THE OBJECTIVE
Antonio Elorza

Hamás/Israel: diez claves

«Al final Sánchez se sumó a la legítima defensa de Israel, para de inmediato abrir el camino a un ataque a fondo contra Israel en los medios gubernamentales»

Opinión
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Hamás/Israel: diez claves

Ilustración de Alejandra Svriz.

1. El punto de partida es obvio: la incursión de Hamás en territorio israelí del 7 de octubre ha supuesto una mutación trágica en un conflicto histórico, el suscitado por la creación del Estado de Israel en 1948 y la subsiguiente expulsión de pobladores palestinos, consecuencia de la inesperada victoria hebrea sobre la coalición de potencias árabes. Cuando se suceden las justas lamentaciones por la situación del pueblo palestino y se achacan a la responsabilidad de Israel, se olvida siempre que en su origen se encuentra el ataque árabe, encabezado por Egipto, dirigido a echar los judíos al mar, léase aniquilar su entonces minúsculo Estado.

No es preciso detenerse en peripecias ulteriores, si bien hay que anotar la significación de dos momentos. El primero, la victoria israelí en la guerra de 1967, que tuvo como consecuencia la incorporación de Jerusalén Este, la franja de Gaza y Cisjordania. El segundo, la retirada israelí de Gaza en 2005, cuya consecuencia es que la franja cae en 2007 bajo control de la organización palestina radical Hamás, que niega la existencia del Estado de Israel.

Cuatro enfrentamientos militares entre Hamás e Israel, la última en 2021, reflejaron el grado de conflictividad existente entre la organización palestina y el Estado hebreo, que culmina en la invasión del 7 de octubre. Esta vez se ha tratado de un ataque fundamentalmente terrestre y aéreo con drones, que penetra en territorio israelí superando sus defensas, conquistando instalaciones militares y civiles. Es un nuevo escenario, marcado además por el empleo masivo de métodos terroristas. Mil cuatrocientos muertos judíos como balance. la mayoría civiles ejecutados fríamente. El mensaje es claro: Israel debe y puede ser destruido.

2. Prólogo del estallido fue la agudización de las tensiones, que culmina en el último Gobierno de Benjamín Netanyahu, actuante desde el pasado añoy en línea con los suyos anteriores. Asentado sobre una alianza con partidos de la extrema derecha religiosa, Netanyahu aplicó a fondo la política del rechazo frente a toda petición palestina que le caracterizara desde que en 1993 se opuso a los acuerdos de Oslo que anunciaban la paz entre Israel y la organización palestina dirigida por Yasser Arafat. Netanyahu rechazaba concesiones que hubiesen desembocado en el autogobierno palestino en Cisjordania y Gaza. Confió desde entonces hasta hoy en un control militar que garantizaba a su juicio la seguridad del Estado, la ilegal permanencia de los asentamientos judíos sobre el territorio conquistado y últimamente la tolerancia de incursiones de grupos integristas en espacios vistos como sagrados (la explanada de las Mezquitas en Jerusalén). La vulneración de la sacralidad de la mezquita de al-Aqsa ha sido la primera justificación esgrimida por Hamás para su agresión, realizada mientras un batallón del Tsahal se dedicaba a proteger ceremonias religiosas integristas en Cisjordania. El exembajador judío Élie Barnavi caracterizó en Le Monde lo ocurrido como fruto de la convergencia entre el fanatismo de la organización islamista y la estupidez —diríamos rigidez cerril de la política israelí. Un callejón sin salida que ha saltado el 7 de octubre.

«Hamás ha puesto de relieve que su objetivo es la eliminación del Estado de Israel y también de sus ciudadanos»

3. Fue inesperado el éxito de la operación militar de Hamás, pero lo fue más aún que consistiera en una operación de megaterrorismoque ha impuesto la primacía de una lógica de exterminio. El significado político del 8 de octubre experimenta en consecuencia un cambio radical: la demostración de fuerza exhibida por Hamás hubiera supuesto un paso decisivo para invalidar la aspiración de Netanyahu, de perpetuar, e incluso intensificar, el dominio israelí sobre los territorios palestinos, en tanto que la siembra del crimen durante la invasión, que alcanzó a todo tipo de seres inocentes, lleva las cosas a otro terreno. Hamás ha puesto de relieve que su objetivo es la eliminación, no solo del Estado de Israel, sino de los ciudadanos pacíficos que lo pueblan: la mayoría de los 1.400 muertos, asesinados. La finalidad de liberación política resulta de este modo transformada en un crimen de guerra generalizado, en el anuncio de un genocidio, por encima de lo que los palestinos hayan sufrido en fechas anteriores (y que entre otras cosas ha hecho de dos millones de ellos ciudadanos del Estado de Israel con derechos cívicos superiores a los residentes en países árabes).

4. La consecuencia a extraer desborda ampliamente el marco de este conflicto: el terrorismo es siempre un procedimiento inadmisible de acción política, por cuanto vulnera frontalmente el derecho fundamental de cada persona a su propia vida, no siendo combatiente, y destruye las reglas de cualquier forma reglada de resolución de los conflictos, comprendida la guerra. Según acaba de probar la experiencia de la acción de Hamás sobre Israel, terrorismo es deshumanización, propiciando además que el colectivo víctima a vulnerar el también ilimitadamente los derechos humanos. Incita a esa «venganza» y a ese perdurable sufrimiento por generaciones que anunció Netanyahu en sus primeras alocuciones después de los sucesos.

5. El imperio del terror, ejercido por Hamás, no elimina el derecho de los palestinos a tener su propio Estado, aun cuando lo haga más difícil de cara al futuro, y obviamente no deba ser utilizado como coartada para rehuir las exigencias de un momento tan trágico como el presente (ejemplo: las declaraciones de Pedro Sánchez en Mérida). Fue una vía de solución absurdamente eliminada por el conservadurismo israelí, con Netanyahu al frente, y se mantiene como objetivo político imprescindible, si la actual crisis llega a ser superada.

6. En tal circunstancia, pasa a primer plano el derecho de Israel a existir como Estado y, en consecuencia, a defenderse con todos sus medios de ataques como el de Hamás, dirigidos a su eliminación y a la de los israelíes como pueblo, según pudo comprobarse el 7 de octubre. La guerra se convierte en un recurso inevitable, con la única limitación de no incurrir en la transgresión de las normas de derecho internacional, evitando cometer crímenes de guerra, y tratando de preservar las vidas civiles. Reservas bien difíciles de atender en una contienda con un enemigo terrorista y en las circunstancias concretas de Gaza. El balance de la semana de bombardeos es ya en sí mismo desolador, visto desde el exterior como puesta en práctica de la idea de «venganza» anunciada por Netanyahu y de la declaración del ministro de Defensa, Yoav Gallant, de que Israel está luchando contra «animales humanos». La moderación introducida por sus aliados, como el reciente alto el fuego humanitario para el sur de Gaza, es hoy la mejor línea de defensa para el Estado Hebreo.

«No cabe excluir que frustrar el acuerdo en curso con Arabia Saudí haya precipitado el 7 de octubre»

7No solo la debacle del 7 de octubre, sino la sucesión de enfrentamientos desde la década de 1980, prueban que esa supervivencia de Israel requiere la eliminación política y militar de Hamás, como condición a corto plazo, en cuanto premisa para romper luego el cerco de organizaciones y países musulmanes que han hecho del fin de Israel, no solo un objetivo legitimado por la cuestión palestina, sino una coartada para encubrir sus propias deficiencias. Las reacciones de los Estados islámicos a la actual crisis, exime de todo comentario, lo mismo que las manifestaciones unánimes de las masas de creyentes. Esto va más allá de la difícil victoria militar a perseguir ahora, suponiendo un viraje también difícil de llevar a la práctica, aunque esté ya esbozado con los llamados acuerdos de Abraham, tendentes a la normalización de las relaciones con Estados árabes: no cabe excluir que frustrar el acuerdo en curso con Arabia Saudí haya precipitado el 7 de octubre.

8. En la vertiente opuesta, el terror desempeña un papel central en la estrategia del Eje de Resistencia antiamericano, cuyo liderazgo es ejercido por Irán y cuyo objetivo último es el aniquilamiento del Estado de Israel. Durante mucho tiempo se discutirá si la decisión del ataque a Israel fue adoptada en Teherán o en Gaza, y posiblemente tiene razón la diplomacia americana al afirmar que no existen pruebas de la implicación del régimen de los ayatolás en el mismo. Es una pregunta para la cual no cabe hoy respuesta y que no afecta al fondo de la cuestión: la centralidad de Irán en el establecimiento y la puesta en práctica de una estrategia de radical oposición a los Estados Unidos, cuya dimensión finalista no ofrece dudas, acabar con Israel. En este orden de cosas, resulta del todo lógico que Jamenei diese pleno sentido a su política antisemita durante estos años, armando a ultranza a Hamás, con la puesta en acción militar de la organización palestina contra el enemigo a destruir.

Además, con el nuevo escenario, se alcanzaban varios objetivos. Tal vez el principal, abortar el inminente establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudí, una brecha de primera importancia en el tradicional frente árabe antijudío, y el objetivo ha sido alcanzado. También intervenía el factor interno. La teocracia iraní cuenta con medios suficientes para aplastar una y otra vez la contestación interna, procedente de una sociedad civil que no se resigna a sufrir la tiranía de los ayatolás y que mira a la libertad de tipo occidental perdida en 1980, pero el descontento sigue vivo y puede provocar nuevas protestas. Así las cosas, el nuevo clima de guerra religiosa fortalece la cohesión entre los apoyos del régimen, presentando a quienes se oponen como traidores al servicio de Occidente, un viejo recurso heredado de Jomeini. Al mismo tiempo legitima la pretensión de liderazgo regional al servicio de Alá. El terrorismo, en sus distintas formas, fue utilizado a fondo desde los comienzos del régimen, justificado desde el criterio de que su santo fin está por encima de los medios -eso sí evitando casi siempre la palabra-, y por todo ello no existe la menor dificultad para convalidar y ensalzar lo ejecutado por Hamás. 

«El cambio introducido por Hamás en la escena internacional supone un refuerzo sustancial para la estrategia de Putin»

Sobre la relación entre el ataque de Hamás y los componentes del Eje de la Resistencia, en torno a Irán, contamos con un valioso testimonio: las declaraciones el día 8 de un representante de Hamás, bajo el nombre de Ali Barakat, a Russia Today. «A fin de mantener secreto el ataque y asegurar su éxito, nos cuenta, las diferentes fracciones y nuestros aliados no conocían la hora cero. Pero pasada media hora, fueron contactadas las fracciones de la resistencia palestina, así como nuestros aliados Hezbolá e Irán. Los turcos recibieron también noticia, teniendo lugar un encuentro a las 9 de la mañana». El Gobierno ruso, entre otros, solicitó información y fue atendido por Hamás. Catar permanece en la sombra.

El portavoz de Hamás destaca cual es el núcleo del Eje de Resistencia antiamericano, Irán, Hamás y Hezbolá, en torno al cual se integrarían la participación de Siria y de los grupos armados shiíes de Irak y Yemen. La sorpresa es la referencia en el diálogo de Russia Today a la Turquía de Erdogan, un maestro del doble juego, cuyas buenas relaciones con Hamás eran conocidas. Tras la invasión, justificó su actitud como defensor de «los oprimidos», denunciando como «masacre» el bombardeo de Gaza, al mismo tiempo que se ofrecía de mediador. En cuanto a la comunicación preferente de Hamás con Putin, todo es más simple: pone de relieve la convergencia de intereses con el invasor de Ucrania, apuntando a un futuro de articulación de estrategias agresivas. De antemano, el cambio introducido por Hamás en la escena internacional supone ya un refuerzo sustancial para la estrategia belicista de Putin.

Irán aparece como el jugador principal, lo cual significa que la partida en curso no tiene como objetivo último una resolución favorable de la cuestión palestina, sino dar un paso en el avance hacia la destrucción del Estado hebreo. De ser esto así, podrá comprobarse a través del comportamiento del peón Hezbolá; la hipótesis se vería en cambio invalidada si su intervención en la guerra es puramente testimonial, mientras en sentido contrario sería confirmada con la apertura de un segundo frente desde Líbano. Los hechos y las declaraciones del ministro de Exteriores iraní van en este sentido, preparando una intervención directa. Es la supervivencia a medio plazo de Israel lo que está en juego.

«Por encima de la causa de emancipación palestina, se sitúa el odio antijudío de fuente religiosa»

9. El adiestramiento militar de los milicianos por Irán, con el concurso de sus estrategas y la competencia de Hamás exhibida por todos lados en la invasión del 7 de octubre, pueden explicar el éxito de la invasión del 7 de octubre, pero no la mentalidad que la inspiró y la bestialidad imperante en su ejecución, reveladoras de un propósito de exterminio del pueblo israelí, de una vocación genocida si aplicamos en sentido estricto los criterios de Lemkin. La destrucción de seres humanos, con un denominador común entre los distintos comandos de Hamás, convertidos en nuevos escuadrones de la muerte nazis, no fue fruto de un enloquecimiento repentino, sino la traducción en hechos de una mentalidad basada aquí en el fanatismo religioso, concretamente en la utilización selectiva de textos doctrinales yihadistas.

La legitimación actualizada del terror puede encontrarse en la versión inglesa del libro sagrado, curiosamente en su edición saudí, 10,60: debes disponer «medios de guerra (tanques, aviones, misiles, artillería) para aterrorizar al enemigo de Alá que es el tuyo…».

No es preciso ir muy lejos para encontrar el conducto de aplicación de esa norma a los israelíes y en todo su alcance destructor. Lo recuerda el grito habitual en las manifestaciones de apoyo a Hamás: «¡Jaybar! ¡Jaybar!». Jaybar fue el ataque a un oasis fortificado judío, donde los asaltantes musulmanes exterminaron a los defensores, eso sí solo de sexo masculino. Los pormenores, contenidos en la biografía de Ibn Ishaq, son de extrema dureza y anuncian las escenas del 7 de octubre que merecerían ser conocidas entre nosotros, sobre todo por nuestros «progresistas» del Gobierno. A partir de esas referencias doctrinales, por encima de la causa de emancipación palestina, se sitúa el odio antijudío de fuente religiosa. Conviene recordarlo, dado que es aplicable a otros lugares y circunstancias.

10. Por fin, la activación del terrorismo en Europa es un resultado inevitable y casi inmediato de la acción de Hamás. Como telón de fondo, tenemos la movilización de la izquierda contra Israel, muy intensa en países como España o Francia, haciendo abstracción de la barbarie terrorista de Hamás, que ha creado un ambiente social favorable a la actuación agresiva del islamismo, visto como expresión violenta pero siempre justa, de la causa palestina. El ejemplo del asalto victorioso de Hamás al territorio israelí alienta sin duda a dar un paso hacia la acción de los musulmanes en el resto del mundo, y como era de esperar, de los millones residentes en Europa. La motivación puede no ir más allá de las palabras, aun cuando también cabe un efecto-imitación con  el salto desde el odio religioso a la violencia. Por algo el terrorista que asalta un liceo en Francia y mata a un profesor, lo hace al grito clásico de Allah-u akhbar. Y en la proliferación de manifestaciones de apoyo a Hamás no hay solo solidaridad, sino una expresión de orgullo.

«TVE y la prensa oficial se han volcado sobre la tragedia de Gaza e ignorado las pruebas de la barbarie de Hamás»

En el caso español, el componente izquierdista del Gobierno ha dado lugar a una situación esperpéntica, con Pedro Sánchez obligado a alinearse con sus colegas europeos, eludiendo eso sí la declaración de defensa conjunta del Estado de Israel, mientras Sumar, Podemos e Izquierda Unida se pronuncian a favor de Hamás, con la coartada de Gaza, hasta exigir la condena de crímenes de guerra israelíes. En el mismo sentido, desde un primer momento, los medios de comunicación gubernamentales, con TVE y la prensa oficial al frente, se han volcado sobre la tragedia de Gaza e ignorado las pruebas de la barbarie de Hamás. Portada del telediario noche del sábado 14: imagen de Netanyahu saludando satisfecho a sus tropas, y de inmediato niños y mujeres de Gaza gritando con desesperación. Todo queda dicho.

Al final Pedro Sánchez se sumó a la legítima defensa de Israel, para de inmediato cargar la balanza del otro lado y proclamar que la solución reside en los dos Estados, algo que no está hoy en el orden del día. Así queda bien y elude una explicación rigurosa de la tragedia, abriendo el camino a un ataque a fondo contra Israel en los medios gubernamentales, cubierto por la defensa de Palestina, hasta el punto de presentar las matanzas de Hamás como un castigo bien merecido. Es el progresismo puesto al servicio de un previsible genocidio, pues no otra cosa sería la aplicación del exterminio practicado por Hamás el día 7 a toda la población del Estado Hebreo.

En Francia, la repercusión de la crisis ha ido más allá de las actitudes políticas. De un lado, el antisemitismo musulmán se tradujo en doscientos ataques a la minoría judía; de otro, el terror de Hamás sirvió de incentivo a la actuación terrorista puntual, con el atentado de Arras. Son indicadores de que la intensidad del problema islamista va a crecer por el efecto-imitación respecto de Hamás y que eludiendo el riesgo también real de islamofobia, los gobiernos europeos se encuentran ante el deber de realizar una doble acción, de vigilancia rigurosa y pedagógica, orientada a la extirpación del yihadismo, tanto de la minoría musulmana ya establecida como de los futuros creyentes, sin gratificantes idealizaciones. De otro modo tendremos dentro la guerra que hoy vemos lejos.

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