¿Y si Sánchez no le dice la verdad al Rey?
«Todos los grupos que apoyan a Pedro Sánchez quieren su parte del botín y algunos también su parte de venganza»
Ni siquiera los expertos constitucionalistas se ponen de acuerdo sobre lo que tiene que hacer el rey Felipe VI a la ahora de encargar formación de gobierno. ¿Pedírselo primero al candidato más votado como ha venido ocurriendo hasta ahora en todas las elecciones celebradas en España? O, ¿encargárselo al candidato que tenga más apoyos para conseguir la mayoría necesaria?
El artículo 99 de la Constitución no aclara nada. Dice que el Rey es el que toma la decisión tras reunirse y escuchar a los representantes de todos los grupos políticos que hayan conseguido representación parlamentaria. Algunos expertos afirman que esta necesidad de hablar con todos lleva implícito el conocer los apoyos parlamentarios que tendría cada candidatura y que, por tanto, según fuentes cercanas al PSOE, dejaría claro que la única opción capaz de conseguir la mayoría necesaria sería la de Pedro Sánchez. Es decir, el Rey tendría que escuchar a todos y tras conocer los posibles apoyos, encargar primero la investidura al líder socialista.
¿Tras escuchar a todos? Esta es una cuestión fundamental. El Rey no va a escuchar a todos. Como ha ocurrido en las últimas citas, los partidos independentistas Bildu y ERC ya han anunciado que no acudirán al Palacio de la Zarzuela cuando sean convocados por el monarca. Esto supone que Felipe VI no tendrá constancia directa de la decisión del voto de al menos dos formaciones políticas que son clave en la suma. No se sabe si en esta ocasión hará lo mismo Junts, que en la última ocasión incluso intentó que fuera un diputado que estaba preso el que acudiera a la Zarzuela.
Por lo tanto, para que el monarca tenga conocimiento de los apoyos de ERC y Bildu a Pedro Sánchez solo podrá ocurrir por dos vías. Una, por declaraciones que realicen de manera oficial representantes de los dos partidos independentistas fuera de la ronda de contactos de la Zarzuela y que, por tanto, no serían escuchadas directamente por el rey que debe ceñirse a lo que conozca en sus rondas de conversaciones, que para eso se celebran. Y la segunda es que sea al propio Pedro Sánchez el que garantice al monarca los votos futuros hacia él de esos dos partidos independentistas. Partidos que ya han demostrado y manifestado en demasiadas ocasiones que lo que menos les importa es la estabilidad política de España y para los que no sería una locura cambiar el sentido de su voto ante cualquier demanda no aceptada.
El Rey tendría por tanto que dar por buena la palabra de Sánchez sobre el voto de ERC y Bildu. Muchos sospechan que el líder socialista no dudaría ni una décima de segundo en camuflar adecuadamente el mensaje ante el Rey. Tampoco descartan que Sánchez lo hiciera sabiendo que podría haber mentido también a sus socios diciéndoles que aceptaba sus exigencias.
La cosa no queda aquí con ERC y Bildu. Recordemos que, a priori, el botón rojo para desbloquear, o reventar todo, le ha caído al prófugo Puigdemont que tiene muchas ganas de todo y de nada bueno. Si Sánchez le dijera al Rey que también tiene los votos de Junts, o el propio representante de Junts se lo dijera personalmente, estaríamos ante la tesitura de que se tendrían que haber aceptado las exigencias que ha impuesto el líder de Waterloo: amnistía y referéndum de autodeterminación o en su caso una lista de demandas de tal magnitud que supondría la desaparición del estado en Cataluña. La independencia de hecho, sin ser nombrada, ni votada.
«No es fácil la decisión del Rey. Le pueden mentir y le pueden ignorar. Y lo sabe. Pero suya, y únicamente suya, es la decisión»
Y eso sería escuchado por el Rey. No puede el Rey por su función constitucional ni negociar, ni cuestionar nada de lo que se pacte entre los partidos, siempre que esté dentro de los márgenes de la Constitución. Parece lógico, incluso para Pedro Sánchez. Pero ya sabemos que el presidente en funciones es capaz de intentar justificar lo contrario de lo que haya dicho y es un as mundial por su gran capacidad para rectificar o cambiar de opinión en corto espacio de tiempo. Si algo de eso ocurriera, sería realmente peligroso porque pondría en riesgo también el papel constitucional del Rey.
El riesgo es alto y lo tienen que rebajar y justificar. De ahí la inminente y previsible campaña en los próximos días de juegos de ingeniería verbal para ir introduciendo con vaselina en la opinión pública, teorías o términos que permitan encajar la prohibida amnistía en la Constitución. Ya empieza a escucharse a los primeros palmeros del Gobierno decir que la amnistía podría tener encaje. Interpretaciones en las que la amnistía sería un multi indulto sincronizado y el referéndum se transformaría en una consulta previa no vinculante, pero que tendría consecuencias en función de lo que saliera.
No es fácil la decisión del Rey. Le pueden mentir y le pueden ignorar. Y lo sabe. Pero suya, y únicamente suya, es la decisión. Todos sabemos que es altísimo el riesgo de caos o inestabilidad en una posible investidura de Sánchez. Hay factores que todavía no han implosionado.
Todos los grupos que le apoyan quieren su parte del botín y algunos también su parte de venganza. Podemos ya avisa, en medio de su cierre total, que ellos no han dicho todavía que sí y que les vendría bien un sillón ministerial para frenar la hemorragia. Y de paso, anuncian autonomía total frente a Yolanda Díaz, su más querida enemiga. Tampoco Junts y ERC se sienten cómodos votando los dos juntos de la mano lo mismo a favor de Sánchez. Iniciarían una escalada de chantajes para aparecer como los auténticos vencedores ante ese electorado independentista catalán cada vez más pequeño.
La otra opción es que el Rey se inclinara por invitar primero a Alberto Núñez Feijóo. El líder del partido ganador y más votado tendría que decidir. O desistir, como ya hizo en su día Mariano Rajoy, si creyera que no puede conseguir los votos suficientes. O bien intentarlo… y perder. Con lo que volveríamos a la pantalla de Sánchez, pero ya con el tic tac de la repetición electoral en dos meses en marcha. No es fácil la decisión del rey. Nadie dijo que fuera a ser fácil tras los resultados electorales del 23-J. Pero es lo que hay.