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Javier del Castillo

Entre lo malo y lo peor

«Buscar ahora grandes pactos de legislatura con el PSOE es un gesto a tener en cuenta, pero sin ningún recorrido mientras Sánchez siga al frente»

Opinión
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Entre lo malo y lo peor

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, durante su reunión del pasado miércoles. | Europa Press

Efectivamente. Plantearle un gran pacto nacional a Sánchez en estos momentos, aunque sea con la sana intención de no caer en manos de nacionalistas, independentistas y herederos de ETA, es como pedirle a Luis Rubiales modales feministas y una esmerada cortesía. No dudo de las buenas intenciones de Feijóo, pero los resultados del encuentro del miércoles estaban ya escritos. No es no, y cómo quiere que se lo explique. 

Está bien que el PP presente ahora sus propuestas para evitar lo que ya es casi inevitable: un Gobierno sometido a los chantajes de las minorías que le apoyarán en la investidura. Que quede constancia, al menos, de sus buenas intenciones. 

Está bien que volvamos a ver en las portadas de los periódicos una foto de Sánchez y Feijóo juntos —cosa que no ocurría desde octubre de 2022, si se exceptúa el cara a cara de las elecciones en Antena 3—, pero conviene recordar que los grandes pactos desaparecieron de nuestra democracia hace mucho tiempo. Hubo pactos de Estado con Adolfo Suárez, con Felipe González, y algún otro sobre terrorismo con Aznar y Zapatero. Pero pare usted de contar. A partir de ahí, división, desprecio y enfrentamiento. 

La reunión del candidato a la investidura con el candidato a seguir en la Moncloa, a cambio de concesiones que son incompatibles con nuestra Constitución —amnistía y autodeterminación—, no ha servido para nada. 

Bueno, sí. Ha servido para que el presidente en funciones, tan prepotente como de costumbre, delegara en la portavoz del partido y ministra de Educación, Pilar Alegría, la comparecencia posterior ante la prensa, con la dudosa gracia e ironía que la caracteriza: «Feijóo ha intentado convencernos de derogar el sanchismo, pero le ha faltado persuasión». Ese era su ocurrente titular. En definitiva, más leña al fuego y ni una mínima alusión al contenido de las seis propuestas de pactos llevadas a la reunión por el vencedor de las elecciones. 

«En el manual de supervivencia y grandes intenciones de Sánchez, dentro de una España cada vez más rota y enfrentada, no hay lugar para una gran coalición moderada»

Es evidente que en la agenda de Sánchez no se contempla el acuerdo de los partidos que representan a más del 80% de la población. Y la reunión del otro día lo retrata. El único pacto que le interesa a Sánchez es el de la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), una vez que ya controla el Tribunal Constitucional y otras instituciones. 

En su manual de supervivencia y grandes intenciones, dentro de una España cada vez más rota y enfrentada, no hay lugar para una gran coalición moderada, que permita hacer frente a los retos que tiene por delante nuestro país. «España necesita un gobierno progresista» —le escuché decir, curiosamente, a un dirigente socialista catalán—, como si el progresismo y la igualdad entre los españoles fuera una seña de identidad de nacionalistas excluyentes y de políticos que intentan romper las reglas de juego de nuestra democracia. 

A los socialistas catalanes —a juzgar por esas declaraciones— les preocupa mucho más el derecho a decidir de los catalanes que las desigualdades y la falta de solidaridad interterritorial que tanto echan en falta los socialistas del resto de las comunidades autónomas. Sin embargo, lo que interesa en estos momentos, lo más acuciante ahora, es acercar posiciones con ERC y Junts per Cat, dejando a García-Paje y compañía lamentarse por tierras manchegas de los privilegios y prebendas que irán a parar al País Vasco y Cataluña.

Tampoco es cuestión de poner nombres a los culpables de una situación políticamente endiablada, que los hay. Como dice un amigo mío: al final, la culpa es de Feijóo por no haber ganado con una mayoría suficiente, cuando más fácil lo tenía. Cuando casi todo lo ocurrido en los últimos cinco años le resultaba favorable.

Buscar ahora grandes pactos de legislatura con el segundo partido más votado es un gesto a tener en cuenta, pero sin ningún recorrido. Al menos, mientras Sánchez siga al frente de los socialistas.

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