THE OBJECTIVE
Román Cendoya

Vox ya no es lo que fue

«La marcha de Espinosa de los Monteros es un paso más en la implosión de Vox. La abstención o el regreso al PP es la alternativa de los no integristas radicales»

Opinión
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Vox ya no es lo que fue

El hasta ahora portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros. | Europa Press

Las desgracias nunca vienen solas. A la pérdida de 600.000 votos y 19 escaños hay que sumar el abandono de Vox de Iván Espinosa de los Monteros. Se ha bajado del Parlamento por dignidad, cosa rara en política, 10 minutos antes de que le sometieran a la humillación de ser sustituido como portavoz parlamentario por un don nadie. Los más naif se agarran a que se queda de militante de base del partido. O son tontos o intentan tomar a sus votantes por eso. La elegante despedida de Iván sólo anuncia tiempos de ruptura y tormenta. Era inevitable que se abriera una crisis postelectoral. Lo que no tiene sentido es que se vaya Iván y se queden los responsables del desastre.

En Vox la presunta posibilidad de llegar a La Moncloa desató las ambiciones reprimidas de mediocres que se sienten ungidos por el Espíritu Patrio, para obrar el milagro de la reconversión de España a través de los sillones en el Consejo de Ministros. Así se lanzaron a por el tesoro antes de que llegara y para ello ocuparon todos los asientos de poder del partido. Ningunearon a Iván y retiraron de las listas a los más suyos.

En Vox todo lo piensan al revés de como es en política. Abascal grita que lo importante es España y no el partido que es un instrumento para España. Y así les va. Es que su España no es la de la mayoría de los españoles. En Vox son sagrados sus presuntos virtuosos ideales y no el rol que tienen que desempeñar en su, cada vez más pequeña, realidad política. Se han vuelto inútiles e intrascendentes. Lo fundamental son las siglas y no las personas.

Y así hicieron las listas que devengaron en tontas, porque lejos de mantener o ganar se perdieron demasiados escaños. Tantos para, en vez de aportar, ser la mejor ayuda del sanchismo. La fuerza de las siglas no sustituye a esas personas que se ganaron el respeto de los votantes en sus intervenciones en el Congreso y en su actividad en sus territorios. Usaron Andalucía para quitar a Macarena Olona. Después le dieron más que un paso atrás a Javier Ortega Smith. Una vulgar llamada de teléfono, sin avisar, para eliminar a Víctor Sánchez del Real y cuanto liberal hubiera en el Congreso para ocupar sus puestos con desconocidos beatos del neoaparato.

«Tienen el comodín del Partido Popular. Ese por el que el culpable de todas las cosas malas que le ocurren a Vox es el PP»

El no sutil cambio se notó en exceso. Batacazo electoral. No pudieron hacer autocrítica porque los recién ascendidos al poder, que han impuesto sus listas y su discurso más radical, no podían reconocer su error y su culpa, su gran culpa. Después de esperar agazapados tantos años, aguantando tanta tibieza y tanto relativismo moral, no pueden asumir su responsabilidad.

Y para eso tienen el, cada vez menos creíble, comodín del Partido Popular. Ese por el que el culpable de todas las cosas malas que le ocurren a Vox es el PP. Que la campaña fue un desastre —con Santi mirando hacia el pasado y recordando a las del Duce—, la culpa es del PP y no de los que la diseñaron. Que en el debate a tres Santiago Abascal iba mal preparado y ganó Yolanda, la culpa es del PP por no ir. Que Vox no va a entrar en el Gobierno, la culpa es del PP y no del voto inútil a Vox que no pone ni los diputados que faltan para la mayoría absoluta. Que Iván demostró en el debate a siete de los portavoces parlamentarios que es el mejor, junto con Aitor Esteban del PNV —como todas las semanas en el Congreso de los Diputados—, se le empuja a que se vaya.

A algunos de Vox les ha pasado lo mismo que le sucedió a Pablo Iglesias. Han asaltado el poder porque creían que ya lo tenían. Y no había nada. Vacío, inutilidad e intrascendencia. Por ello, después han tomado la decisión que han tomado, tarde y mal, respecto al gobierno. Que nadie se equivoque. La renuncia a exigir a Feijóo puestos en el Consejo de Ministros no es ni por España, ni por responsabilidad. Es un ejercicio de supervivencia de los que se han colocado en el poder de Vox y quieren seguir. Necesitan tiempo. Con los resultados del 23-J es muy difícil que el Partido Popular gobierne. Junto a Vox imposible. El paso a la derecha es una operación desesperada para evitar las elecciones en diciembre. Es ponerse de perfil para evitar el desastre definitivo de Vox, que el electorado haga con ellos lo que hizo con Ciudadanos en seis meses. 

La historia de Vox es la de un partido que pudo ser necesario pero que unos pocos han laminado. Cuando Alejo Vidal Quadras, Ignacio Camuñas y algunos jóvenes comenzaron, Vox era un partido que se parecía mucho a la Alianza Popular de Don Manuel Fraga. Un partido de derecha derecha. Con gente con criterio de España donde no había espacio al populismo.

«Y cuando más cerca estaban del poder, afloraron los integristas de la moral»

Les empujaron los jóvenes que le llevaron al mayor éxito. Tercera fuerza política en el Congreso con 55 escaños, capacidad de presentar mociones de censura y recursos al Constitucional. Un partido con giros populistas pero que encajaba bien entre la burguesía urbana, entre los productores del campo y entre los jóvenes por su exaltación nacional identitaria. Ahí estaban, el eterno Santi Abascal, que vale para todo lo que le pidan, Iván Espinosa, Ortega Smith, Sánchez del Río, … todos esos que eran el Vox grande, no los de ahora.

Y cuando más cerca estaban del poder, afloraron los integristas de la moral. El giro y el cambio en el partido ha sido más que una evidencia. Una realidad que sorprendía. Se anteponía la ley trans a los presupuestos del Ayuntamiento o la Comunidad de Madrid. Así bajaron hasta el 7% de apoyo. Su política sobre la mujer consigue hacer al partido el de menor respaldo por el género femenino en todos los segmentos de edad. Pero los que están acertados son ellos. Son esos a los que el Papa les parece Satán porque están por encima del Espíritu Santo, que es quien ilumina al Colegio Cardenalicio, y defendiendo a Dios le niegan en las decisiones de una de sus personas. Pero ellos saben.

Son los que agradecen a Espinosa de los Monteros la elegancia y la educación en su despedida. Qué bueno eres Iván porque no has contado nada y nos dejas seguir haciendo lo que queramos. Todo un caballero. Eso que no fueron ellos filtrando la entrevista de Abascal con Feijóo.

La marcha de Iván Espinosa de los Monteros es un paso más en la implosión de Vox. Lo ha escrito Ruben Manso «Vox no tiene futuro». Lo ha insinuado Ortega Smith. Una parte importante de su electorado se queda sin la referencia. Iván Espinosa de los Monteros ha sido uno de los mejores portavoces de la historia del parlamentarismo español. Un referente en economía liberal con costumbres conservadoras. Descansan en paz sus rivales en el Congreso, mientras que el que se entierra es Vox. La abstención o el regreso al Partido Popular, el voto real para echar a Sánchez desde cualquier lugar de España, es la única alternativa de los no integristas radicales.

Vox ya no es lo que fue. Se sigue llamando así. Todavía Abascal les sirve. Le van a ordenar —nunca mejor dicho— el partido con mucha oscura sacristía de piso y ninguna realidad de calle. Ahora, Vox es de ellos. Lamentarán mucho saber cuántos son como ellos a la hora de contar votos.

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