THE OBJECTIVE
Ignacio Ruiz-Jarabo

Hacia un Gobierno liberticida

«Dada la ideología estatista de los miembros de un nuevo Gobierno de Sánchez, pocas dudas caben sobre el carácter liberticida de sus futuras decisiones»

Opinión
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Hacia un Gobierno liberticida

Ilustración de Alejandra Svriz.

Desde casi la noche de los tiempos el combate entre las ideas políticas viene girando casi de manera exclusiva en torno a una única cuestión central que no es sino el reparto del espacio entre el Estado y el individuo. Es cierto que en cada coyuntura temporal y cada espacio en concreto —por lo tanto, también en cada proceso electoral—aparecen otros temas que lógicamente polarizan momentánea o coyunturalmente el debate, pero el auténtico dilema o la auténtica disyuntiva que perdura en el tiempo es cual es la dimensión del Estado que se preconiza y, consecuentemente, cuantos son los grados de libertad individual que se respetan. Y es imposible obviar que ambos conceptos —Estado y libertad— son claramente competitivos entre sí, de modo que inexorablemente a más Estado menos libertad y, correlativamente, a menos Estado, más libertad.

Evidentemente, como en todos los procesos humanos de decisión compleja, cualquier simplificación del dilema reseñado resulta objetivamente manipuladora porque la disyuntiva real no es elegir entre solo Estado o solo Libertad sino la elección entre los respectivos grados de uno y otra. Y en este punto, cualquier análisis histórico riguroso revela que cuando un país ha desequilibrado en exceso su elección a favor del Estado y en contra de la Libertad, se ha autocondenado al fracaso moral, social, político y económico. 

Lo expuesto viene al caso porque la evolución seguida por España en los últimos años constituye un peligroso deslizamiento en pro del Estado y en contra de la libertad, aproximándonos más que peligrosamente al punto de fricción a partir del cual las decisiones del poder político constituyen una real asfixia de los derechos individuales. Para constatar lo anterior, basta con considerar dos cuestiones concretas acaecidas en nuestro país en los últimos años. Una es la creciente exigencia impositiva que, además, viene materializándose con el quebrantamiento de las propias reglas formales existentes para la creación de impuestos. Como ejemplo de esto último tenemos las últimas figuras impositivas creadas por el Gobierno Sánchez que incluso han tenido que denominarse oficialmente gravámenes por no haber respetado el procedimiento legalmente previsto para la instauración de un impuesto.

La otra es el exceso de regulación, circunstancia que en España ha adquirido ya una alarmante dimensión y una peligrosísima dirección. Como muestra, esa aberración denominada ley de vivienda que coarta injustificadamente la libertad del propietario para disponer de su propiedad y dificulta su defensa ante la delictiva agresión que representa la llamada okupación.

«Cuando por miedo optas por comprar las recetas pro Estado de tu adversario, te condenas a perder el debate de ideas»

Estas reducciones de libertad, y otras muchas, acaecidas en España en los últimos años pueden y deben ser combatidas a partir del debate de las ideas y deben serlo con rotundidad y con firmeza pues al desgraciado hecho de que hayan sucedido en el pasado reciente, se le añade el riesgo de su profundización en el futuro inmediato dada la previsible configuración de una mayoría parlamentaria que facilite la instauración de un nuevo Gobierno continuista del anterior. Y el combate rotundo y firme debe realizarse también sin los habituales miedos y complejos que suelen lastrar a los representantes políticos de las opciones contrarias al estatismo. Porque una cosa es cierta, cuando por miedo o complejo optas por empezar a comprar las recetas pro Estado de tu adversario, te condenas tú mismo a perder el debate de las ideas. Desgraciadamente, así lo hemos podido ver en España en tiempos pasados pero recientes.

Valgan las reflexiones anteriores para ser aplicadas al difícil momento político que se vive en España. Es posible, incluso probable, que estemos cerca de la conformación de un nuevo Gobierno que, de nacer, nacerá por la conjunción de intereses ajenos al bien común pues su nacimiento responderá a la suma de intereses varios a cada cual más ilegítimo. Así, entre los que lo alumbrarían destacan de una parte los delincuentes que buscan la exoneración del pago por sus delitos y de otra los que están dispuestos a exonerarles con el único objeto de poder mantener el poder durante los próximos cuatro años. No cabe mayor agresión a la ética política ni mayor afrenta a las reglas del funcionamiento democrático. Pero de producirse el nefasto alumbramiento del citado Gobierno y en función de la ideología estatista dominante entre sus miembros, pocas dudas caben sobre el carácter liberticida de sus futuras decisiones que seguirán sobredimensionando al Estado y sojuzgando a los individuos.

Semejante expectativa requiere una oposición que levante con energía, también con convicción, la bandera de la libertad y los estandartes de las libertades individuales. Que explique además que sin una y otras no hay progreso económico, que sin ellas no hay avances sociales reales y que su ausencia provoca indefectiblemente la degradación moral de la sociedad al tiempo que favorece la usurpación del poder político por sátrapas y dictadores. Las experiencias reales, pasadas y presentes, son un inequívoco reflejo de lo expuesto. Y de no poner remedio en nuestro caso, la española puede sumarse con mayor o menor intensidad a las ya existentes. Indicios públicos y explícitos no faltan. A juzgar por las intenciones que manifiestan nuestros gobernantes, voluntad tampoco. El riesgo existe y la probabilidad del siniestro no es despreciable. Pero, al tiempo, la posibilidad de impedirlo es real y está lejos de ser nimia.

Mas no depende exclusivamente de la oposición política, pues que ésta cumpla con su responsabilidad antes descrita constituye la condición necesaria pero no suficiente para impedir el avance del liberticidio, pues para alcanzar la condición de suficiencia se requiere que el inmenso conjunto de españoles que deseamos preservar nuestros actuales grados de libertad y recuperar los perdidos en los últimos años no permanezcamos pasivos ante los ataques que, mediante  la progresiva entronización del Estado, aspiran a reducirla. Somos más, y aunque así lo piense no afirmaré que también mejores, por lo que de dar la batalla con ganas, ilusión, firmeza y persistencia podemos conseguir que la libertad triunfe aunque hasta entonces debamos sufrir una noche plagada de oscuridad, con las restricciones y acoso a nuestras libertades que implemente el nuevo Gobierno liberticida que presida Sánchez.

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