THE OBJECTIVE
Álvaro del Castaño

Carta a S.A.R Leonor, Princesa de Asturias

«Es muy importante entender que aunque reinará y nunca gobernará, nunca debe de dudar de su capacidad de influencia sobre la sociedad»

Opinión
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Carta a S.A.R Leonor, Princesa de Asturias

La princesa Leonor. | Alejandra Svriz

Señora, permítame la libertad de dirigirle esta carta digital con unas reflexiones personales, ahora que va a alcanzar la mayoría de edad (el 31 de Octubre) y cuando ha empezado su formación como Princesa de Asturias en la Academia General Militar de Zaragoza. 

Para empezar, quiero felicitarle. Hasta la fecha ha representado su papel como heredera al trono con matrícula de honor. Sus apariciones públicas en actos institucionales han sido impecables. Su paso por el colegio, y en especial por el de Gales, ha sido académicamente ejemplares. Nunca ha dado pie a un mal comentario. Y como colofón, su actual desempeño en la academia militar está siendo perfecto, disfrutando de la experiencia como un cadete más, pero haciendo brillar a la monarquía española con su ejemplo de esfuerzo, trabajo y humildad. Felicitaciones.

Ayuda obviamente a este éxito su exigente y escrupulosa formación, y que, por ejemplo, hable con fluidez el inglés, francés, y catalán, maneje el gallego y euskera, y tenga nociones de chino y árabe (igualita que nuestros presidentes del Gobierno). También ha contribuido su educación internacional, pero de raigambre local, sin aspavientos sociales ni protocolarios. SS.MM los Reyes le han enseñado a tener los pies en la tierra.

Tiene la suerte, además, de haber sido favorecida por la lotería genética de la vida, y no le sorprenderá si afirmo sin ambages que su alteza es una mujer muy guapa y con una profunda simpatía en su sonrisa. Tiene una mirada limpia y entusiasta, que genera cercanía y empatía. Es toda una bendición en la crispada sociedad actual. También ha tenido la fortuna de contar con unos padres muy cercanos (algo bastante singular en las familias reales, por cierto) y  comprometidos con la vida familiar. Junto a ellos ha crecido durante unos momentos de enorme turbulencia para la monarquía española. Tiempos difíciles crean gente dura. Esta experiencia le ha hecho más fuerte, y sobre todo, más consciente de su papel institucional y de los peligros que acechan a una monarquía en crisis.

«La familia real puede ser el mejor anuncio de España»

Pero a partir de ahora, lamento anunciarle que empieza lo difícil, otra etapa mucho más exigente y compleja. Si se conocieran a fondo las obligaciones y los sacrificios que le esperan, muchos más admirarían el esfuerzo que eso supone. A partir de ahora se verá expuesta irremediablemente a la supervisión escrupulosa y salvaje que representa la vida pública. Lo primero que debe asumir, es que cualquier decisión que tome, cualquier compañía que busque, cualquier acto que realice en el plano público o privado, cualquier cosa que diga, y cualquier confidencia que le haga a alguien, puede aparecer tarde o temprano en los medios o redes sociales.

Sea cercana, pero siempre discreta por defecto, porque sus acciones y palabras tienen que estar, sin excepciones, a la altura de lo que representa. Ser la heredera al trono es representar a España, a nuestra historia, y a cada uno de los españoles. Comprendo que esto es una enorme responsabilidad, y podría representar una pesada losa para cualquier persona que no esté preparada para ello y que no entienda la trascendencia de su misión. Pero le aseguro que este compromiso bien asumido, es también una increíble arma de liderazgo. Su Alteza tiene a mano la magia de lograr que todos los españoles vivamos mejor, nos sintamos más orgullosos de nuestro país, de nuestros logros, de nuestra proyección internacional y de nuestra democracia. Ese es su reto.

Bien sabe ya que no se reina para complacer, sino que se hace por deber. Su máxima aspiración deberá ser la felicidad que otorga el sentimiento del trabajo bien hecho, de cumplir con el deber, tener una vocación que satisfacer, un camino trazado que hay que transitar. El sacrificio de ciertas libertades personales y algunos placeres terrenales es el precio que hay que pagar por disfrutar de un papel estelar en la Historia de España, y un horizonte temporal a largo plazo.

Recuerde que los políticos de turno, esos que le generaran enormes quebraderos de cabeza en el futuro, solo intentan sobrevivir unos breves destellos bajo el firmamento mediático y luego mueren como moscas estrelladas en un parabrisas. Recuerde la escena de la película The Queen (con Helen Mirren y Michael Sheen) en la que un recién nombrado primer ministro Tony Blair se sienta a despachar con la Reina Isabel por primera vez y ella le pregunta: «¿Sabe usted Mr Blair que es el décimo primer ministro que se sienta conmigo en esa silla, y que el primero al que recibí fue Sir Winston Churchill?». Esta escena remarca el privilegio de la permanencia, de la experiencia y la atemporalidad de la monarquía constitucional. Es una ventaja estratégica extraordinaria.

La monarquía tiene otros tiempos al margen del cortoplacismo de los políticos con sus sillones de poder, sus intereses particulares a corto plazo, sus gobiernos a base de encuestas y sus elecciones, ni su frenesí mediático. Como reina podrá tener la vista en el horizonte, asegurándose de que la nave española surca los mares a toda vela, dentro de los cauces de la Constitución y fuera del alcance de piratas y de naufragios. Eso la colocará automáticamente a un nivel de eficacia superior: será una mujer de estado.

Es muy importante entender que aunque reinará y nunca gobernará, nunca debe de dudar de su capacidad de influencia sobre la sociedad. Una reina inteligente, experimentada, al tanto de los temas relevantes, sólida en sus convicciones, ejemplar en su comportamiento, firme cuando hay que defender los derechos de España, con iniciativa, y con capacidad de conciliación, generará un enorme áurea de respeto a su alrededor. Ese respeto no se lo otorgará el título, sino que tendrá que ganárselo a pulso con hechos, como hizo recientemente su padre el rey Felipe VI, y en su momento su abuelo Juan Carlos I (pese a sus posteriores errores).

No hay que descuidar tampoco la influencia internacional, empezando por la capacidad de liderar y aunar a la Hispanidad (es lo que une a Hispanoamérica, una cultura, una lengua y una religión predominantes en común), que siempre mira a España como hermana mayor. Por otro lado recuerde que la institución monárquica tiene la capacidad de generar una imagen favorable de nuestro país convirtiéndose en una maquina de promoción de nuestra nación, y que la belleza de los tradicionales ritos monárquicos genera mucho interés en el mundo. La familia real puede ser el mejor anuncio de España.

Pero no todo van a ser deberes y obligaciones. No se olvide de crear un ámbito personal de intimidad y de libertad alejada de los focos, que le permita expresar su personalidad libremente. Acuérdese también de que es joven y que tiene que disfrutar de su vida plenamente y ser feliz: saque chispas a las oportunidades que le brinde la vida, váyase de fiesta, aproveche su juventud para reírse con los amigos, para bailar, hacer deporte y competir, viajar, leer, tener curiosidad intelectual, y por supuesto, para enamorarse. 

Y cómo decía Lilly Collins en la película de Blancanieves: «Siempre hemos oido que el príncipe salva a la princesa, ya es hora de cambiar ese final».

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