La mentira es lo de menos
«De tanto insistir en la insana costumbre de Pedro Sánchez de traicionar su palabra, corremos el riesgo de olvidar que lo más grave es lo que hace»
Se abre el telón. Aparecen Mike y Tony, por cuyo aspecto deducimos que pertenecen a una familia del crimen organizado. Tony, muy enfadado, le reprocha a Mike: «Me dijiste que no la matarías». Mike se encoge de hombros. Se cierra el telón. El público comparte la indignación de Tony: es terrible que un compañero te engañe. Nuestra furia ante la mentira es tan primaria, tan instintiva, que incluso olvidamos que Mike es algo peor que un embustero.
De tanto insistir en la insana costumbre de Pedro Sánchez de traicionar su palabra, corremos el riesgo de olvidar que lo más grave es lo que hace, no que prometiera que nunca lo haría.
Si de sus recurrentes cambios de opinión saliera alguna vez reforzada la democracia, podríamos incluso disculparle. Pero siempre sucede lo contrario: con cada cambio de opinión se menoscaba un poco más el Estado de derecho. Insisto, el peor mal de Pedro Sánchez no está en la discrepancia entre lo que dice y hace, sino en lo que hace.
Primero fueron los indultos, que el Gobierno concedió sin que mediara el arrepentimiento de los condenados, ni un informe favorable del tribunal sentenciador. El indulto se motivó fraudulentamente, apelando a la concordia, soslayando que su tramitación respondía a una causa única: la exigencia de los condenados, cuyos votos eran necesarios para la investidura. Pero el indulto, ay, no resolvía el problema de la inhabilitación. Y entonces el presidente se prestó nada menos que a abrir el Código Penal para extirpar el delito de sedición y seccionar el delito de malversación. Pero resulta que esta vez Sánchez necesita también el apoyo de quienes no fueron juzgados. Y así aparece la amnistía. Luego, claro, vienen las mentiras: no se hace a cambio de unos votos, sino por el reencuentro. Pero las mentiras no son más que la arena que se esparce sobre el ataúd para encubrirlo. Y cuanto más hablamos de la arena, menos hablamos del difunto. La amnistía facilitará la investidura de Pedro Sánchez, y en el camino arrodilla al Estado ante quienes quisieron arrollarlo.
«El mensaje es que todo lo puede: si la ley estorba, cambia la ley»
La amnistía apuntala un mensaje que el presidente reitera desde que fue investido por vez primera tras la moción de censura. El mensaje es que todo lo puede: si la ley estorba, cambia la ley. Un mensaje peligroso para un dirigente democrático. Un dirigente que trató de impulsar una reforma para rebajar la mayoría necesaria para nombrar magistrados del Tribunal Constitucional. Y que antes tramitó una ley para prohibir que el CGPJ pudiera realizar nombramientos estando en funciones, de la que se retractó parcialmente precisamente para el que el Constitucional pudiera renovarse a su favor.
Por su parte, el Poder Legislativo vota en bloque al dictado del líder, y sólo puede ejercer de contrapoder en las votaciones que exigen mayorías cualificadas (esas que Sánchez quiere convertir en simples). El Poder Judicial intenta defender sus líneas rojas, pero poco puede hacer ante un Ejecutivo dispuesto a indultar y un Legislativo dispuesto a redibujar las fronteras de lo legal. Entiendo el desagrado que provocan quienes mienten y quienes ingieren las mentiras sin rechistar. Pero, por desgracia, el reguero de mentiras que deja Pedro Sánchez es ya el mal menor.