La dama blanca
«Díaz, además de blanquear a Puigdemont, prefiere el silencio y quitarle con la plancha las arrugas a una amnistía que no cabe en la Constitución»
En las grandes ocasiones le gusta vestir de blanco, su color preferido. Lo hizo en la audiencia que le concedió Su Santidad, Francisco I, y lo acaba de hacer en el acogedor encuentro con el hombre que tiene en su poder la continuidad de Pedro Sánchez en el Gobierno de España y, en consecuencia, el que ella pueda seguir en su cargo. Carlos Alsina, en uno de sus acertados monólogos de Onda Cero, hizo el otro día un juego de palabras y asoció el blanco impoluto de Yolanda Díaz con el blanqueamiento de su interlocutor, Carles Puigdemont.
Está claro que a la vicepresidenta segunda de este Gobierno en funciones y ministra de Trabajo no le duelen prendas a la hora de negociar con un prófugo de la justicia concesiones para Cataluña y estudiar puntos de encuentro con alguien que ha demostrado fehacientemente que lo suyo no es precisamente el acuerdo, sino la imposición. Es lo que hay. Entre sonrisas y parabienes, primera condición del prófugo: elaborar cuanto antes una ley de amnistía para todos los encausados en el procés, aunque ello suponga una deslegitimación de la democracia española. Luego, a partir de ahí, hablamos, Yolanda, de otras concesiones irrenunciables.
La sonrisa del Gobierno, la cara inocente y amable de la izquierda comunista, presume de dialogar y negociar con todo el mundo, menos con su paisano y candidato a la investidura, Alberto Núñez Feijóo, para quien sigue sin encontrar un hueco en la agenda. A Yolanda —después de lo visto en su encuentro con el máximo representante de la burguesía nacionalista catalana— le debe parecer chulísimo intentar complacer los deseos de este delincuente reclamado por la justicia, antes que sentarse en una mesa con el líder del partido más votado en las últimas elecciones generales para escuchar sus propuestas y hablar de esos pactos de Estado tan necesarios. Pactos que, por cierto, no incumplen ni violentan nuestro actual sistema democrático.
«No es de recibo que se reclame transparencia en los encuentros de Feijóo con Abascal, mientras se oculta lo que tú te traes entre manos con socios potenciales»
A Yolanda Díaz, con 31 diputados —cinco de ellos procedentes de Podemos—, le preocupa más su imagen que la imagen de nuestro país en la Unión Europea. Su entrevista con Puigdemont lleva aparejada una descalificación implícita de la imparcialidad y profesionalidad del estamento judicial y una desconsideración —por no decir algo más fuerte— hacia la actuación de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado durante los sucesos acaecidos en Cataluña en el otoño de 2017.
Tampoco le gusta a la vicepresidenta segunda en funciones dar cuenta de lo que hace. Rehuye las explicaciones a la opinión pública sobre sus actos. La palabra transparencia le hace poca gracia. Los ciudadanos españoles, incluidos sus votantes, merecen una explicación, una comparecencia, con preguntas —que normalmente no responde— o sin preguntas.
La opinión pública tiene derecho a conocer de primera mano lo que ha hablado con Puigdemont, porque afecta a sus derechos fundamentales. No es de recibo que se reclame transparencia en los encuentros de Feijóo con Abascal, mientras se oculta lo que tú te traes entre manos con socios potenciales que ni siquiera aceptan ser recibidos por el jefe del Estado en las rondas de consultas previas a la sesión de investidura.
Yolanda no responde, como tampoco respondió durante la campaña electoral del 23-J a las preguntas sobre las propuestas de Sumar respecto a las reivindicaciones de los partidos independentistas. La dama de blanco, además de blanquear a Puigdemont, prefiere mantenerse en silencio y quitarle con la plancha las arrugas a una amnistía que no cabe en la Constitución y que nos deslegitima como Estado democrático.