Así será la revolución liberal de Milei
«Menos gasto, menos impuestos y mucha más libertad económica. En definitiva, lo opuesto al ruinoso socialismo de Perón y el acomplejado gradualismo de Macri»
«Ultraderechista», «fascista», «radical»… Son muchas y variadas las acepciones que se han usado para calificar al economista Javier Milei, líder de la plataforma La Libertad Avanza y flamante ganador de las elecciones primarias para presidir Argentina celebradas el pasado domingo. Sin embargo, tales adjetivos, fruto del profundo desconocimiento del personaje y la maniquea manipulación de sus opositores para tratar de desprestigiarlo, nada tienen que ver con la realidad.
El término que mejor define el pensamiento político de Milei es liberal y, más concretamente, libertario. En teoría, se autoproclama como «anarcocapitalista» – defiende la existencia de una sociedad sin Estado, capaz de autoorganizarse y de proteger la soberanía del individuo mediante la propiedad privada y el mercado libre-, pero, en la práctica, apuesta por el «minarquismo», que no es otra cosa que la implantación de un Estado mínimo, limitado a una serie de funciones básicas, como la defensa o la justicia, donde la intervención de los políticos en la vida y economía de las personas se reduce a la mínima expresión.
Basta observar cómo arrancan las bases de su programa electoral para identificar claramente su filosofía y proyecto de país. «El liberalismo es el proyecto irrestricto del proyecto de vida del prójimo basado en el principio de no agresión y en la defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada. Sus instituciones fundamentales son los mercados libres de intervención del Estado, la libre competencia, la división del trabajo y la cooperación social». Este principio básico es la antítesis del fascismo, el nazismo, el comunismo y el resto de totalitarismos que, de una u otra forma, abogan por un control total de la sociedad a manos del poder político.
«Su más importante objetivo en caso de llegar a la presidencia es derrocar el peronismo»
De hecho, el primer y más importante objetivo que se ha marcado Milei en caso de llegar a la presidencia de Argentina consiste, precisamente, en derrocar el peronismo, un movimiento nacido del sindicalismo socialista de principios del pasado siglo e inspirado en la Italia fascista de Mussolini, cuyo fundador fue el general Juan Domingo Perón. El peronismo, en mayor o menor grado, ha marcado el devenir de Argentina desde mediados de los años 40 y su última expresión es el kirchnerismo que acaba de salir derrotado en las urnas. Una suerte de Estado paternalista que, tras casi 80 años de feroz intervencionismo, ha terminado por hundir la economía argentina, otrora una de las más ricas del mundo, en la pobreza y la más absoluta desesperanza.
Milei pretende llevar a cabo una revolución liberal, dividida en tres fases sucesivas, que guarda muchas semejanzas con las exitosas reformas económicas aplicadas por Chile en los años 70. En primer lugar, aboga por un «fuerte recorte del gasto público» mediante la eliminación de los «gastos improductivos del Estado», la «optimización y achicamiento» de sus funciones y la «privatización de las empresas públicas deficitarias».
Entre otras medidas, bajaría de 25 a 8 el número de ministerios, reduciría y eliminaría todo tipo de subsidios económicos y reformaría el sistema de obra pública para que las grandes infraestructuras sean licitadas y realizadas por empresas privadas a cambio de tasas y peajes que serían sufragados por el usuario final de las mismas, y no por el contribuyente. Asimismo, pondría en marcha una sustancial rebaja de impuestos, con especial incidencia sobre los costes laborales y los numerosos y elevados tributos que asfixian a los sectores productivos del país, como es el caso de la industria agroalimentaria. Pero primando, en todo caso, el necesario equilibrio presupuestario.
También aprobaría una ambiciosa reforma laboral, consistente en flexibilizar la contratación, sustituir las gravosas indemnizaciones por despido improcedente por seguros de desempleo, promover la libertad de afiliación sindical y reducir el abultado empleo público. Y abriría la economía al comercio internacional, lo cual supone acabar con los aranceles, los cepos cambiarios y las cuotas para exportar e importar, facilitando, además, la llegada de inversión extranjera y eliminando trabas y regulaciones.
«En una segunda fase propone privatizar las pensiones»
En una segunda fase, una vez que la economía empezase a crear riqueza y empleo con fuerza, Milei propone privatizar las pensiones mediante un sistema de capitalización, a imagen y semejanza de Chile y otros países, así como reducir los amplios programas asistenciales que, desde hace lustros, mantienen a buena parte de la población argentina bajo un perverso régimen clientelar de paguitas públicas, costeadas por empresas y trabajadores, cuyo único fruto ha sido la consolidación de la pobreza.
Mientras que la tercera generación de reformas consistiría en reformar la sanidad y educación públicas para externalizar servicios, fomentar la competencia entre centros, dar entrada a la empresa privada y posibilitar la libertad de elección de los individuos mediante cheques, tal y como sucede en varios países de Europa, por ejemplo. En esta fase se incluiría también la supresión del Banco Central y la consiguiente dolarización de la economía argentina para acabar con sus con sus recurrentes etapas hiperinflacionarias.
Lo que vende y defiende Milei a nivel económico, por tanto, es liberalismo puro y duro, en un sentido amplio. Menos gasto, menos impuestos y mucha más libertad económica y monetaria para que Argentina vuelva a ser la gran potencia que fue hace ahora un siglo. Nada tiene que ver esto con el «fascismo» ni el «radicalismo» que afirman sus detractores y sí mucho con la libertad que lleva por nombre su partido. Milei es, en definitiva, lo opuesto al ruinoso socialismo de Perón y el acomplejado gradualismo de Macri. Y el verdadero milagro es que haya vencido en las urnas con semejante programa en medio de una sociedad y una clase política profundamente estatistas.