El timo de la amnistía
«Los indultos no modificaron ni un ápice la vida de los catalanes —más allá de la de los indultados— ni la amnistía va a mejorar la convivencia en Cataluña»
En Cataluña estamos acostumbrados a que se impongan una serie de afirmaciones que no aguantan ningún tipo de análisis racional porque no se sustentan por ninguna parte, pero que nadie puede cuestionar si no está dispuesto a enfrentarse a una cascada de insultos y descalificaciones. Les pongo uno de los ejemplos más evidentes: el de la mal llamada inmersión lingüística. Llevan años repitiendo que es un modelo de éxito reconocido internacionalmente cuando la realidad es que Cataluña siempre ha tenido unas cifras de abandono escolar terribles y unos resultados entre mediocres y malos en las pruebas internacionales. Y, por supuesto, no tiene ningún tipo de reconocimiento en el extranjero porque es un modelo tan injusto y clasista (ni un solo centro privado de Barcelona lo aplica ni tampoco los concertados más caros) que no se da en ningún otro lugar del mundo.
De hecho, gracias a la labor incansable de la Asamblea por una Escuela Bilingüe en diciembre vendrá una delegación de europarlamentarios para investigar qué está pasando en el sistema educativo catalán y separatistas, socialistas y podemitas han hecho todo lo posible para intentar impedirlo, lo cual demuestra que no solo no tiene ningún reconocimiento fuera de aquí, sino que no quieren que lo estudien porque temen que la valoración sea negativa. Pues bien, pese a estas evidencias, décadas de matraca con lo del modelo de éxito y cualquiera que se atreve a decir lo contrario es acusado de crispar y de querer acabar con el catalán.
Como el procesismo se ha extendido irremediablemente a la política española, ahora es corriente que se repitan como mantras afirmaciones que parecen sacadas de 1984. Una de ellas es que la amnistía va a suponer el reencuentro entre catalanes. Lo decía este sábado Pedro Sánchez con el aplauso de los mismos que hace tres meses afirmaban con vehemencia que nunca habría amnistía porque era inconstitucional. «En interés de España, en defensa de la convivencia entre españoles, defiendo hoy la amnistía en Cataluña», dijo y se quedó tan ancho tras haber afirmado solo tres días antes de las elecciones que nunca daría la amnistía a cambio de su investidura y a pocas horas de humillar a todo el país sentando a una delegación socialistas con un fugado de la justicia.
Lo primero que sorprende es que se suponía que Cataluña ya estaba reencontrada tras los indultos, porque ese fue el argumento que se dio para otorgar privilegios a unos políticos que han malversado el dinero público para dar un golpe. Como pueden imaginar, los indultos no modificaron ni un ápice la vida de los catalanes —más allá de la de los indultados— ni la amnistía va a mejorar la convivencia en Cataluña que es, más o menos, como antes de la declaración de independencia de 2017, es decir, tranquila si no pretendes que tus hijos puedan hacer alguna asignatura en español; si no eres un joven de S’ha acabat y quieres poner una carpa en tu universidad; si no te paseas con una bandera española por según qué pueblos o si no eres una persona recién llegada que no puedes atender en catalán a un cliente y te cae encima una campaña en tu contra. De verdad, reto a esos socialistas que defienden que los indultos han servido para pacificar Cataluña a que encuentren a un solo catalán que recuerde de memoria —no vale mirar Google— la fecha de los indultos y que pueda especificar en qué ha cambiado su vida antes y después.
«Si la amnistía era tan necesaria para la convivencia en Cataluña, ¿cómo es que los socialistas no la llevaran en su programa?»
Como les decía al principio son afirmaciones que no aguantan ni el más mínimo razonamiento porque, vamos a ver, si la amnistía era tan necesaria para mejorar la convivencia en Cataluña, ¿cómo es posible que los socialistas no la llevaran en su programa y que este no fuera uno de los temas presentes en los debates electorales? Pues porque es obvio que no es así. Los últimos incidentes graves se produjeron en octubre de 2019 cuando los independentistas destrozaron la plaza Urquinaona, mantuvieron Barcelona en vilo durante una semana y pusieron en peligro la integridad física de numerosos agentes.
Después vino la pandemia, nos encerraron en nuestras casas inconstitucionalmente y, desde entonces, el independentismo ha estado desmovilizado: según la Guardia urbana, en 2021 acudieron a la manifestación de la Diada 108.000 personas; en 2022, 150.000 y en 2023, 115.000. Al margen de eso, entre el otoño de 2019 y la concesión de los indultos no se produjo en Cataluña ningún altercado destacable, es decir, no han variado la vida de mi comunidad como tampoco va a cambiar nada la amnistía más allá de destrozar un poco más nuestra maltrecha democracia al privilegiar a la casta política sobre el resto de ciudadanos.
Otra cosa a la que estamos acostumbrados los catalanes es a extrañas mayorías del 80%. Aquí, todo el mundo está de acuerdo al 80% con la inmersión lingüística, con el referéndum de autodeterminación y ahora, según Sánchez, con la amnistía. Huelga decir que no hay ni un solo estudio serio que avale esos supuestos consensos del 80% que, además, no coinciden con los resultados electorales. Cabe recordar que antes de las elecciones, los socialistas afirmaban que la amnistía era inconstitucional y por eso nunca se iba a aplicar. Me siento como la joven del anuncio de una famosa lejía que afirmaba venir del futuro porque sé que lo que nos va a caer ahora en toda España es lo mismo que los catalanes llevamos años sufriendo y les aviso que acaba mal: polarización, crispación y fuga de empresas —lo de Repsol es un aviso a navegantes— que nunca vuelven.
Lo más grave de todo esto es que se van a cargar nuestra democracia con una amnistía que «no es planteable en un Estado constitucional democrático porque sería suprimir literalmente uno de los tres poderes del Estado que es el Judicial». Y no lo digo yo, lo dijo Carmen Calvo antes de necesitar los votos de Junts. Si ahora defienden en público la amnistía tras haber afirmado reiteradamente que era inconstitucional es porque lo que han pactado en privado es todavía peor y la imagen de Santos Cerdán con Puigdemont posando con una urna del referéndum ilegal puede ser una buena pista.