THE OBJECTIVE
Alfonso Javier Ussía

Segundas oportunidades

«La vida es un camino lleno de piedras, pero echo de menos esa naturalidad que tenemos en nuestro carácter de saber perdonar tan pronto como se pueda»

Opinión
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Segundas oportunidades

El actor Jeremy Allen White en 'The Bear'. | Disney +

Lo mejor que se puede encontrar en las plataformas, estos días de septiembre pasado de aguas bravas, es sin duda la serie, The Bear (Christopher Storer), que estrena su segunda temporada en Disney+, protagonizada por el actor Jeremy Allen White (Carmy) y Ayo Edibiri (Syd). La serie es una oda a la segunda oportunidad, pero también una invitación a ver de primera mano el sacrificio de la cocina y la restauración. 

Narra la vida de Carmy, que tras la muerte de su hermano, debe regresar a Chicago para hacerse cargo de un restaurante familiar especializado en bocadillos, que parece más bien la nave del Titanic: una situación económica difícil, relaciones familiares que saltan por los aires y la decisión de volver a empezar, levantarse, e iniciando una personal travesía en la que los problemas van de la mano con el compromiso y la exigencia de poder hacerse un hueco, en el panorama hostelero de una ciudad como Chicago. 

Pero no he venido a destripar una serie que deben ver ustedes, para poder disfrutarla como he hecho yo, sino a elogiar el concepto que tenemos las personas por las segundas oportunidades, una cualidad que siempre deberíamos tener presente a la hora de querer a los que tenemos cerca. 

Vivimos tiempos en los que es mucho más fácil señalar y comernos vivos al que comete un error. Hay, de hecho, gente que vive pendiente de ver cómo y cuándo tropieza el otro, para poder resarcirse de sus propios miedos soplando un vendaval de improperios y lecciones sobre el que se equivoca. Ese pequeño momento, ese instante en el que por la razón que sea, alguien comete un error, se aprovecha para ajustar cuentas pendientes cuando, en realidad, sería el momento idóneo para tender una mano y tratar de hacerle pasar el golpe de un forma mucho más leve, una caricia dentro del dolor, una palma en el hombro que transmita que ahí está para ayudarle en lo que haga falta, muy especialmente, en el momento en el que se ha equivocado. 

«La serie está sembrada de gente que sólo intenta hacer las cosas un poco mejor, ayudando a entender que la vida que tenemos es mucho menos dura cuando sabemos dar una segunda oportunidad»

Que la vida es un camino lleno de piedras está más que demostrado, es obvio, no venimos a decir lo contrario, pero sí que echo de menos esa naturalidad que tenemos en nuestro carácter de saber perdonar tan pronto como se pueda, sin dejar lugar a las dudas, ni mucho menos, al paso del tiempo sombrío que padece el caído. 

Somos personas que vivimos pendientes de la pantalla, donde algunas redes son lo contrario de lo que pretendemos que sea el patio de la vida. Antes que esta invasión nos perturbara por completo, la gente se ayudaba entre iguales y todas las diferencias que había entre nosotros, eran precisamente, todo lo que nos unía. Recuerdo muy bien que todos mis amigos eran distintos entre sí: sus ideas políticas, sus gustos musicales, la elección de una peli…; después, todo eso se ha ido perdiendo porque las afinidades hacen que a cada poco miremos las cosas que nos gustan cerrando la puerta a lo distinto, a lo que aparentemente no nos encajará porque hay un porcentaje calculado por un algoritmo que nos dice lo afines que somos para cada cosa que tenemos delante. 

Luego se exige que no cometamos errores, que el que fracasa no llega, que si te equivocas, pierdes la oportunidad de haberlo logrado, cuando en realidad, lo lógico es equivocarse, no llegar, quedarse en ese casi que hace que el camino del nueve al diez sea el más largo de todos los anteriores. El fracaso escolar, los estigmas de meter la pata, tener que cerrar una empresa, o dos, meter la gamba con un amigo, volver a casa derrotado porque por una decisión resulta que todo se fue al garete; eso es la vida, eso es lo cotidiano y, es ahí, justamente ahí, donde los que te quieren y te rodean deben hacerse más fuertes que nunca y tratar de hacer este camino pedregoso algo más llano, aunque sea en la percepción, porque las piedras son tan grandes que no se pueden mover. 

He disfrutado muchísimo The Bear precisamente por todo eso. La serie es una constante alusión a la realidad, a la dificultad, a todo lo que nos hace sentirnos peor porque casi llegan, pero al mismo tiempo, está sembrada de gente que sólo intenta hacer las cosas un poco mejor, ayudándose a cargar la mochila y, sobre todo, a entender que la vida que tenemos es mucho menos dura cuando sabemos dar una segunda oportunidad, a todo aquel que alguna vez, por la razón que sea, ha metido la pata. 

No se la pierdan, de verdad, merece mucho la pena. 

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