THE OBJECTIVE
David Mejía

No son antisemitas

«Una parte importante de la izquierda reaccionó a la barbarie de Hamás con frivolidad y sectarismo, pero la estupidez no es sinónimo de antisemitismo»

Opinión
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No son antisemitas

Ilustración de Alejandra Svriz.

Tengo un amigo que presume de ser «muy nazi» con el café. Esto no significa que sólo compre grano a agricultores arios, ni que pretenda (aunque ganas no le faltan) encerrar en campos de concentración a los baristas que llaman café al ácido que sirven a sus clientes. Los nazis del café nada tienen que ver con Hitler ni con el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán; se llaman nazis para exhibir una exigencia superior con el origen, la calidad y el sabor del café. Son snobs, pero no fascistas. Este nazismo cool es muy transversal. Los valencianos, por ejemplo, presumen de ser muy nazis con el arroz, los gallegos con el pulpo y el Barça con el estilo de juego y la limpieza arbitral. Desde un lugar exquisito se podría discutir que la expresión banaliza el nazismo, pero hasta el más mojigato consentiría que se trata de una banalización menor, casi inofensiva. No consta que la normalización de la expresión haya insensibilizado a los españoles con el Holocausto.

Son otro tipo de abusos verbales los que vacían de sentido las palabras y banalizan su historia. Aquí nos hemos hartado de repetirlo. Sucede cuando se llama «fascista» a quien vota a la derecha, «machista» a quien critica la gestión de la ministra de Igualdad o antisemita a quien reprocha su conducta al Estado de Israel. Nuestra derecha, tradicional víctima de insultos cargados de ofensiva historia, no ha desaprovechado la ocasión de ponerse a la altura de sus adversarios. Isabel Díaz Ayuso llamó antisemita a la jefa de la oposición, Mónica García, en el pleno de la Asamblea. Pero García no dijo nada que permita concluir que siente fobia étnica o religiosa hacia el pueblo judío. Para quienes repiten que condenar los actos de Hamás no implica la criminalización de Palestina, deberían comprender sin demasiado esfuerzo que las criticas al Estado de Israel no son prueba de antisemitismo.

«La bandera del antisemitismo es el blindaje ante cualquier crítica legitima al Estado de Israel»

Quien denuncia el bloqueo israelí en Gaza o la ocupación militar de Cisjordania es tachado de antisemita con la misma intención con que se llama fascista a quien defiende la educación bilingüe en Cataluña o machista a quien cuestiona la ley de violencia de género: para silenciar el debate tras la denigración del adversario. Una parte importante de la izquierda reaccionó a la barbarie de Hamás con desafecto, frivolidad y sectarismo, pero la estupidez no es sinónimo de antisemitismo. La bandera del antisemitismo es el blindaje ante cualquier crítica legitima al Estado de Israel.

El antisemitismo existe, claro. Y también existen el fascismo, el machismo, el racismo y el cambio climático. Por eso es crucial no emplear los términos en vano. Las palabras no son ajenas a la inflación, es decir, a su devaluación progresiva. Si llamamos antisemita a cualquiera, ¿cómo llamaremos al antisemita de verdad?

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