos años de Gobierno en funciones. ¿Qué prisa hay?»

Opinión
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Presidente en funciones… eternas

Pedro Sánchez, presidente del gobierno | EuropaPress

Nos hemos equivocado tanto que ya ni cotiza. Con esa tranquilidad, unida a la relajación agosteña, les propongo equivocarnos un poco más; o no. Nos equivocamos quienes sinceramente creímos que los españoles castigarían visiblemente a un dirigente político que tenía (tiene y tendrá) como única máxima ética, política y moral «presidir un Gobierno, cualquier Gobierno, a cualquier precio»

Los números no muestran tal castigo porque, como todo el mundo sabe, Pedro Sánchez logró un millón de votos más este 23 de julio que el 10 de noviembre de hace cuatro años. Es verdad que esquilmándoselos a sus socios de lo que fue Podemos y, sobre todo, del bloque separatista de su Frankenstein. Pero ahí están. Esa ausencia de indiscutible castigo ha dejado en pírrica la clara victoria de Alberto Núñez Feijóo. Sin duda, es enorme el avance en votos que logró para el PP y, también, para el bloque de la derecha pese al descenso de Vox. Los más de ocho millones de votos de Feijóo superan claramente a los 7,7 de Sánchez. Además, suman tres millones de votos a los cinco que obtuvo Pablo Casado en noviembre de 2019. Para que la victoria de Feijóo sea aún más dolorosa, los once millones largos de la derecha (PP más Vox) son más de los que sirvieron para forjar las mayorías absolutas del PP en 2000 y 2011. Ni Aznar y Rajoy llegaron a esa cifra: lograron casi 10,4 y 10,9 millones de votos, respectivamente. 

«137 no es el número de la suerte. Son los escaños que tenía el PP de Rajoy cuando Sánchez armó su moción de censura»

Tras el recuento del voto CERA (cerca de 235.000 españoles residentes fuera de España acudieron a votar en consulados y embajadas), la traducción de votos a escaños arrojó para el PP una cifra bien conocida: 137 diputados, con uno más por Madrid, que es muy relevante al recaer en el combativo parlamentario navarro Carlos García Adanero. Pero 137 no es el número de la suerte. Son los escaños que tenía el PP de Rajoy cuando Sánchez armó su moción de censura en mayo de 2018. Y eso que entonces el PSOE de Sánchez sólo contaba con 85 diputados. De poco sirve recordar que, con 137 diputados, y el apoyo externo de un Ciudadanos, con 32 diputados (hoy Vox tiene 33), Rajoy fue investido (in extremis) el 29 de octubre de 2016 gracias a la abstención del PSOE. Sirve de nada porque ese respaldo en forma de abstención socialista exigió frenar el Gobierno Frankenstein que pretendía Pedro Sánchez. Y, para frenarlo, aquel PSOE tuvo que expulsar a Sánchez de la dirección socialista en un histórico Comité Federal del 1 octubre de aquel año. 

Sánchez volvió con honores a su partido en mayo de 2017: recuperó el liderazgo con unas primarias y se ocupó de que no quedase ni rastro de la dirigencia socialista que le había expulsado. Justo un año después (mayo de 2018) montó su moción de censura con un Frankenstein discreto: le apoyaron sin entrar en el Gobierno. Fue dos veces a elecciones en 2019, en abril y repetidas en noviembre, con el argumento de no querer tan inicua dependencia, pero la abrazó (parcialmente) al comprobar que su mejor resultado ronda sistemáticamente los 120 escaños. Lo hizo parcialmente porque en su coalición de Gobierno sólo entró Podemos y se disimularon (poco) los apoyos de ERC y Bildu. Ahora tiene 121 diputados y es el momento de abrazar total y abiertamente a su Frankenstein: no sólo a los amigos de ERC y de Bildu sino también al Junts del fugado Carles Puigdemont. ¡Los números mandan! 

«Sánchez ha decretado que es tiempo de vacaciones. Largas. Las suyas, afianzando su amistad marroquí. Luego será el tiempo del Parlamento. Despacio»

Pero, no. No tan deprisa. Sánchez ha decretado que es tiempo de vacaciones. Largas. Las suyas, afianzando su amistad marroquí. Luego será el tiempo del Parlamento. Despacio. Discretamente. Si los suyos han hecho el trabajo que les encomendó, el 17 de agosto podrá aglutinar 176 votos secretos a favor del diputado o diputada socialista que presidirá el Congreso, sea Meritxell Batet, Félix Bolaños o cualquier otro miniyo del líder. Parece una cuestión menor, pero es clave. Fundamental. En especial para que sus socios más distantes (léase el PNV, por ejemplo) decidan si quieren coronar a Sánchez como «Rey Sol» (en definición del socialista Tomás Gómez) o prefieren tenerle como un presidente del Gobierno muy consciente de que está en minoría. 

Los números exigen el concurso de todos: 121 del PSOE más 31 de Sumar más siete de ERC más seis de Bildu da 165. Es poco. Los 137 del PP más los 33 de Vox dan 170. Faltan los pequeños. Uno del BNG para el bloque de Sánchez: 166. Uno de UPN para el del Feijóo: 171. Y uno de Coalición Canaria, en ya veremos, aunque CC gobierna ahora con el PP en Canarias. Los del PNV (sólo cinco diputados esta vez ¡frente a los seis de Bildu!) han dicho que no harán presidente a Feijóo. ¿Significa eso que votarán a Sánchez como «Rey Sol» o sólo como presidente en minoría? Saben que Sánchez prefiere a Bildu sobre el PNV… es su carácter. Lo veremos en sólo diez días. Y los de Junts (siete diputados), para que no haya dudas, han remitido a Waterloo a los solicitantes de cualquier respaldo: lo que diga el fugado Puigdemont.

Consiga o no Sánchez la presidencia del Congreso para uno de sus diputados, pero muy especialmente si la logra, el célebre reloj de la democracia empezará a ir muy, muy despacio. ¿Qué prisa hay? Tenemos Gobierno. En funciones, sí, pero el Gobierno que (llegado el caso) resulte de una investidura de Sánchez podrá hacer incluso menos cosas. ¡Pues sigamos en funciones! Mariano Rajoy estuvo 10 meses en funciones en aquel turbulento 2016. En Bélgica tienen el récord, con dos años de Gobierno en funciones. ¿Qué prisa hay?

Como nos equivocamos tanto que, un poco más, ni cotiza, propongo los siguientes futuros ‘errores’.

Primero: Sánchez hará lo posible y lo imposible para impedir que Feijóo pueda ir a una investidura pese al argumento (obvio) de que el PP ha sido el partido más votado. Ya sé que es decisión del Rey, y de nadie más. Y también que se ha publicado que Sánchez estaría encantado de ver cómo Feijóo se estrella contra la evidencia de que el PP no puede sumar una mayoría de Gobierno, pues sólo contaría con el respaldo de Vox (y de UPN y, quizá, solo quizá, de Coalición Canaria). Pues no. Defiendo el ‘error’ de que Feijóo sólo tendrá opciones claras de ir a una investidura (probablemente fallida) si el PNV, en secreto y negándolo mil veces, decide el 17 de agosto no convertir a Sánchez en «Rey Sol». Es decir, opta por dejarle en simple mortal con un presidente (o presidenta) del Congreso favorable a Feijóo. 

«Salvo que Sánchez ya tenga todo pactado con Puigdemont, es probable que no se celebre ningún debate de investidura hasta los primeros días de octubre»

Segundo: alguien recordará (ya habrá recordado) que el 31 de octubre Doña Leonor cumple 18 años y que sería muy conveniente que ese día se organice en el Congreso -con todo el boato que tan relevante ocasión exige- su acto de jura o promesa de la Constitución Española. Hay un riesgo. Si, con las prisas, el primer debate de investidura (de Feijóo o de Sánchez) se celebrara antes del 31 de agosto y ni uno ni otro consiguiera en dos meses más votos favorables que negativos para ser investido presidente, el día de la jura de la Princesa de Asturias (justo dos meses después) las Cámaras estarían disueltas: sólo quedaría la Diputación Permanente. Éste es un buen antídoto contra las prisas. 

Pero (tercero): el 1 de septiembre es el último día (si he hecho bien las sumas) para mantener un debate de investidura fallido, seguido por dos meses de intentos vanos, y que las elecciones repetidas se celebren el último domingo antes de las Navidades: el 17 de diciembre. Son dos meses de intentos tras el primer debate de investidura fallido. Ahí quedan disueltas las Cortes y 47 días después se celebran las elecciones (y son 47, no 54 días, porque estaríamos ante elecciones repetidas). Para que, en su caso, las elecciones se celebren en domingo, conviene hacer las cuentas al revés a la hora de convocar la primera sesión de investidura. Y para que no se celebren en Navidades, conviene dejar septiembre tranquilo.

Por tanto, salvo que Sánchez ya tenga todo pactado con Puigdemont, como último ‘error’, sumado a todos los anteriores, es probable que no se celebre ningún debate de investidura hasta los primeros días de octubre (o, quizá, los ultimísimos de septiembre). Y, de aquí a entonces, ¡faltan dos meses!, Sánchez habrá tenido tiempo sobrado para ir y venir de Waterloo a negociar con el prófugo Puigdemont, y de invitarle a Moncloa a pasear por los jardines, como hizo repetidamente con Quim Torra para celebrar los avances en su «mesa de diálogo». Total, ¿qué hay de malo en que la gobernabilidad de España esté en manos de un delincuente huido de la Justicia? ¡¡Todo!! Sí… ya… pero… También está en manos de Bildu, y… Un plan B es que el presidente en funciones siga en funciones eternas. 

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