THE OBJECTIVE
Alfonso Javier Ussía

La verdad al servicio de la mentira

«Mientras esté en juego la pela, la verdad, la libertad de la información y la realidad se seguirá ajustando a los intereses de todos aquellos que la controlan»

Opinión
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La verdad al servicio de la mentira

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De todas las cosas que dicen las redes sociales, la más reveladora es lo que dicen de uno mismo. Sin darnos cuenta, o en algunos casos, intencionadamente, los clientes del bar van reflejando sus opiniones de todos los acontecimientos que pasan por la barra. Decía el novelista francés, André Maurois, que «lo difícil en una discusión no es defender nuestra opinión, sino conocerla», porque esto de la inmediatez te hace saltar al ruedo con demasiada premura la mayoría de las veces. Luego ocurre que las cosas posan, como el vino, y según van madurando y se dan a conocer puntos de vista reflexionados por otros, uno se da cuenta que los calentones traen problemas en cualquier alcoba.

Estas palabras no sirven para amorales ni para justicieros ideológicos, se trata de aproximarse un poco a la gente normal que de vez en cuando entra en los lagares de la red. La mayoría de los usuarios las utilizan para apuntalar opiniones sectarias. Es una discusión perdida desde el inicio, pues los equiseros profesionales (antes tuiteros), demuestran demasiadas veces que la ideología puede a cualquier verdad. Siempre se apostilla, se busca un pero, se trata de salvaguardar la memez que defienden ante cualquier obviedad. Estos días lo vemos con los ataques terroristas a Israel, donde el antisemitismo vence cualquier capacidad de reconocer una barbarie. Es curioso que nazis y comunistas piensen igual. Extremos que se acarician como dos pocholos paseando en una barca del Retiro. 

Además, estas redes son un descubrimiento de sabios que no tiene parangón. Todos saben tanto de temas tan delicados que no puedo entender cómo en España no crecen los premios Nobel como setas en pinares. Deberían darnos el premio al lugar más lúcido del planeta. Lo que, por otro lado, no deja de recordarme lo cerca que estamos al mismo tiempo de ser unos moñas integrales. 

Hubo un tiempo, mucho más placentero y respetuoso, que los cuñados representaban ese personaje que sabía de todo tanto que abrumaban. Luego estaba el tópico del españolito medio, aquél que llevaba un taxista, un seleccionador de fútbol, un policía de tráfico e incluso un cirujano en cada una de las veladas con amigos o familia. Siempre supo la mejor ruta para llegar de Cadaqués a Pola de Lena; él que hubiera puesto un 4-4-2 para ganar a Francia; ese que habría dejado un carril para que pasaran los autobuses, o que hubiese hecho una incisión de dos centímetros para aliviar la presión sobre la arteria. Qué bien nos habría ido a todos si gobernara. Sin embargo, ese cambio de tendencia que nos ha regalado internet y las redes sociales convierte a los usuarios más ineptos en expertos en terrorismo, derecho constitucional, en feminismo, en medio ambiente, en volcanes, incendios y cualquier tipo de problema que requiera de un mínimo conocimiento. Es así como se resuelven las cosas en la era digital. 

«La mayoría de los mensajes que escriban están diciendo mucho más de ustedes que de las cosas que quieran mostrar»

De todo lo que está pasando hoy en el mundo, hay que andarse con pies de plomo de dónde sacar la información. Si hasta ahora, la objetividad garantizaba una información veraz y unos medios de comunicación que actuaban como cuarto poder contra intereses que nublaban la realidad, la falta de independencia económica hace que respondan a los intereses de quienes los sostienen, ya sea publicidad institucional o lobis que mantienen cabeceras en la dirección que les dé la gana. Entonces, las redes sociales podían albergar una esperanza, pues te permitían la opción de seguir a personas y no a instituciones o marcas. Un periodista sin sesgos, una persona informada que trataba de seguir recto en una carretera llena de curvas y baches que los propios medios creaban para tratar de desinformar.

Unos años después, el poder, el dinero, se ha cepillado a todos esos que no tenían precio de venta y han tomado el control aquellos que dicen a pensando b mientras siga llegando la nómina a fin de mes. Trabajan al servicio de la única ideología que realmente rige el mundo de nuestros días: la pela. Y mientras esté en juego la pela, la verdad, la libertad de la información y la realidad se seguirá ajustando a los intereses de todos aquellos que la controlan y la multiplican.

Puede que para sobrevivir necesitemos que el ciclo se cumpla por completo. Que la rueda dé la vuelta entera, que las cosas se reseteen cuando de verdad nos hayamos eliminado a nosotros mismos. Quizá entonces resurja la independencia y la veracidad en la información. Hasta entonces, apaguen las redes sociales. Vivimos una época en la que la verdad está al servicio de la mentira. Si no pueden quitarse porque dicen que son adictivas, como el caballo, el alcohol o el fentanilo, al menos recuerden que muchas veces, mejor dicho, recuerden que la mayoría de los mensajes que escriban están diciendo mucho más de ustedes que de las cosas que quieran mostrar

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