THE OBJECTIVE
Manuel Arias Maldonado

Amnistía: maniobras orquestales a plena luz

«Se hace difícil tomar en serio a quienes apoyan la amnistía, empeñados en presentar la voluntad de poder como noble defensa de los intereses generales»

Opinión
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Amnistía: maniobras orquestales a plena luz

Ilustración de Alejandra Svriz.

Ya no se sabe qué es peor: si la inminencia de la amnistía o las justificaciones que ofrecen sus defensores. Porque no hay ninguna honestidad en los argumentos que se presentan; quien entra a debatir sabe que le están tomando el pelo. Entre otras cosas, porque no hay tal debate; eso supondría un intercambio honesto de razones públicas y no la cínica representación con que se nos obsequia a diario. Por eso se hace difícil tomar en serio a quienes apoyan la amnistía, empeñados como están en presentar la voluntad de poder como noble defensa de los intereses generales. Si hay perros para ese hueso, será que nacieron ayer.

Desde el punto de vista del observador desapasionado, sin embargo, el asunto es interesante. Un partido político de amplia base electoral está dispuesto a socavar los fundamentos del Estado de Derecho (imperio de la ley, separación de poderes, principio de igualdad) y degradar la vida pública (devaluando la promesa política, recurriendo a la mentira sin disimulo, negociando con un prófugo de la justicia) con tal de seguir en el poder. Pero no puede hacerlo de cualquier manera; tiene que guardar las formas. O mejor: tiene que hacer como si guardara las formas. Porque el fondo está a la vista de todos. ¿Qué hacer?

Por una parte, hay que presentar argumentos. ¡Y ahí están, circulando como bólidos! Se nos dice que negociar es parte de la vida política ordinaria (como si una amnistía fuera lo mismo que ceder las competencias de Tráfico); que la oposición haría lo mismo si pudiera (contrafáctico); que sería peor si gobernase la oposición (contrafáctico); que Cataluña está pacificada (la menor agitación callejera es resultado de haber convertido a los separatistas en socios de preferencia); que la amnistía es buena para España (y eso que sus beneficiarios no prometen nada a cambio); que tiene respaldo electoral (Pedro Sánchez perdió las elecciones, la amnistía no tiene apoyo en las encuestas, no se planteó en campaña y no se preguntará por ella en referéndum); que es el precio a pagar para que puedan seguir haciéndose políticas progresistas (esto se comenta solo). Son argumentos que Moncloa produce y difunde en colaboración con sus satélites: medios de comunicación afines, intelectuales orgánicos, activistas con cuenta en redes sociales. Huelga añadir que quienes reciben beneficios materiales del gobierno —subvenciones, contratos, nombramientos— colaborarán por acción u omisión en la tarea.

«Sánchez sabe que nada —salvo un cortocircuito del lado de Puigdemont— puede impedirle alcanzar su objetivo»

Hay que remover, de otro lado, los obstáculos institucionales. A tal fin, se procede a controlar la Presidencia del Congreso —lo que permite marcar el ritmo del proceso de investidura— y se cuenta con un Tribunal Constitucional amigable que no pondrá objeciones cuando llegue el momento. Mientras tanto, las bases del partido se contentarán con una consulta genérica sobre el apoyo a las negociaciones con los separatistas, sin mención explícita a la amnistía. Si Bruselas pregunta, se le tranquiliza hablando del exquisito respeto a los procedimientos. Y poco más: Pedro Sánchez sabe que nada —salvo un cortocircuito del lado de Puigdemont— puede impedirle alcanzar su objetivo; solo tiene que aguantar un poco más. Una vez instalado en el poder, dejará que pase el tiempo: como hizo con los indultos o la reforma de la malversación.

Ahora bien: no podría hacer tal cosa si su partido se hubiera desplomado en las encuestas y sus votantes se manifestasen indignados contra la amnistía. Sánchez ha comprendido que esto último es imposible: la mayoría de los ciudadanos son votantes religiosos antes que demócratas seculares. No les preocupa la integridad de las instituciones o el respeto a la ley; solo la hegemonía de su partido. Así que solo se trata de echarles una mano, proporcionándoles argumentos para que tengan la conciencia tranquila y de paso puedan rebatir al compañero de oficina que les reprocha apoyar hoy lo que rechazaban ayer. Y que salga el sol por Waterloo.

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