THE OBJECTIVE
Adrián Vázquez Lázara

Sin límites, sin escrúpulos, sin vergüenza

«La amnistía supone un revés para la democracia, que nos alinea con los países más criticados –Polonia, Hungría— por despreciar el imperio de la ley»

Opinión
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Sin límites, sin escrúpulos, sin vergüenza

Ilustración de Alejandra Svriz.

¿Sorpresas? Cero. Como era sabido desde hace tiempo, aunque las almas cándidas más o menos interesadas o abochornadas se empeñaban en hacer dudar, la amnistía de la vergüenza ya está aquí. 

Pedro Sánchez culmina este particular asalto al sistema democrático, a la separación de poderes y a la igualdad de los españoles ante la ley cediendo en todo aquello que los separatistas y supremacistas le han exigido para que salga adelante la investidura. Un revés para la democracia española y europea que nos alinea con los países más criticados —Polonia, Hungría— precisamente por despreciar el imperio de la ley y los mecanismos de la democracia de calidad.

Y ya puestos, el rejón hasta el fondo. Los penúltimos clavos en el ataúd los estamos conociendo a medida que pasan las horas: entran por la puerta grande de la amnistía —es decir, el Estado les pide perdón— los violentos de Tsunami Democràtic y los CDR, investigados por terrorismo. ¿Y los delitos de los espías rusos que se unieron a los independentistas en el intento de golpe de 2017 por petición de Carles Puigdemont, el aliado de Sánchez, y que ahora investiga el Parlamento Europeo? Sí, también sus delitos serán borrados.

Humillado el Estado democrático, por qué no dar otro paso, exigido por ERC, en la factura que hay que pagar a los vencedores: se anuncia la transferencia integral de la red ferroviaria de cercanías en Cataluña, incluidos infraestructuras, trenes y vías, y atención: el dinero que haga falta para modernizar el servicio (ay, si hubiera independentistas en Madrid condenados por intento de golpe, ¡qué bien les iría a sus trenes de cercanías!). Hablando de facturas, otra más: perdonados 15.000 millones de la deuda de Cataluña. ¡Barra libre!

«Sobre la lista de mentiras de Sánchez pronto no llegará a ponerse el sol»

¿Habrá algún obstáculo en el Congreso? Difícil: este bloque de progreso ya ha encargado a la fiel presidenta Francina Armerngol —derrotada electoralmente en Baleares en mayo— el nombramiento de un nuevo secretario general de la Cámara (es decir, letrado mayor) Fernando Galindo, un socialista de confianza, subsecretario de Política Territorial, para pastorear la proposición de ley de la amnistía, que precisamente por ello esquivará los informes de los órganos constitucionales.

Sobre la lista de mentiras de Sánchez pronto no llegará a ponerse el sol: a tal velocidad y con tal magnitud se suceden unas a otras que no es fácil —ese es el objetivo, claro— seguir la pista. Atrás quedaron las gloriosas afirmaciones de que no iba a dormir si Podemos entraba en el Gobierno, o de que «con Bildu no se acuerda nada». O los nombramientos para controlar estrictamente la Fiscalía General del Estado nombrando a una exministra, o el intento —frenado por la UE— de dar un golpe en el Consejo General del Poder Judicial. Los indultos, la modificación a la carta del Código Penal para rebajar las penas de corrupción política y despenalizar la sedición y la malversación. El asalto al Tribunal Constitucional, con la inclusión de otro exministro, Juan Carlos Campo, y la cooptación a la presidencia de Conde Pumpido.

Sin límites. Sin escrúpulos. Sin vergüenza. Lo que haga falta para lograr lo que se quiere. 

Esta amnistía, hay que repetirlo una y mil veces, dinamita la igualdad de los españoles ante la ley. Sobre esta igualdad se cimenta el sistema de valores de la Unión Europea. Por eso he pedido a la Comisión Europea que vigile los desafueros y las maniobras de Sánchez con tanta energía como ha hecho con los casos de Hungría y Polonia; también de Rumanía, cuando quiso amnistiar a políticos corruptos. Nada nuevo bajo el sol. 

«Las concesiones de hoy no serán las últimas. El nacionalismo exigirá siempre más»

Las concesiones que acabamos de conocer se unen a las anteriores; por desgracia, no serán las últimas. No tener límites es exactamente eso. El nacionalismo, sinónimo de la guerra, como advirtió el socialista francés François Mitterrand, exigirá siempre más, porque es insaciable y porque en el mantenimiento de las desigualdades está su razón de ser. 

El Estado de derecho está por encima de las mayorías de turno, que pasarán. Eso es lo único que garantiza a los ciudadanos que las normas sean iguales para todos. Eso es lo que les asegura que los poderosos no pueden abusar de su poder: las leyes democráticas. 

Ni España ni el Estado de derecho se rompen, como les gusta burlarse a los que justifican con cinismo la ausencia de escrúpulos y el asalto a las normas. Pero esta serie continua de agresiones, irresponsables e interesadas, basadas exclusivamente en la continuidad en el poder, implican la degradación del sistema y el país, y contribuye de manera directa a alterar la convivencia de los ciudadanos, a enfrentarles. 

Lo seguiremos denunciando, desde Bruselas y desde donde haga falta. El Estado de derecho es la base de los valores liberales, la piedra angular de la democracia. No nos vamos a cansar nunca de defenderlo.

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