THE OBJECTIVE
Dante Augusto Palma

Imágenes, guerra y terror

«Desde la guerra del Golfo hasta atentados como el 11-S o ahora en Israel sabemos que han muerto miles de personas, pero las imágenes de las víctimas no están»

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Imágenes, guerra y terror

Ilustración de Alejandra Svriz.

Rehenes desesperados; familias enteras acribilladas al costado de la ruta entre autos quemados; cuerpos de mujeres ultrajados sobre una camioneta. Las imágenes que circularon en redes y medios tradicionales de lo que fue el ataque sorpresivo de Hamás en territorio israelí nos llenan de espanto.

Naturalmente, desde el momento en que estos actos se perpetraron hasta aquí, infinita cantidad de tinta se ha vertido posicionándose desde un lugar u otro de un conflicto de larga data y en el cual no me interesa ingresar. 

Simplemente quisiera hacer foco en la cuestión de las imágenes. A propósito, recuerdo que algunos meses después del inicio de la pandemia había leído una entrevista a Pérez Reverte en XLSemanal donde él indicaba: «No vimos bastantes muertos». En aquella ocasión, quien, como todos sabemos, supo ser cronista de guerra, llamaba la atención sobre el hecho de que no habíamos visto las imágenes de los ancianos muertos en las residencias, ni las de los cuerpos agonizantes ni las de las lágrimas de los familiares, etc. 

Efectivamente, la pandemia, salvo algunas excepciones, se había tramitado dentro de la burocracia administrativa y con una economía del dolor. Los muertos, los enfermos y, luego, los vacunados, en plena era de la imagen, fueron solo una estadística valiosa como insumo de una política pública tendiente al ejercicio de un control biopolítico sobre las poblaciones. 

«Sabemos por los reportes que mueren miles de personas en Gaza pero no los hemos visto»

En aquella ocasión, esa particular ausencia de imágenes advertida por Pérez Reverte me llevó naturalmente a la ya clásica elaboración del filósofo francés Jean Baudrillard alrededor de la guerra del Golfo y que fuera compilada en un libro titulado La guerra del Golfo no ha tenido lugar

Es que para Baudrillard, aquella guerra inauguraba el período de lo que él llamaría «guerras irreales», sin imágenes; guerras donde parece no haber muertos, ni dolor, ni angustia; guerras mediadas, relatadas, a distancia, pulcras, sin salpicaduras. Se trataba de pura virtualidad, similar a la que se enfrentan los jóvenes en sus videojuegos, o a las simulaciones de vuelos con las que se entrenan los pilotos de guerra, tal como bien mostrara en su momento el cineasta Harun Farocki en instalaciones como Eye/Machine

Desde aquel momento hasta ahora hubo todo tipo de conflictos o atentados espectacularmente terroríficos como el de las Torres Gemelas donde sabemos que han muerto miles de personas y, sin embargo, las imágenes de las víctimas no están. Ahora mismo, sabemos por los reportes que mueren miles de personas en Gaza pero no los hemos visto. A su vez, los cronistas de guerra ya no actúan en el territorio, sino que transmiten desde un balcón y, en el mejor de los casos, logran mostrarnos, de lejos, luces que son misiles pero que parecieran ser fuegos artificiales. Si a esto le agregamos las posibilidades tecnológicas que hoy en día hacen casi imposible diferenciar si una imagen es verdadera o no, estamos más que nunca frente a guerras «que no tienen lugar», que «no suceden»; guerras en las que, como les indicaba, el dolor es un problema de administración.

Sin embargo, al ver las últimas imágenes barbáricas recordaba al mismo tiempo las producciones cinematográficas del ISIS donde las decapitaciones de los presuntos impíos se realizaban con una producción cinematográfica digna de Hollywood. En el caso de la última intervención de Hamás en Israel, la disponibilidad de celulares hace que proliferen las imágenes amateurs pero, naturalmente, de lo que se trata es del «retorno de las imágenes», aunque no sea en este caso más que con la presunta finalidad de sumir al mundo entero en el terror, pues, claro está, ninguna de esas capturas de vídeo tienen como objeto la denuncia de lo ocurrido sino que son vehiculizadas por los propios responsables de la atrocidad.

«Que no veamos las imágenes de víctimas de esas acciones obedece a una decisión política antes que a razones morales»

Si bien es muy difícil hacer elaboraciones sobre un tema tan sensible, y sin ánimo de falsa equidistancia, me interesa pensar la diferencia en el tratamiento de las imágenes entre las «guerras que no tienen lugar» de Baudrillard y este uso descarnado y crudo de la imagen que realiza, en este caso, el terrorismo. Sin embargo, sobre este punto, lo que me surgen son más dudas que certezas y lo que puedo ofrecer son solo algunas aproximaciones. 

Es que reducir todo a un Occidente que lleva adelante guerras culposas que no quiere mostrar porque el horror producido recibiría el rechazo de su propia opinión pública, sería simplista, si bien al mismo tiempo parece evidente que el hecho de que no veamos las imágenes de víctimas de esas acciones obedece a una decisión política antes que a razones estéticas o morales; asimismo también parece simplista afirmar que la conexión entre este tipo de ataques salvajes como los de Hamás y la difusión voluntaria de esas imágenes sea simplemente la búsqueda de diseminar el terror.

Es eso, claro, pero quizás sea algo más también. En esa misma línea, sea para encontrar similitudes, sea para encontrar diferencias, las cuales, sin duda, son importantes, cabe tomar en cuenta, por ejemplo, cómo operan los casos de esos «lobos solitarios» que, casi siempre en Estados Unidos, un día toman su ametralladora e ingresan a masacrar gente en un colegio mientras transmiten todo en vivo en su red social. En estos casos, además del terror, parece haber componentes desde narcisísticos hasta megalómanos que resultan alejados de las motivaciones políticas o religiosas que buscan justificar acciones injustificables. Pero allí también hay un uso de la imagen bastante particular, como si la acción no fuera completa sin la imagen; como si parte esencial de la acción sea el ser vista por los otros. 

En síntesis, sin que la perspectiva de Baudrillard haya quedado falseada, las guerras «profesionales» y «administradas» que «no tienen lugar» parecen comenzar a convivir con actores y conflictos que por diversas razones consideran que las imágenes, sobre todo las más terroríficas, ocupan un lugar central en la disputa. Sumido en la perplejidad, a la espera de que la guerra cese e implorando que no se cobre más vidas civiles, esto es todo lo que hoy les puedo aportar.

 

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