Para gobernar un poco más
«A cambio de siete votos, Sánchez pretende desvirtuar el ordenamiento jurídico y mandar un mensaje de apoyo al proyecto supremacista del independentismo»
La palabra amnistía es, como ha recordado el periodista Fernando J. Pérez en Twitter, la «crisis» de Zapatero. Es la frase que se negaba a pronunciar. Zapatero hablaba de «desaceleración» o «desaceleración transitoria ahora más intensa» hasta que la recesión y la crisis resultaron obvias. Sánchez ha tardado meses en pronunciar la palabra amnistía. Lo hacían su partido y sus socios, y él utilizaba eufemismos y un lenguaje lleno de recovecos. Ayer pronunció la palabra en la cumbre europea de Granada junto a Charles Michel y Ursula Von der Leyen. Dijo que es «una forma de tratar de superar las consecuencias judiciales a la situación que vivió España con una de las peores crisis territoriales de la historia de la democracia en el año 2017». Es más rápido decir, como ha señalado Josu de Miguel, que «es una forma de conseguir siete votos para la investidura».
Como ha escrito Daniel Gascón, Sánchez «quiere hacernos creer la mentira de que la suspensión del imperio de la ley, el hecho de que unos delitos dejan de serlo cuando los cometen personas de determinada procedencia, ideología y posición, a cambio de una transacción política, es admisible. Pero la amnistía es destructiva: significa que la ley no es abstracta ni igual para todos».
Los partidarios de la amnistía defienden que en cualquier negociación hay cesiones y cambios de opinión, y que por eso no es tan grave que hace apenas unos meses la posición de Sánchez fuera la opuesta. En primer lugar, no es un cambio de opinión cualquiera. No es un cambio de «bajaré los impuestos» a luego subirlos. Es un cambio que tiene muchas ramificaciones y consecuencias jurídicas y de igualdad ante la ley. En segundo lugar, un cambio de opinión puede llegar a ser legítimo si hay un cambio de convicciones, no por una cuestión de poder. No ha cambiado de opinión, solo de estrategia (porque su opinión es un misterio).
«Aquí el independentismo no cede nada y el Estado lo cede todo: admite su error y pide perdón»
En tercer lugar, en una negociación ambas partes deben ceder más o menos lo mismo. Aquí el independentismo no cede nada y el Estado lo cede todo: admite su error y pide perdón. A cambio de siete votos para una investidura, que ni siquiera garantizan el voto favorable en el resto de la legislatura, el Gobierno pretende desvirtuar el ordenamiento jurídico, la igualdad ante la ley, el principio de no contradicción y mandar un mensaje bastante claro de apoyo al proyecto supremacista del independentismo radical.
«Los españoles han hablado y nos han dicho cuál es la representación de los partidos políticos y han dicho póngase a negociarlo. En esto estoy», dijo el presidente poco después en su intervención en Granada. ¿Cuándo han hablado los españoles sobre la amnistía? No estaba ni en el programa ni en las intervenciones del presidente en las pasadas elecciones, hace ni siquiera tres meses. A muchos a los que les parece bien un referéndum en Cataluña, que se llenan la boca con la idea de que los catalanes tienen que votar sobre la autodeterminación (spoiler: si lo hicieran y saliera el no, como es previsible, pedirían votar de nuevo hasta que salga el sí), no les interesa saber la opinión que tienen los españoles sobre la amnistía.
Durante años la izquierda ha promovido la idea de que hay cuestiones esenciales que deben votarse en un referéndum. La entrada en la OTAN se produjo tras un referéndum. En cambio la amnistía, que significa que el Estado pide perdón por lo que supuestamente hizo en otoño de 2017, debe aprobarse sin más. ¡Es la reconciliación! Que te digo que es la reconciliación, imbécil. «Serán acuerdos públicos transparentes y validados ante el Poder Legislativo, e incluso, si quieren ser recurridos por la oposición, por el Tribunal Constitucional», dijo el presidente ayer. Incluso. Gracias, supongo. Una medida como la amnistía necesita un consenso que hoy no existe. Sánchez es perfectamente consciente de que ese consenso no existe y de que la decisión será recurrida por la oposición. Pero esos siete votos son muy importantes. Gracias a ellos, podrá gobernar un poquito más, que siempre es mejor que un poquito menos.