Por encima de la ley
«Hay personas por encima de la ley: el propio Pedro Sánchez y todo aquel al que él considere que necesite para poder gobernar»
No existe instrumento más igualador que la ley emanada de un parlamento democrático y sustentada en el respeto a los derechos y libertades fundamentales del individuo. Triste es comprobar cómo aquel Estado garante y facilitador, que estaba llamado a servir a los ciudadanos para la consecución de mayores cotas de prosperidad y libertad, ha sido corrompido por quienes lo conciben como una herramienta de represión y control social con la que afianzarse en el poder. La socialdemocracia pronto despreció el sustrato liberal que le es consustancial y ha acabado mutando en una versión identitaria del socialismo incompatible con el pluralismo político, dispuesta a imponer una interpretación militante de la Constitución para que coadyuve los intereses de los suyos. Socialismo antes que democracia.
Cuando el legislador confunde deliberadamente el interés propio con el de los ciudadanos y apela falsamente a la convivencia para obrar en su exclusiva conveniencia, las leyes dejan de ser garantía de igualdad y se tornan en simples medios para la institucionalización del privilegio y de la arbitrariedad que alejan al pueblo de las instituciones y lo empujan hacia el clientelismo de subsistencia. Y la quiebra de la igualdad lleva indisolublemente aparejada la de la legalidad.
A este escenario tan increíble como nefasto es al que nos ha conducido el PSOE, que tras ser uno de los actores decisivos en el alumbramiento de la Constitución del 78, ha decidido ahora, bajo la batuta del sanchismo, convertirse en el principal protagonista de su demolición, asumiendo los modos y los fines del separatismo: ¡incluso en su último comunicado se refieren a Puigdemont como «President»!
Tras un par de meses en los que había dejado el trabajo de zapa a sus mamporreros habituales, Sánchez defendió por fin la amnistía explícitamente ante el comité federal. Los mismos socialistas que hace apenas unas semanas aseguraban que la amnistía no cabe en la Constitución, aplaudían a Pedro extasiados cuando propuso aprobarla «en nombre de España y de la convivencia». El PSOE mostró en el comité su verdadero rostro estalinista, regalándonos imágenes que podríamos calificar de esperpento norcoreano, si bien es cierto que la foto del número tres de los socialistas, Santos Cerdán, reunido con Puigdemont en una estancia dominada por una enorme imagen de los catalanes portando una de las urnas del 1-O, anticipa que cualquier humillación presente no será nada comparada con las que están por venir.
«A los que profesan la religión sanchista: métanse el relato por donde les quepa, déjennos al menos velar en silencio el cadáver de la democracia que España pudo ser y no es»
Les confieso que no puedo evitar sonreír cuando recuerdo al Sánchez candidato y sus soflamas regeneracionistas, que eran repetidas por sus abnegados seguidores con la condescendencia que les caracteriza, propia de quienes consideran que su ideología les confiere una superioridad intelectual y moral que en absoluto se compadece con la realidad. Ellos eran los valedores de la dignidad y de la decencia y Pedro era su profeta.
Quién los ha visto y quién los ve, defendiendo ahora la indignidad más sangrante y la indecencia más absoluta. Antes de las elecciones generales que parieron el gobierno de coalición que nos ha traído hasta aquí, Pedro aseguraba con aplomo: «Nadie está por encima de la ley. Puigdemont es un prófugo de la Justicia. Trabajaremos para que el sistema judicial español, con todas sus garantías, pueda juzgarlo con imparcialidad. La Fiscalía cuenta con el respaldo del Gobierno en defensa de la ley y del interés general». Pues tres años después ya podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que sí, que hay personas por encima de la ley: el propio Pedro Sánchez y todo aquel al que él considere que necesite para poder gobernar.
Las piruetas argumentales del socialismo sobre la pacificación, la reconciliación y la convivencia en Cataluña para justificar la amnistía son pura basura, papilla vomitada por Moncloa sólo apta para el consumo de los más fanáticos que han delegado en el partido su capacidad de pensar y han renunciado a la vergüenza y a la dignidad. La realidad es que Pedro, su amado líder, está dispuesto a consagrar institucionalmente la impunidad de Puigdemont y a abrazar el relato del procés a cambio de los siete votos de ‘Junts per Catalunya’ para ser investido. Ni más, ni menos.
Así que voy a permitirme el atrevimiento de pedirles a los que profesan la religión sanchista que nos ahorren el bochorno de su destape político e intelectual -si es que alguno merece tal calificativo- para vendernos las bondades de la amnistía en nombre del progreso o del reencuentro con los catalanes. Métanse el relato por donde les quepa, que ya no toleramos más, y déjennos al menos velar en silencio el cadáver de la democracia que España pudo ser y no es.