El pasado feroz
«Otegi es sin duda un político hábil que ahora prefiere navegar con la ikurriña autonómica que con la enseña de la calavera y las tibias cruzadas»
No dudo que ustedes saben diferenciar a un buen profesional del periodismo de un chisgarabís amante de recurrir al morbo y los golpes de efecto falsamente audaces para fabricarse un rentable pedestal. Por si ahora no tienen un ejemplo a mano, les regalo éste: comparen la entrevista que en 2016 hizo Jordi Évole a Arnaldo Otegi con la muy reciente de Carlos Alsina al expresidente Rodríguez Zapatero. Ambos entrevistados se sabían más o menos pillados a contrapié y por tanto iban recelosos y sobre aviso, pero el resultado fue muy distinto. Otegi, que lo tenía más difícil porque es un peligroso delincuente no arrepentido de sus crímenes (aunque ahora ya no considere aconsejable cometerlos) salió bastante ileso de su tercer grado periodístico; puede que no se ganara demasiadas simpatías –bastantes sí, hay tanto imbécil- pero desde luego no empeoró su fama. Quedó como un tipo algo bruto pero en el fondo noblote aunque se hubiera equivocado mucho, el Josecho del tebeo, el vasco esencial.
En cambio Zapatero, pese a partir con la ventaja de darse por supuesto que es un político respetable, dejó una impresión penosa por sus contradicciones y evidentes falsedades: quiso por todos los medios respaldar a Pedro Sánchez pero lo único que consiguió fue convertirse en una caricatura que agiganta los defectos y triquiñuelas de su protegido. Al final muchos –bueno, algunos, en este país no puede darse nada sensato por mayoritario- quedaron convencidos de que es como Pedro Sánchez pero aún peor, lo cual no resulta fácil de creer.
La diferencia entre ambas entrevistas no depende tanto de los entrevistados (aunque Otegi evidentemente es mucho más sagaz políticamente que ZP) sino de los entrevistadores. Alsina se había preparado bien sus preguntas y contrapreguntas, sabía el terreno que pisaba y no estaba dispuesto a dejarse enredar por el expresidente: éste quedó tenso, confuso y desnudo de razones, como la causa que pretendía defender. En cambio Évole se contentó con esquivar el peligro de parecer demasiado amistoso o compinche con el terrorista que tenía delante: la reputación que estaba en juego no era la de Otegi sino la suya (lo mismo ha ocurrido después en su pseudo-documental sobre Josu Ternera). El morbo del personaje entrevistado era ya su éxito y no pretendía descubrir nada nuevo sobre él sino mostrar a la fiera pastando mansamente fuera de la jaula. Por supuesto, Évole no se molestó en profundizar en el personaje porque no sabía nada especial sobre él ni se había preocupado en indagar su cara oculta. No le sacó lo que no quería decir, como hizo Alsina con ZP, que podía ser lo único realmente sugestivo para los espectadores no domesticados que pudieran escucharle.
«Lo malo es que, aunque ya lo presentíamos, Otegi calla por razones obvias muchas cosas que sería muy interesante sacar a la luz»
Lo malo es que, aunque ya lo presentíamos, Otegi calla por razones obvias muchas cosas que sería muy interesante sacar a la luz. Es lo que ha revelado Leyre Iglesias en sus trabajados reportajes sobre las andanzas terroristas del siniestro «hombre de paz» que ha publicado en El Mundo. Ahí están las preguntas que debería haberle hecho el Follonero si le interesara otra cosa que sus rentables follones. Otegi es sin duda un político hábil que ahora prefiere navegar con la ikurriña autonómica que con la enseña de la calavera y las tibias cruzadas, pero el destino de su travesía sigue siendo el mismo separatismo totalitario que en sus días más sanguinarios. La diferencia es que hoy es el mejor (y, al menos cuando escribo esto, el único seguro) de los apoyos con que cuenta la investidura de Sánchez. ¿Derrotada ETA? Sí, claro, no hay más que verlo.
Por supuesto, algunos prefieren no enterarse. O hay otros que más o menos lo saben pero les parece bien, como esos catalanes que se apretujaban para sacarse fotos con él en las Ramblas tras los atentados islamistas de 2017: demasiado cobardes para imitar sus crímenes pero lo suficientemente viles como para celebrarlos. Que nadie lo dude, mal que le pese a Évole, Otegi tiene un pasado oscuro y feroz y está donde hoy está gracias a él. Un pasado tenebroso que se parece mucho al que tenemos mañana los vascos españoles si Dios no lo remedia.