Organizar la resistencia
«Los españoles derrotados por Sánchez y sus cómplices totalitarios tenemos que resistir con las armas que la democracia ha puesto en nuestras manos»
Estos días hemos asistido a la bochornosa y repugnante reunión en la que Díaz, vicepresidenta del Gobierno del Reino de España, manoseaba y acariciaba a un delincuente, fugitivo de la Justicia, que le persigue por, nada menos, que dar un golpe de Estado contra todos los españoles. La misma Díaz que se niega a reunirse con el presidente del PP, el partido que ha ganado las elecciones.
Y, a continuación, al no menos bochornoso y repugnante espectáculo de ver a ese delincuente presentar sus exigencias para satisfacer los deseos que Díaz le imploró en Bruselas. Crecido al ver que los líderes de la coalición PSOE-Sumar están dispuestos a todo con tal de seguir en el poder.
Exigencias, que todos conocemos y que están avaladas en las últimas elecciones por un mísero 1,1% de los españoles con derecho a voto (392.634 de un total de 35.606.632 españoles con derecho a voto). Y entre los catalanes, por un también mísero 7,15%. Esas exigencias, con la amnistía, llevan consigo acabar con el régimen del 78 y considerar que desde aquel año hasta ahora los españoles hemos vivido en una asquerosa dictadura, peor que las de Xi Jinping, Kim Jong-un o Castro, que tanto admiran los comunistas del gobierno. Y la exigencia del relator, que quiero recordar que se vieron obligados a suprimir tras la gran manifestación del 10 de febrero de 2019 en la Plaza de Colón. De ahí, las críticas unánimes de Frankenstein y sus medios afines a lo que llaman la foto de Colón.
Sin embargo, esas exigencias han sido recibidas con alborozo por los socialistas españoles, que han visto que, con la ayuda del Tribunal Constitucional (¿de quién depende? ¡pues eso!), no será problema concedérselas y, además, poner cara de demócratas y hasta de patriotas. Por mucho que disimulen unos y otros, la operación está hecha. Entre otras razones porque repetir elecciones es un riesgo que no van a correr porque la situación que ahora tienen es inmejorable. Para el Gobierno, con Sánchez y Díaz al frente, porque seguirán en el poder, y para los otros, con Otegui y Puigdemont a la cabeza, porque ese poder les pertenece en realidad a ellos.
Por eso, a los que creemos que cargarse la Constitución es un atentado irreversible contra los derechos de todos los españoles y un intento de acabar con la misma existencia de nuestra Patria, España, nos ha llegado la hora de organizar la resistencia contra esa alianza de totalitarios y oportunistas, que es Frankenstein y que va a seguir gobernándonos.
Una resistencia que vamos a formar en nombre de la Constitución Española de 1978. Pero no sólo de la letra (que esa la pueden manipular los esclavos jurídicos que Frankenstein tiene en el Tribunal Constitucional), sino, sobre todo, del espíritu, que fue y es lo verdaderamente valioso de ese texto.
Por eso, es la hora de recordar lo que estaba en el ánimo de los constituyentes. Lo primero y principal, cerrar definitivamente las heridas, los rencores y los odios que, en 1978, aún podían quedar de la Guerra Civil. Entonces se reconoció que esa Guerra había sido un fracaso y un disparate colectivo y que había llegado la hora de abandonarla para siempre como argumento de justificación política. Además, los políticos de la Transición quisieron plasmar en la Constitución su ánimo de reconciliación, de concordia y de fraternidad, por el bien de todos los españoles, que, ya hacía mucho tiempo, habían hecho suyas esas virtudes en sus vidas cotidianas. Por eso, todos los partidos hicieron el ejercicio democrático de ceder en sus pretensiones últimas para llegar a ese acuerdo histórico por medio del consenso.
Pues bien, en nombre de ese espíritu, que los socialistas llevan veinte años, desde el Pacto del Tinell, intentando destruir, los españoles que hemos sido derrotados por Frankenstein y sus cómplices totalitarios tenemos que empezar la resistencia, con las armas que la democracia y la inteligencia han puesto en nuestras manos, pero sin olvidar ninguna.
Sin ánimo de ser exhaustiva, aquí van las que me parecen más importantes y útiles:
- El Senado, que también es parte esencial del Parlamento y en el que también está representada la voluntad de los españoles. Son muchas las formas que, desde esta Cámara, se pueden arbitrar para luchar contra lo que se nos viene encima, como por ejemplo, las Comisiones de Investigación, que serían muy esclarecedoras para que se nos explicara en detalle todo lo del Tito Berni, las maletas de Delcy o el cambio de postura sobre el Sáhara-Pegasus.
- Las doce Comunidades Autónomas que hoy gobierna la derecha en España. Si los partidos independentistas de dos Comunidades españolas van a ser de facto los que gobiernen toda la Nación, las doce Comunidades restantes tienen que hacer todo lo posible y lo imposible para plantar cara a esa anomalía democrática. Para empezar, sería muy deseable que, de forma inmediata, esas doce Comunidades unificaran absolutamente sus posiciones en materias tan trascendentales como 1) la Educación: es imprescindible que todos los alumnos de esas Comunidades estudien los mismos programas y tengan los mismos exámenes y se acabe así con el culto al campanario regionalista y nacionalista, 2) los Impuestos: para demostrar en la práctica cómo, con políticas más liberales, los ciudadanos, sobre todo los más desfavorecidos, tienen más prosperidad y oportunidades, 3) el desarrollo de algunas de las nefastas leyes que Frankenstein nos ha traído (Memoria Histórica y Democrática, sí es sí, trans, Vivienda…), y nos va a traer, para paliar sus nefastos objetivos.
- Las movilizaciones, bien preparadas con tiempo y dejando muy claro quién convoca, sin olvidar la España de las banderas.
Por último, pero muy importante, la proyección internacional. Es incomprensible que en Europa, la Europa que pone constantes pegas a los gobernantes de los países del Este, esos que saben de primera mano lo que es una dictadura comunista, reciba con naturalidad y sonrisas a los responsables de Frankenstein, sin musitarles ni el menor reparo. Y eso que el partido mayoritario en el Parlamento de Bruselas es el PPE, al que pertenece el PP español.
Ha llegado la hora de la resistencia. Y tenemos bastantes armas para plantarle cara a la coalición de Otegui-Puigdemont-Sánchez. No las desaprovechemos.